XXIII

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Esa noche no había podido dormir bien, tenía bastante miedo de que mi hermano llegara y nos atrapara desprevenidos, no teníamos las cámaras puestas aún porque recién llegábamos entonces nada nos podía avisar de que habían llegado. Por suerte, no había pasado nada, así que pude descansar un poco más por la mañana cuando me asegure de que Adler y Luke estaban despiertos.

Ya levantadas y vestidas con ropa nueva, fuimos a la habitación donde los chicos estaban, para ayudarlos con lo que estuvieran haciendo. Al entrar no sabíamos muy bien que hacían, hasta que entre todo el montón de cosas que habían en la mesa pude reconocer que eran cámaras. Las cámaras que íbamos a poner en la avenida.

Mientras Luke conectaba las cámaras que Adler le daba a la aplicación de seguridad, donde se podían ver en muchos ordenadores lo que la cámara captaba en el momento, Hanne y yo desenrollábamos los cables que habían para conectarlos a cada cámara para activar el sensor y el sonido.

Ya habíamos desayunado cuando nos despertamos antes de volver a dormirnos, así que esa mañana solo teníamos que coger el auto y volver un poco para poner las cámaras, lo suficientemente buenas como para que llegara la conexión desde cinco minutos largos de la casa hasta esta. Ya con las cámaras programadas y los cables conectados, nos montamos en el auto y Adler arrancó bastante rápido por lo que me asusté.

— Ya hemos llegado.

Cuando nos bajamos, a los costados de la avenida habían árboles y bastante hierba, como si fuera un mini bosque, Luke me indicó donde poner las cámaras para que no se vieran pero si captaran la carretera mientras Adler hacía lo mismo con su hermana. Ya todas colocadas los chicos se encargaron de encenderlas y hacer algo raro para que la batería de estas cámaras estuviera al cien todo el tiempo.

A la vuelta Adler fue más tranquilo, pero no tanto, Luke se metió a la habitación con todas las pantallas de las cámaras para trabajar algo, Adler empezó a afilar en la misma habitación las navajas y nosotras dos nos dedicamos a desempacar las maletas.

Tratamos de distraernos lo mejor posible con música pero ambas sabíamos que estar alerta era lo menos que podíamos hacer, nos tranquilizaba un poco tener ya las cámaras puestas pero igualmente sentíamos que todo iba a salir regular. Para calmar el ambiente tenso de ambas retome una conversación que se empezó en el coche.

— ¿Cuando te harás un piercing?

— Pues me gustaría hoy la verdad, ya que no tenemos mucho que hacer y los chicos estarán ocupados poniendo las trampas en la casa.

— Pues estaría bien, nosotras solo somos ahora mismo un peso, ni siquiera sabemos dónde poner trampas ni como, si quieres vamos después de comer o así.

— Perfecto, tengo pensado hacerme el septum.

— No tengo idea de cuál es ese piercing.

— El de la nariz este.

Me señaló donde se quería hacer el piercing y no me pude sorprender más, toque la misma parte donde señalaba en mi nariz y negué con la cabeza al pensar en el dolor. Que una aguja traspase tu nariz era horroroso, no podía imaginarme lo que le iba a doler a Hanne hacerse ese piercing, por suerte a mi no es que me gustaran mucho las perforaciones en la cara, así no tenía que sufrir dolor por una aguja. Con el miedo que me daban a mi las agujas, si casi me desmayaba cuando de pequeña me ponían vacunas o me sacaban sangre, hacerme un agujero para siempre en algún lado de mi cuerpo, no me hacía mucha gracia.

El día estaba nublado por lo que decidimos quedarnos en casa en vez de salir a la playa un rato, Hanne propuso hacer chupa-chups de chocolate, así que acepté. No se me daba muy bien la repostería pero iba a hacer lo posible por hacerlo bien, si quedaba mal me iba a dar un patatús. Cogimos los ingredientes, ya teníamos el bizcocho hecho, lo compramos en la tienda de repostería, cogimos chocolate blanco y chocolate con leche, colorantes, pepitas para decorar y palitos.

ShirleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora