Bueno, tampoco es que tenemos que andar haciendo un análisis cualitativo de la situación. No es tan complejo. No. Saquemos el "tan". No es complejo y casi que es matemático porque si llegas enloquecida a la casa del flaco con el que te ves casi diariamente planteándole que te parece asqueroso que haya usado tácticas similares para seducir a otras, es porque estás celosa. ¿Y celosa de qué? Exacto. Dos más dos. Y no estoy diciendo que los celos sean un acto positivo, pero a veces aparecen. Pican en el cuerpo hasta que saltas, y eso no te hace mejor ni peor. Simplemente, están. Y desaparecen en el instante en que volves a sentir seguridad y esa seguridad a vos te la planteó con tres palabras que te dejaron de cabeza. Tal es así que lo primero que hiciste fue huir. No le pediste de salir para pensar. Le pediste de salir porque sentiste pánico. Y cuando en el listado de preguntas nos cuestionamos si lo que estabas sintiendo tenía que ver con el amor, en ese momento lo confirmaste. Porque el pánico a veces también tiene relación. Y no el pánico del miedo que puede darte otro, si no el pánico de exponer tus emociones para que el otro las tome y las haga propias.
Durante ese recreo de pensamientos, Peter tuvo tiempo de subir al piso de Omar porque Cándida tenía un problema con los focos de luz del baño y los encargados de mantenimiento del edificio no llegaban nunca. También caminó hasta casa de Rocío para alcanzarle unas fotos que le encargó revelar y después no pidió permiso para entrar a casa de su hermano y merendar con Renata que estaba entretenida mirando un reality de juegos de los años noventa. Mientras tanto, vos vas al único lugar en el que podés encontrar un triunfo en el amor: la casa de tus papás. Ni siquiera es necesario preguntarles porque alcanza con mirarlos: tu mamá se sienta en la punta de la mesa después de haberte recibido con un abrazo y continúa tejiendo un saquito naranja para su nieta, y tu papá está sentado en el lateral de la misma mesa jugando al solitario. La televisión está encendida en un canal de construcción de casas de árboles y cada tanto los dos levantan la vista cuando algún comentario les llama la atención. Después tu mamá espía el juego de Oscar, cuando él no se da cuenta le mueve algunas cartas con la aguja de tejer, él chista al descubrir la trampa, la apunta con un dedo acusándola, ella se ríe y continúan cada uno en su actividad. Y todos los recuerdos que tenés de ambos son parecidos. Fueron pocas las veces que los has escuchado discutir y casi siempre fue por dinero. El que nunca sobraba. Pero después habían trabajado una complicidad tal que la pudieron arrastrar desde criar tres hijos hasta mantenerla a lo largo de los años, aún sabiendo que no son los mismos que a los veinte cuando se conocieron, pero que tampoco tienen ganas de dejar de serlo. «Todos tenemos miedo cuando empezamos a salir con alguien...» recordas que Mercedes comentó una vez cuando tu hermana les contó que creía estar enamorada de Franco, pero no sabía qué hacer por miedo a perder la amistad. «... pero hay que intentarlo. Te puede salir mal, sí... ¿pero mirá si me termino perdiendo una historia espectacular o una vida entera?».
Así que cuando volvés al edificio, ya está empezando a anochecer. En la recepción te vuelven a saludar, ya perdiendo la cuenta de las veces que entraste y saliste en el día, y subís nuevamente los doce pisos sin detenerte a hacerte tantas preguntas porque a veces no son necesarias. Tocas el timbre y esperas más que la vez anterior, pero Peter abre la puerta sin preguntar de quién se trata porque tal vez estaba esperando a alguien. O tal vez esperaba a que vuelvas. Y cuando sonríe, vos también. Y antes de entrar, le das un beso en la comisura.
―¿Querés que pida unas pizzas? ―te pregunta al abrir la heladera―. No tengo mucho para hacer.
―¿Vas a llamar a mi tío?
―Son mis pizzas favoritas.
―Entonces dejá que se las encargo yo así no te cobra... ―y le escribís rápido. Cuando dejas el celular a un costado de la mesada y volvés a levantar la cabeza, él está mirándote apoyado en la puerta de la heladera―. ¿Qué querés? Dejá de inhibirme.
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MAGNETISMO
RomanceEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...