Agustín sale del baño secándose las manos con papel madera y lo tira al cesto de basura más alejado que encuentra como si fuese Lebron James. Pero Lebron James es una estrella del básquetbol y él no, así que por creerse igual de superior, le erra. Y lo peor de tener que juntar algo del piso, es tener que juntarlo teniendo una férula que te inmoviliza toda una pierna. La única opción viable es la de correrlo atrás del cesto de basura, pero un niño fue testigo de tal acto atroz ya que, seguramente, en la escuela le han enseñado desde sala de dos a tirar la basura en los tachos para cuidar el medio ambiente, y él toma la decisión más acertada para éste momento: irse.
—Che, en la puerta del baño sigue escrito mi MSN —Agustín llega a la cola y se ubica por delante de Candela y vos, mientras esperan a llegar a las mesas y tener el turno de votar en las PASO.
—¿Hace cuánto no limpian? —preguntás y metés el dedo en el hueco que deja el paquete de medialunas para mojar la punta con azúcar impalpable.
—Ay, ¿estará el corazón con flechas que hice con mi primer novio? —Candela sonríe en el recuerdo. Las manos acarician su panza porque ya le pesa.
—Seguramente. También pasé por el salón de música y sigue colgada tu placa como mejor flautista, La —y se ríe. Candela se acopla a él y vos les hacés burla con el dedo con azúcar en la boca. La escuela en la que les toca votar en cada elección es la misma escuela a la que fueron los tres, principalmente por una cuestión de cercanía porque quedaba a tres cuadras de casa. Antes las inscripciones eran más fáciles—. Me sorprende que después de más de veinte años siga estando todo igual. La bibliotecaria debe seguir sentada ahí, embalsamada. Qué mujer que nunca la vi hacer otra cosa que poner sellos y gritarle a los pibes cuando se peleaban por un libro.
—Hace un tiempo me la encontré en la parada del bondi —recordás—. Se separó del marido, fue abuela de trillizos y tenía pensado hacer un viaje a Italia porque quería renovar energías. Solo le pregunté cómo andaba, pero se ve que tenía ganas de hablar.
—Che, esto no avanza más. Me hago pis —Candela junta las rodillas.
—Acabas de ir.
—Tengo un ser viviente en mi útero que presiona mi vejiga las veinticuatro horas. ¿Te parece normal?
—Che, mirá quienes vienen ahí —decís cuando hacés una panorámica del patio en donde todas las mesas están ocupadas con largas colas.
—Ay, no.
—No sabía que los Estrombosi votaban acá. Es la primera vez que los veo —dice Agustín, atento a ese otro clan familiar también conformado por padres heterosexuales y cuatro hijos. Cuatro hijos que coincidían en edades con tu clan porque Eugenia también fue a esa escuela y cada vez que le nombras a un Estrombosi trae a colación la vez que se agarró de las mechas con una de ellas después de un partido de handball—. Lo que cargué a esa gente por ese apellido.
—Nunca me dio orgullo eso —decís.
—Vos le quebraste la nariz a una, ¿y lo que no te da orgullo es lo que yo hacía?
—Ay, no. Vienen para acá —Candela intenta buscar una salida rápida, pero está atrapada en esa fila que no avanza. Una de las Estrombosi (la más alta, de pelo largo y rubio, de ojos verdes y vestida como si estuviese caminando por París) levanta una mano para saludarlas cuando los encuentra, así que los tres disimulan las sonrisas y también les devuelve el gesto.
—¡Los Esposito! —se alegra de verlos o está sobreactuando.
—¡Eh! —igual que ustedes. Te acercas a ella a saludarla con un beso y un mini abrazo porque es la que abraza primero y no da dejarla pagando.

ESTÁS LEYENDO
MAGNETISMO
RomanceEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...