Capítulo 26

1.1K 122 43
                                        

Chino cruza la puerta corrediza de la clínica, pone los brazos en jarra, exhala aire y sonríe. Cada vez que sale de terapia hace la misma posición y cada vez que sale de terapia Peter lo espera apoyado en el capot del auto. Se queda ahí parado durante unos segundos, como un superhéroe que recién sale a escena después de una secuencia en donde se mostró su preparación. La preparación de Chino está siendo la terapia y quizás sí se siente un superhéroe porque no todos son capaces de sentarse frente a una persona que, sin muchas palabras y con solo dos preguntas, te hace extirpar un montón de emociones que se acumularon en algún hueco desde la infancia o adolescencia.

―Bueno... ―Chino reacciona y da un aplauso al aire―. ¿Vamos al bingo? ―después golpea el hombro de Peter y él sonríe. Ese chiste también lo hace todos los días, aunque cambia la locación. La semana pasada fue el casino, la anterior fue el hipódromo.

―¿Cómo te fue?

―Bien. Hoy tuvimos una terapia grupal.

―Pensé que hacías individual ―Peter destraba las puertas y abre la suya. Chino da la vuelta para subirse al asiento aledaño.

―Sí, pero hoy me preguntó si quería sumarme a la grupal y como no quiero negarme a nada porque siento que el flaco me está psicoanalizando hasta cuando voy a mear, preferí aceptar.

―¿Y cómo te sentiste? ―le pregunta cuando ya están adentro y enciende el auto.

―Al lado de toda esa gente soy la persona más normal de éste país.

―Y eso es un montón.

―Exactamente ―Chino se ajusta el cinturón de seguridad―. Cada uno está pasando por distintos tipos de adicciones, pero a medida que los escuchaba lo único que pensaba es que soy sano y tienen que darme el alta ahora mismo. Y se lo dije al psicólogo.

―¿Y qué te dijo?

―Se rió y me avisó que la sesión de la semana que viene es una hora más tarde ―y el que se ríe es Peter, mientras gira el volante para sacar el auto del cordón―. Igual te digo que me hace bien, eh. Me gusta venir. Me doy cuenta que fluyo. Tendrías que empezar.

―¿Por?

―No sé, quizás porque seguís haciéndote cargo de tus padres comiéndote su sufrimiento y porque no te podés desvincular de una persona porque una vez les hizo un favor.

Silencio. Chino lo mira esperando una respuesta, pero Peter se mantiene rígido con la vista al frente esperando a que un auto termine de estacionar para que él pueda continuar el viaje. Sus manos abrazan el volante y las uñas las clava dejándole marcas, que quizás tiene ganas de causárselas a él mismo.

―¿Cómo andan ellos? ―repregunta al rato. Cuando el auto logró correrse y él pudo ponerse en marcha.

―Bien.

―¿Te enojaste?

―No.

―Sí, te enojaste ―confirma―. No lo dije para que te enojaras, boludo. Pero tampoco me digas que no tengo razón.

―Es problema mío, Chino.

―Sí, bueno. Hasta ahí... ―marca una línea dejando la mano suspendida en el aire―. Porque dejar de relacionarte con gente porque hablan de tu familia, me parece bastante estúpido ―y Peter se voltea a mirarlo―. Lo digo con la mejor de las ondas, eh. Pero pensalo, en serio... más allá de que Omar también intenta cuidarlos, el problema lo van a seguir teniendo, Peter. Omar se metió en política. ¿Te pensás que nunca nadie iba a hablar de la relación que lo une a tus viejos?

―Son sus órdenes.

―Es Omar, Peter. Todas sus órdenes son estúpidas ―sentencia y Peter esboza una risa―. Trabajamos para él y lo vemos, podemos decirlo. Pero a lo que voy es que tus viejos también lo saben y de los problemas que surjan tienen que hacerse cargo ellos porque no tenés nada que ver. No podés hacer que todo recaiga sobre vos.

MAGNETISMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora