Las aplicaciones de citas son una ciudad aparte. Ni siquiera una ciudad, una isla en la que se depositan todos los solteros esperando a cruzarse, casi de manera desesperada, con otro para satisfacer necesidades tanto sexuales como amorosas. Tiene el funcionamiento parecido al de un supermercado. Entrás, mirás, elegís qué marca del mismo producto te conviene más, capaz no elegís ninguna y salís con el chango vacío, capaz optas por un par y esperas a pasar por la caja para que te devuelvan el vuelto por haber tenido la amabilidad de llevarte algo que ni siquiera está entre tus prioridades, pero si existe es porque necesitas consumirlo. Aunque sea por un ratito. El dedo ya se te durmió de la cantidad de veces que lo deslizaste por la pantalla. Viste todo tipo de productos: morochos, rubios, de ojos oscuros, de ojos claros, del interior del país y algun vecino del barrio, algunos pretensiosos con los requisitos de lo que consideran que es una relación, otros que aparecen de a dos para proponerte un trío y después alguno que no tiene problema en mostrar sus abdominales dejando en detalle los centímetros que mide su pene, como si eso resultara excitante. Tu nariz arrugada, la boca torcida y los ojos entrecerrados no es precisamente la cara de alguien que encontró el elixir de la felicidad. Y seguís deslizando porque desde que Eugenia te creó un usuario, no dejaste de recibir likes. Y no es que ahora te consideres una Adonis porque, claramente, en una aplicación de citas todas recibimos likes si el que no quiere ponerla, quiere rozarla, pero te gusta el juego de seducción. Como cuando no tenías nada que hacer y te conectabas a la PlayStation. Y en éste preciso instante, más allá de que estés en tu escritorio de trabajo escuchando cómo los empleados del piso y el jefe le celebran el cumpleaños a Mario cual niñato de preescolar, te es más interesante adentrarte en los suburbios de tinder.
El estúpido de Rodrigo explota un globo y saltas de la silla. Está jugando a explotarlos en parejas ubicándolos entre la espalda de uno y la panza del otro. Siempre en un juego heterosexual, claro. No vaya a ser cosa que Rodrigo se pierda la oportunidad de levantarse a una. Te abruma el desgaste físico y emocional de ese muchacho por necesitar llamar la atención o ser querido. Le recomendarías un psicólogo, pero como no te interesa, preferís que se siga traumando hasta que alguien le dé la cabeza contra una pared. Incentiva al resto a elegir una pareja para jugar. Y cuando decimos "incentiva" queremos decir "obliga". Mario también se suma y ¿a quién elige? A ver, ¿quién da más? ¿quién da más? Sí, a Jorge. No sabes qué te da más asco, si verlos a ellos intentando explotar un globo o las fotos de penes que te envían por tinder. Estás pensando en que podrías escribir un artículo o una novela sobre la relación dependiente entre un empleado y su jefe llevándola hasta lo carnal, que ingresa un nuevo mensaje en una de las fotos que tu prima eligió para tu perfil. Es en la que estás sentada en la orilla del mar en las vacaciones familiares del año anterior en la costa. Llevabas el pelo mucho más largo, el viento lo empujaba hacia un lado y solo tenías la parte superior de la bikini. Pero cuando lees el mensaje tardas un poco en caer: «El universo debe estar muy ocupado con nosotros porque no dejo de verte por todos lados». Pero es fácil con fijarte su nombre y después la foto de perfil.
—Yo no lo puedo creer —esbozas totalmente entregada a éste sistema creado por una mente brillante como la mía. Después me lo vas a agradecer. «¿Hay algún lugar en el que no estés?» le escribís en el chat privado.
—¿Querés torta? —Violeta llega a tu escritorio y te entrega una porción de bizcochuelo de chocolate.
—¿No estará envenenada?
—Dije que era para mí —la deja a un costado y se sienta en la esquina del escritorio para ser espectadora del juego de sus compañeros—. No sé por qué nos obligan a hacer esto si nadie quiere a Mario.
—Con que lo quiera Jorge es suficiente —pellizcas la masa de la torta y miras el celular porque llega la respuesta: «Los choferes también podemos usar tinder» y esbozas una sonrisa. Entonces le contestas: «Iba a decir que me sorprende, pero después de haberte conocido creo que es casi lógico».

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MAGNETISMO
RomanceEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...