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— ¿Alguien me pasa la sal?

La pregunta de mi hermano se escuchó por todo el comedor, todos lo miramos y asentí cogiendo la sal por lo que mi padre me dio un manotazo.

— Lo siento — agaché la cabeza.

Mi hermano y yo teníamos prohibido echarnos sal en la comida, según nuestros padres era malo, pero a mi se me había olvidado eso ya que tenía más cosas en la cabeza. Mi madre me echó una mirada aterradora y tuve que contener mis ganas de apartarme el plato de en frente y dejar de comer, porque sino iba a pasar lo que siempre hacían. Seguí comiendo ignorando la conversación que estaban teniendo mis padres y me dediqué a pensar en los dibujos que pintaba por las noches.

Intente contener una sonrisa al recordar los colores que usaba para pintar los dibujos, eran tan bonitos que me hacían muy feliz, mi color favorito era el rosa. Me imaginé como pintar uno de mis dibujos pendientes y seguí comiendo. Sentí un tirón de pelos y esbocé esos pensamientos que tenía para encontrarme a mi madre cogiéndome del pelo y señalando el vaso de agua.

Todos habían bebido agua menos yo. En mi casa cada vez que mis padres bebían agua, mi hermano y yo teníamos que hacer lo mismo, no podíamos beber agua por nuestra cuenta, solo cuando mis padres lo hicieran. Si alguien no bebía agua, era castigado.

— L-lo siento, no me he dado cuenta.

— ¿En que pensabas? ¿Eh? — hincó sus uñas en mi brazo.

— Nada, nada, solo en las tareas de después.

— ¿Tareas de después? Serás una imbécil, ven, yo te voy a enseñar la tarea.

Negué mucho con la cabeza cuando me levanto de la mesa, me pego un manotazo en la cara y luego un puñetazo en la barriga. Empecé a llorar del dolor, me palpitaba la cara y sentía que no podía respirar bien, mi madre me llevó al pasillo y empezó a pegarme. Manotazos, puñetazos en todos lugares del cuerpo, en los brazos, tirones de pelo, y me agarraba del cuello con fuerza para hablarme cuando iba a terminar de pegarme.

Cada vez que me cogía del cuello sabía que iba a terminar, solo me daba la charla de siempre y luego volvíamos a hacer lo que estuviéramos haciendo. Solo que esa vez fue diferente.

Me apretó el cuello con tanta fuerza que deje de respirar, ella de mientras me pegaba en el abdomen, dejándome cada vez peor de respiración. No encontraba el aire, no podía respirar, sentí mis músculos caer y vi todo borroso.

¡NO!

Me senté en la cama corriendo, toque mi cuello intentando respirar, coger aire, pero no podía. Tenía un ataque de ansiedad, puesto a que no era la primera vez que tenía uno así que agarré fuerte las sábanas y cerré los ojos. Inspire por la nariz y expire por la boca, así varias veces hasta que logré calmarme, abrí de nuevo mis ojos mirándome el cuerpo a lo que solo tenía los moretones de siempre que por fin estaban desapareciendo. Al darme cuenta de que todo había sido una pesadilla y me encontraba en la casa de mis amigos, me acosté aliviada.

Miré la hora y era la de comer, me sorprendí por eso pero supuse que por culpa de la pesadilla y de la mala noche que había pasado era normal despertarse tan tarde, por suerte mis padres no estaban para pegarme por despertarme tarde. Salí de la habitación estirando mis piernas y brazos bajando las escaleras para ir a la cocina, llegue esperando que estuvieran preparando la comida pero no había nadie, de hecho la casa lucía silenciosa esta mañana, llamé en voz alta a Hanne, dije el nombre de Adler, pero nadie apareció. No me atreví a subir a sus habitaciones por lo que empecé a hacerme la comida. Ya había pasado una semana y media de que me había mudado de mi casa a esta, me dijeron que podía comer lo que quisiera cuando quisiera, o más bien Hanne, su hermano últimamente me dirigía poco la palabra. Según su hermana, era porque estaba ocupado aprendiendo un idioma para no sé qué.

Así que me puse a hacerme la comida, arroz tres delicias, cuando ya los serví en un plato fui al comedor para comer allí, como hacíamos siempre, y me encontré una nota. Era de Hanne y ponía.

Buenos días Shirley, si no nos encuentras en la casa es que iremos a ver a un amigo de nuestros padres, tenemos que recoger una cosa que nos dejará y volvemos, espero que volvamos pronto para la tarde, te quieroo.

Hanne.

Asentí despreocupada por cuando vinieran y empecé a comer tranquila, si alguien me hubiera dicho cuando yo era más pequeña que a día de hoy me encontraría comiendo en una mesa sola, jugando con los cubiertos, comiendo sal, e incluso bebiendo agua cuando quisiera, no me lo habría creído. Estaba muy cómoda en esta casa, mis tíos ya ocuparon mi antigua casa por lo que por ahí no me asomaba ni para espiar, me quedaba todo el día en esta casa o alguna tarde nos íbamos a pasear al bosque donde venían Luke y Jakob, el primero siempre igual de coqueto, y el último siempre igual de callado.

Las primeras veces que íbamos al bosque me ponía nerviosa porque me daba miedo encontrarme con algún animal peligroso que me pudiera cortar una pierna, pero Luke me aseguró que si me llegaba a encontrar un animal será una ardilla y ya está. A partir de ese día me tranquilicé y el bosque dejó de darme el miedo que me causaba en un principio.

Terminé de comer y me levanté para llevar el plato a la cocina y fregarlo, pero a mitad de camino escuché un ruido, me quedé quieta como si hubiera visto un fantasma, mi corazón latía tan fuerte que incluso lo escuchaba y mis manos estaban aferradas al plato que ya no contenía ni un grano de arroz. Temblorosa, llegue a la cocina lentamente.

¿Sabéis esas personas que cuando están en una escena de terror salen corriendo? Bueno pues yo soy todo lo contrario, cuando me siento atacada o que estoy en peligro, en vez de correr mis piernas fallan y voy más lenta que nadie.

Volví al sitio donde había escuchado el ruido, no había nada ni nadie, solo una puerta entreabierta, la abrí con mucho cuidado y baje las escaleras, me tuve que agarrar de la barra que tenia al lado para no hacer ruido o caerme por las escaleras, estaban oscuras y no veía nada. Supe que era un sótano en cuanto llegué, lo que menos me esperaba era encontrarme a tres personas muy conocidas.

— Mierda — dijo el de gafas.

Me quede en shock al ver la situación, las dos otras personas se dieron la vuelta y al fin pude reaccionar. Hanne, Luke y Jakob se encontraban en el sótano, nada más y nada menos que...

— Shirley — dijo Hanne.

— Hola princesa — sonrió Luke divertido.

— Deja que te expliquemos, ¿vale?

Miré a la chica que se encontraba en medio de los dos chicos y negué con la cabeza, no quería ninguna explicación de ella, sobretodo porque no estaban ellos tres solos en el sótano.

— No me dirijas la palabra, no pienso escuchar lo que quieres decirme.

Aun en shock, subí poco a poco las escaleras pero mi espalda chocó con el pecho de alguien a lo que esta persona me puso una mano en el hombro.

— No sería muy inteligente de tu parte que te fueras.

Decidí ignorar su voz en mi oído y quite su mano de encima mío, solo que enseguida este me agarro del brazo, firme, su voz sonó mucho más grave y lo que dijo hizo que mi cuerpo se tensara y mi corazón latiera más fuerte.

— Te quedas aquí, Shirley Wilson.

ShirleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora