―Lali... ¡Lali!
Te frenas en medio de la calle ―no hagan esto cuando están cruzando― y ves a Violeta. No reconociste su voz y pensaste que era Silvia o Yamila, al estar acostumbrada a solo oírlas ahora que comparten más tiempo en el piso. Así que cuando la ves, no sabés si ignorarla o esperarla. Pero la verdad que esperar en la mitad de la calle cuenta como acto suicida y no es el tipo de historia que estamos contando, así que, como tampoco querés hacerte la desentendida porque Violeta tuvo que correr esos metros al salir del canal, seguís caminando hasta llegar al otro lado de la vereda y la esperas.
―Te estoy llamando hace rato ―te dice cuando llega y no entendés si se trata de un reproche.
―No te escuché ―y te sacas el único auricular que tenés en una oreja, porque el par dejó de funcionar vaya a saber dios y el vendedor ambulante por qué―. ¿Qué pasó?
―Quería saber si podíamos juntarnos a hablar. Un día de estos... cuando puedas, en algún bar, si querés. Así también tomamos algo.
―Estoy con muy poco tiempo ―respondés con poca energía parlante.
―Pero es un rato.
―Entonces podemos hacerlo ahora. Antes de que se me vaya otro bondi ―y mirás hacia la parada que está en la esquina siguiente y en donde ya se sumó más gente en la fila.
―Creo que nuestra amistad es mucho más grande como para solucionar las cosas en un rato ―la notás malhumorada. No habla fuerte, pero cuando clava las uñas en la cuerda del maletín que le cruza por el pecho, es porque está nerviosa o enojada.
―No creo que haya nada que solucionar, Viole.
―¿Entonces por qué dejaste de hablarme? ―cuestiona con razón. Exhalas y bajas apenas la vista a sus pies en los que descubrís que usa tacos. No sabías que Violeta usaba tacos―. Yo entiendo tu postura, pero estamos hablando de lo mismo, Lali. Esto era tan importante para vos como para mí... y no estoy diciendo que te ayudé a acercarte al tipo ese por conveniencia, sino porque realmente quería que lo consigas porque a nosotras siempre nos costó un montón ocupar un lugar en éste trabajo de mierda ―y no habla de ustedes dos solas, sino del género en sí―. Sabemos cómo se manejan, conocemos a Jorge, soportamos su acoso y abuso de poder constantemente, ¿e iba a permitir que nos vuelva a ganar otro varón que de lo único que sabe hablar es de fútbol?
―Viole, te pedí un favor y no lo cumpliste. Ese artículo no tenía que ver sobre mí y complicaste muchas cosas.
―Entonces bajate ―dice. Y alternas en sus ojos―. Sí, boluda. Si no estás de acuerdo, bajate. Deciles que no querés estar en el piso, rechaza la oficina nueva y pedí que te pongan con los demás ―pero no emitís sonido―. ¿Ves? Vos también lo querías.
―Es que no tiene que ver con eso...
―Sí, Lali. Tiene que ver con eso porque las dos queríamos un poco de prestigio. Ni siquiera te digo todo, sino una cuota. Y no está mal porque para eso estudiamos, para esos nos preparamos diariamente y para eso salís todos los días a la calle. Y, aunque no lo quieras admitir, sé que hubieras hecho lo mismo por mí ―tragas saliva y, automáticamente, tu cabeza imagina esos escenarios: vos ayudando a Violeta a conseguir una buena nota periodística, vos protegiéndola de cualquier compañero que quiera rebajarla, vos insistiéndole en que suba el artículo sin importar las consecuencias porque lo más importante es luchar por lo que una quiere, vos abrazándola por conseguir el ascenso o aplaudiéndola porque logró mantener el puesto laboral por el que tanto luchó―. No me eches la culpa de algo que ni siquiera te animaste a contarme. Porque te juro que si me explicabas que esto perjudicaba a alguien que querías, entonces no lo hubiera mandado.

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MAGNETISMO
RomanceEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...