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APRIL

Mi cuerpo flotaba con tanta tranquilidad.

La pesadez se esfumaba como si fuese una ligera pluma cayendo por los aires.

Como un ave volando en un majestuoso entorno, obteniendo la tranquilidad, el viento chocar en sí mismo y la felicidad al ser libre.

Libre de todo problema.

Pero la pesadez comenzó a llegar a mí, haciéndome despertar de golpe, lo que me hizo sentir un fuerte dolor de cabeza.

Todo me comenzó a dar vueltas y al tocar mi cabeza, pude sentir un líquido en ella.

La sangre se apoderó de mi mano, lo que me hizo asustarme tanto.

Me puse de pie y me apoyé en la pared de lo que parece ser un gran pasillo oscuro y realmente frío.

—Alex... – murmuré, pero solo se pudo escuchar el eco de mis palabras.

Caminé hacia enfrente, sin poder ver la salida de éste gran pasillo.

—Michael...

No había ruido alguno.

Tan solo mis jadeos de dolor, mi respiración entrecortada y el silencio de este enorme lugar.

Mi estomago comenzó a dolerme tanto, como si tuviese alguna herida, lo que no dudaba por la sangre que se encuentra en mi blusa.

Miré mi muñeca y pude ver la rosa en ella, con menos pétalos que los de antes, lo que indica que sigo muriendo poco a poco.

Continué mi camino, girando a otro pasillo que se encuentra a mi derecha hasta ver una luz al final, por lo que corrí un poco, adolorida, pero capaz de poder llegar bien a la salida.

Al llegar a ésta, me detuve al ver el enorme barranco con una altura de más de cien metros.

El aire frío comenzó a chocar en mi rostro y ahora mismo, agradezco el que Alex me haya dado su chaqueta, porque solo así podía cubrirme de la helades que parece haberse apoderado de la ciudad.

O del mundo.

Me abracé a mí misma mientras veía como el vapor sale de mi boca, pero éste es rojizo, como mi aura, lo que me hace confundirme un poco, pero quizá sea por la marca en mi muñeca.

Miré hacia adelante y pude ver un enorme castillo de hielo a lo lejos, brillando a pesar de que el sol se ha esfumado del cielo.

Sé que ahí deben de estar Alex y Michael, incluso los demás que no sé realmente lo que sucedió con ellos.

Pero sé que debo rescatarlos de alguna manera.

Miré hacia abajo y pude ver una pequeña roca sobresalir de la montaña, lo que me produjo escalofríos, pero debía intentarlo.

Debía bajar.

—Bien, April... todo saldrá bien. – me dije a mi misma, acomodando mi cabello que se despeinó un poco por el fuerte viento.

Me agaché un poco y me di la vuelta, bajando mi pie a la altura de donde se encuentra aquella roca que sobresale, sintiendo un enorme alivio al sentirla, por lo que solté el aire que tenía retenido.

Volví mi vista hacia abajo y pude ver otra roca sobresaliendo, por lo que posicioné mi otro pie en ella, para así comenzar a descender con tranquilidad y con algo de miedo por la altura mortal.

Al ir un poco más abajo, comencé a escuchar un fuerte ruido arriba, por lo que subí la mirada y vi una enorme criatura al borde de la montaña, mirando en dirección al castillo de hielo, como si estuviese cuidándolo de alguna manera.

Esa criatura parece ser un especie de gran dragón de hielo que, a simple vista, parece matar a todo lo que se le atraviese frente a él, por lo que bajé la mirada y cerré mis ojos, con miedo.

—Tranquila... – me dije a mi misma, tratando de calmar mi miedo.

Abrí mis ojos y continué bajando lentamente, y claro, con el menos ruido posible, pero la criatura comenzó a hacer un ruido extraño, por lo que volteé a verla y pude notar su mirada en mí.

Mi corazón comenzó a palpitar con rapidez al escucharlo rugir con fuerza en dirección hacia mí, lo que me hizo temblar de arriba hacia abajo.

Esa quimera quiere acabar con mi vida.

La criatura comenzó a descender hacia donde yo estaba, a una velocidad increíble que no podría superar ni loca.

Mi corazón se detuvo por un segundo, tratando de asimilar lo que sucede ahora mismo.

O lo que está a punto de suceder si no reacciono.

Miré mis manos que se agarraban con fuerza de la roca sobresaliente, pero todo sucedió tan rápido que en cuestión de segundos ya me encuentro en las garras de la criatura, la cual me está tomando de la cintura.

Sin darme tiempo para reaccionar ya nos encontramos los dos hacia el vacío, con miedo miré hacia abajo y pude ver unas estacas de hielo incrustadas en el suelo, como si fuese la trampa mortal a la que me estoy enfrentando.

Cerré con fuerza mis ojos, sintiendo el aura de fuego emanar de mí, sintiendo como todo se quema dentro de mí.

Teniendo las fuertes llamas saliendo de mi piel, por lo que la criatura me soltó, chillando con fuerza y yo, tan solo seguí cayendo.

De igual manera, sintiendo que soy una simple pluma que ahora cae con mayor rapidez y que ahora, todo podría salir mal si no reacciono.

Abracé con fuerza mis rodillas mientras seguía cayendo, hasta que sentí como algo más salió de mí, algo inexplicable que me hacía sentir por un momento vacía.

Aquella cosa me cubrió, por lo que solté mis rodillas y me dejé llevar por aquello desconocido que me producía tanta confianza.

Abrí mis ojos y pude ver a un enorme ave fénix cubriéndome, mientras me rodea con su fuego, protegiéndome de alguna manera.

En sus ojos pude ver la bondad, la paz, la verdadera confianza que podría mostrar el ser vivo.

Porque ahora mismo, éste ave fénix lo es.

Es la perfecta representación de mí misma.

Estiré mi brazo y logré tomarlo de la espalda, sintiendo como me atrae hacia él, haciéndonos volar por los aires.

Miré hacia abajo y pude ver todo el bosque cubierto de hielo, toda la vida siendo congelada por aquella chica que llegó para destruir todo a su paso.

La rabia comenzó a apoderarse de mí y al parecer, el ave fénix también lo sintió, por lo que su fuego se avivó aún más, haciéndome sentir tan fuerte, más de lo normal.

—Vamos por ella. – murmuré y el fénix asintió, dirigiéndose hacia el castillo.


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[COMPLETA] ✓ AURA: LA REINA DE HIELO II [SAGA AURA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora