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Al llegar a Portland nos bajamos de la camioneta, dejando a April acostada en los asientos, la cual había vuelto a dormir tras haberme contado lo anterior.

Una Jade algo agitada corría hacia nosotros, dándonos un fuerte abrazo y al final acercándose a April, tocando su ardiente frente.

—No hay rastro de ellos. – dice Jade, girándose hacia nosotros. – Parece ser que la tierra se los ha comido vivos.

—Si es que siguen vivos. – dice Hunter, cruzándose de brazos.

—Cameron tardará más horas en llegar. – dice Jade, tomando su celular y tecleando en él. – Debemos encontrar la manera de ayudarla o morirá.

—Esto se acabó. – dice Hunter, suspirando. – No podremos salvarla...

—Te equivocas. – dije, mirándolo, a lo que todos nos miran. – ¿Acaso no recuerdas lo que le hiciste?

—Hunter, ¿de qué habla? – pregunta Damien, acercándose.

—No lo sé, el utilizar su aura le afecta. – dice Hunter, un tanto nervioso.

—No te hagas el idiota. – digo, apretando con fuerza mis puños. – Tú la alejabas de Michael cuando ella tenía permitido verlo, aunque sea una vez por mes o quizá más. – frunzo el seño, molesto. – Tú rompiste las reglas, rompiste la promesa que yo le hice a ella.

—Tú no sabes nada. – murmura Hunter, furioso.

—Puedo ver tus recuerdos sin siquiera mantener el mínimo contacto contigo, sé en qué lugar piensas.

Tras un largo silencio de parte de todos, una dulce voz nos hizo girar la cabeza en dirección hacia la camioneta, hacia la chica que hace un momento dormía.

—El lugar donde el sol brillaba demasiado. – dice ella, débilmente mientas tose un poco. – El lugar de las casas...

April se sentó a duras penas, provocando que el cabello se posicione frente a su rostro, lo que me hizo sonreír un poco y al acercarme a ella, se lo aparté con delicadeza.

—Iremos a buscarlos. – la miré a sus ojos cansados y rojizos. – Te lo prometo y ahora yo seré el que cumpla aquello, no le dejaré el trabajo a alguien más... no de nuevo. – tomé su mano y ella asintió.

Me giré hacia los demás, con seriedad y realmente decidido ante esto.

—Vamos, ella nos guiará. – dije y ellos asintieron.

Pero al caminar hacia las camionetas me interpuse entre la chica nueva y una de ellas, a lo cual todos nos miraron.

—Excepto tú. – murmuré y ella frunció el seño.

—Alex, ¿Qué sucede? – pregunta Damien, a punto de abrir la puerta de piloto.

—Ella es la causante del virus que ataca a April.

—No entiendo... – dijo Rosie, haciéndose la inocente, pero solo April y yo podíamos ver sus malas intenciones.

—Alex... – escuché a April.

—Ella no irá. – me giré hacia Damien. – Si no la quieren dejar sola, entonces alguien debe quedarse con ella.

—Bien. – dice Damien.

Pero un quejido nos hizo voltear hacia la camioneta en la que hace un momento iba con April, la cual parecía estar rodeada de un aura rojizo.

No dudé en acercarme rápidamente hacia ella, pero ese aura pareciera una cúpula de protección, ya que no me dejaba avanzar más allá.

Ella tan solo miraba algo frente a ella que no podía ver yo.

Pero lo que más nos sorprendió es que, con tanta agilidad y facilidad para ser una chica que estaba a punto de morir y que había convulsionado anteriormente, ahora mismo se encontraba corriendo.

Alejándose de nosotros hacia una dirección que desconocemos.

Por el momento.

—¡A las camionetas! – grita Damien y todos nos subimos, sin siquiera pensar en lo que anteriormente sucedió con Rosie, ahora mismo April es la prioridad.

APRIL

Por alguna extraña razón una cúpula me envolvió entera, pero eso no era lo que me preocupaba, porque la cúpula era fácil para mí el atravesarla.

Lo que me llamó la atención fue una bola de aura frente a mí, una bola rojiza que parecía llamarme y que, al parecer, nadie más veía.

Solo yo.

Aquella bola salió disparada y yo corrí hacia donde se dirigía, sintiéndome más fuerte, quizá por la cúpula que aún permanecía a mi alrededor, como si ésta me ayudase a resistir mi futura muerte.

De alguna manera sabía que esa bola me llevaría a Michael, algo muy dentro de mí me lo decía, por lo que confiaba plenamente en ella.

De pronto, la cúpula pareció alzarme en el aire y con fuerza, hacerme atravesar unos edificios hasta llegar al otro lado de estos, para luego dejarme en el suelo y al final, ésta desaparecer conforme me levantaba.

Comencé a caminar un poco débil hacia lo que parece ser un faro, que se encuentra junto a una casa enorme, con el mar hacia el fondo de éstos, lo que lo hacía ver bellísimo.

Una bellísima vista que nunca podré olvidar.

Al fondo pude ver como la bola rojiza se quedaba quieta, como si esperase a que yo siguiese mi camino.

Del mismo modo continué caminando hasta ver a una persona a lo lejos, sentada en una gran roca, mirando hacia el mar con un semblante tranquilo y serio como siempre lo tuvo.

Y ese cabello...

Aquel cabello dorado que brilla con la luz del sol que comienza a salir, haciendo que sus ojos azules tengan un brillo único.

Lo único diferente en él eran sus mechas rojizas, que ya no se encontraban, pero eso lo hacía ver aún más maduro.

Tan similar a mí.

Porque yo tampoco portaba las mechas que hace cinco años tuve en mi adolescencia y ahora mismo, a mis veintitrés años, decidí cambiar algunas cosas.

Caminé lentamente hacia él, contemplándolo de pies a cabeza, mientras notaba como la bola de aura se dirigía hacia él y éste levantaba su mano, tomándola y haciéndola desaparecer, mientras se ponía de pie, tan tranquilamente.

—Sabía que vendrías. – se giró hacia mí.

Y si, definitivamente es él.

Michael se encuentra frente a mí después de cinco largos años.


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[COMPLETA] ✓ AURA: LA REINA DE HIELO II [SAGA AURA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora