―¿Cómo?
―¿Cuándo fue? ¿Hoy?
―¿Pero se te presentaron?
Son varias las preguntas que hacen porque las dudas siempre fueron muchas. Había una gran incógnita sobre el paradero de los padres biológicos de Eugenia que ella ha inventado en más de un cuento porque necesitaba, mínimamente, saber cómo eran sus rostros. Y ellos tres habían sido testigos de cada una de esas hipótesis. E incluso, muchas veces las alimentaban con más información. Como que quizás su padre trabajaba para la NASA y tuvo que dejarla porque casi siempre estaba arriba de un cohete o que su madre era una hippie que viajaba por el mundo recorriéndolo sentada sobre un elefante que le sostenía la mochila con la trompa. Pero Carolina la volvía a regresar a tierra cuando le decía que no era momento para charlarlo. Nunca fue el momento durante veintiocho años y eso era lo que más les generaba intriga. A los cuatro.
―No... ―Eugenia se sienta en una silla y toma aire―. Cayó Silvina a la funeraria para saber cómo la estaba llevando y me contó.
―¿Quién es Silvina?
―La dueña de la funeraria, Agustín ―Candela le responde con enojo―. La que fue socia de la tía.
―Bueno, disculpame por no recordar a todas las personas.
―Pero no entiendo... ―esbozas al pensar―. ¿Por qué Silvina sabía? ¿La tía prefirió contarle a ella antes que a... no sé, nuestros viejos?
―Esperá, porque esa es otra parte de la historia. Aparentemente, mi mamá y Silvina tuvieron una relación ―continúa Eugenia―. Siempre supe que fueron muy amigas porque Silvina pasaba mucho tiempo en casa, pero nunca me la presentó como su pareja o tampoco me lo hicieron sospechar. La cosa es que cuando Silvina se va a laburar a Alemania, a los meses mamá arranca con la enfermedad y decide enviarle toda la información que tenía.
―Entonces, hasta ese momento, Silvina tampoco sabía... ―deducís―. Pero, insisto en por qué a ella.
―Prefería que la única persona que lo sepa, no esté cerca ―responde―. Porque sabía que ella no iba a enojarse o reprocharle algo como ya lo habían hecho los tíos. Según Silvina, mamá tenía pensado decírmelo antes de morir... voy a tomarlo con pinzas ―y sube las cejas, incrédula. Porque si no lo hizo en veintiocho años, ¿por qué iba a hacerlo justo, justo, justo antes de morir? Su vida se basaba en vivir de las ficciones, no de vivir en ellas.
―¿No le preguntaste por qué nunca quiso contártelo? ¿O por qué esperó hasta ahora? ―consulta Agustín y se sienta a su lado.
―Sí, pero ella tampoco sabe. La cosa es que acá tengo los nombres de las personas que dicen ser mis padres biológicos ―y apoya la mano en la mochila.
―¿Y qué vas a hacer? ―le preguntas. Devolvés a Roma a los brazos de Candela porque empieza a llorisquear.
―Es muy raro decirlo porque toda mi vida quise saber quiénes eran para sacarme la duda, pero ahora que los tengo... no lo sé ―y sus ojos cargan con un pánico y una incertidumbre de la que nunca habían sido testigos. Porque Eugenia es la fuerte del grupo. Es la que va para adelante y la que no tiene miedo. Pero siempre es difícil enfrentarse a lo que siempre estuviste buscando, más cuando se trata de tu identidad.
―No es necesario que te digamos que podés contar con nosotros para lo que quieras ―caminas hasta ella y le rodeas el cuello con los dos brazos. También apoyas el mentón en su cabeza, Agustín le acaricia el brazo y Candela se inclina del otro lado a darle un beso en el hombro.
―Ya sé. Solo estoy tratando de canalizarlo.
―Está perfecto. Besar bebes calma la ansiedad, ¿querés? ―Candela le acerca la cabeza de Roma a la boca como si fuese un banquete. Y, aunque Eugenia primero dice que no, después la besa despacito.
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MAGNETISMO
Storie d'amoreEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...