Capítulo 7

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Skyleen

El corazón me latía a mil por hora, los poros de mi piel comenzaban a generar una suave capa de sudor, sentía que no podía controlar mi respiración, y por si fuera poco, todo a mi alrededor comenzaba a transcurrir lentamente.
Debía mantenerme concentrada si quería ganar esta carrera. No es que estuviese preocupada, pero conozco a Killian y sé que tiene un gran incentivo que lo impulsara a darme una dura batalla. Él y yo ya somos rivales por naturaleza, aunque hoy ambos tenemos mucho que perder, por un lado, él no podrá darme ninguna excusa o tener escapatoria alguna a todas mis preguntas, me deberá decir la verdad y contarme hasta el más mínimo detalle, cosa que él odia hacer, ya que prefiere seguir manteniendo su pasado en el anonimato. En cambio, yo, estoy arriesgando la poca dignidad que me queda. Si Killian llegara a ganarme esta carrera deberé pasar el resto de la tarde desnuda y en su cama, permitiéndole total control sobre mi cuerpo sin poder dar ni una sola opinión.
Odio que Killian me ponga en estas situaciones, apenas ayer le eché en cara el trato denigrante que me daba como mujer al utilizarme como método de olvido o distracción de sus problemas. Estaba harta de ser una pieza más en su tablero, a la cual puede mover a su antojo mientras le sea útil, aunque detesto aún más que una parte de mí ansié volver a sentirlo dentro.
Estoy tan cansada de tener esta constante pelea conmigo misma, donde no hago nada más que contradecirme siempre acerca de mis sentimientos hacia Killian. Un día lo odio hasta la muerte y al siguiente lo necesito para sentirme viva. No entiendo por qué está pasándome esto, ambos estamos más que jodidos y se suponía que no íbamos a conocernos, mucho menos involucrarnos. Killian es mi maldito karma, una jodida maldición de la cual no puedo deshacerme por mas que lo intente. Ya no es posible, ahora tanto él como yo nos deseamos de una manera enfermiza y agotadora, lo qué hay entre nosotros terminará por consumirnos de la peor manera, pero ya no hay forma de detenernos.
En los pasados días no he dejado de pensar en una cosa; en huir. A veces sólo quisiera huir de todo.

- ¿Lista, nena?- preguntó con un ligero tono arrogante.

Coloqué mis audífonos en mis oídos y reproduje aleatoriamente la música desde una aplicación de mi teléfono. Escuchar canciones movidas siempre me animaba más y me impulsaba a superar mi límite, por lo tanto, esta era la ocasión perfecta para intentar cambiar mi récord.
Lo primero que se puso en los pequeños audífonos blancos fue la canción Runaway de Galantis, lo cual me hizo sonreír de manera involuntaria ante la ironía.
No demoramos en tomar nuestras respectivas posiciones, colocando el pie derecho adelante, un poco flexionado, mientras que la pierna izquierda estaba ligeramente estirada. Me aseguré de mantener mi espalda firme y mis codos flexionados, el derecho hacia adelante y el izquierdo hacia atrás, sin dejar de fijar la vista al frente. Quería estar lo más concentrada posible, pero las insistentes miradas de Killian me ponían nerviosa. No quise responder a sus provocaciones, en ningún momento me di la libertad de mirarlo, pero podía percibir aunque fuera de reojo sus expresiones soberbias.

- Uno- dijo Killian, comenzando la cuenta atrás.

- Dos- seguí, soltando el aire que comprimía mis pulmones.

- ¡Tres!- ambos dijimos al unísono, partiendo carrera a toda velocidad.

Tenía claro el objetivo, nada me detendría. El aire se volvió mi mayor propulsor, sentía que volaba, y en combinación con el ritmo de la música, el cual me proporcionó un ambiente excitante, me convertí en una persona imparable.
Killian venía justo a mi lado, igual que un maldito rayo.
Las piernas me dolían, como si tuviera acero incrustado en ellas, el cual me impedía levantarlas. Ni mencionar las pantorrillas, esas me ardían aún más con cada trote que daba y en mi pecho tenía la sensación de llevar una daga clavada en el mero centro, la cual se incrustaba más a fondo cuando me tomaba la libertad de respirar.
El entumecimiento se expandió por todo mi cuerpo, al igual que el sudor. Me estaba quedando sin fuerza, ya no podía más, en cualquier momento mis piernas se doblegarán y me harán caer directo en el pavimento. El esfuerzo e intensidad con el que estaba llevando a cabo esta carrera era una locura, jamás había hecho algo así, cualquiera diría que estoy corriendo por mi vida, pero en realidad sólo estoy tratando de librarme a toda costa de cometer un grave error.
Todo parecía indicar que Killian y yo lograríamos un empate. Eran pocos los centímetros que nos separaban, a veces yo tomaba la delantera y otras veces él lo hacía, pero si seguíamos corriendo a esta velocidad ninguno se declararía como vencedor. La farola estaba cada vez más cerca, podía saborear la victoria, estaba tan cerca, así que no lo pensé dos veces en dar mi último esfuerzo y gastar la poca reserva de energía que mis piernas aún guardaban para correr lo más rápido que pude. Aunque la satisfacción de ser la primera duró tanto poco, ya que comencé a desacelerar debido a que mis pies, mis pantorrillas, mis piernas y mi respiración no podían más. Fue entonces que Killian aprovechó esa magnífica oportunidad para gastar su reserva de energía. El muy tarado esperó a que yo lo hiciera para tomar ventaja de mi debilidad.
No pude hacer nada. Killian había ganado la carrera, lo que significa que yo tendría que pagar con creces mi derrota.

Amor Inquebrantable (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora