Capítulo 16

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Killian

Me siento como un completo idiota. Nunca le había hecho un regalo a nadie y el que Skyleen sea la primera en serlo lo hace muy extraño.
Se supone que nuestra relación tenía como único propósito el odiarnos a muerte y gritarnos hasta quedarnos afónicos, pero sin darnos cuenta, permitimos que algo entre nosotros cambiara. No me atrevo a decir lo que es, pero indudablemente hay días en los que tengo esta extraña presión en el pecho cuando la veo, sin mencionar que su risa hace que quiera guardar el sonido en una botella para volver a escucharlo en mis días mas jodidos, o que su sonrisa sea la única cosa que quiero proteger en este maldito mundo.
Siendo honesto, el tener estos pensamientos y emociones me hace sentir como un completo estúpido. Creía que era capaz de mantener todo bajo control y dominar no sólo mis sentimientos, sino también a las personas. Solía tener un perfecto orden en mi vida porque todos a mi alrededor se sometían ante mí y no permitía que nadie cruzara la línea conmigo, pero he dejado que Skyleen vaya demasiado lejos.
Nunca pensé que diría esto, pero hay momentos en los que ella es quien tiene el control sobre mí. Detesto admitir que Skyleen ha logrado volverme vulnerable, y me odio a mi mismo por no poder mantenerme alejado de ella, pero es la única mujer en todo el maldito universo que podría hacerme caer de rodillas con una sola palabra.
Mi vida ya es un asco, pero sin Skyleen Evans sería como bajar al mismo infierno.
Es por eso que no soporto su estúpida decisión sobre mudarse lejos para estudiar. No hay diferencia alguna en hacerlo en Nueva York a hacerlo aquí en Miami. Después de revelarme sus planes, no he sido más que un niño caprichoso tratando de impedir a toda costa que eso suceda para no perder su juguete más valioso.
Skyleen es consciente de lo mucho que detesto la inminente separación, pero si lo único que tengo son unos días, entonces haré que el tiempo restante valga la pena. Eso hasta encontrar una manera de hacerla desistir de ese viaje de mierda.
Skyleen no puede irse. No dejaré que me abandone. Ella es mía y tal parece que aún no lo entiende, pero la obligaré a hacerlo y para ello tengo planeado manipular su mente en primer lugar. Haré que conozca un lado de mí, el cual jamás ha visto, ya que he tratado de reprimirlo hasta ahora, pero este es mi último As bajo la manga.
Le recordaré el porqué decidió entregarse a mí y le daré lo que jodidamente ha esperado de mí todo este tiempo. No soy alguien romántico, mucho menos cariñoso o amoroso, odio esa mierda cursi, pero puedo tratar de fingir serlo por una noche.
Todas las mujeres esperan el mismo comportamiento de los hombres. Es tan divertido lo fácil que puede ser manejar a una mujer con el simple hecho de darle lo que quiere. Esperan sentirse valoradas, queridas, recompensadas y halagadas. Sky no es diferente al resto en esa cuestión, podrá ser atrevida, rebelde, valiente y una total fiera, pero al final, sigue siendo una mujer esperando encontrar al maldito príncipe azul. Por desgracia, yo no lo soy, ni mucho menos pretendo ser el jodido héroe de la historia. Creí que ya quedado bastante claro mi verdadero papel en nuestra relación. Yo soy el villano, aquel hijo de puta que corrompe a la princesa, el que toma lo que quiere de ella y termina por atraparla en lado cruel y oscuro. No soy lo que ella quiere, jamás lo seré, pero Skyleen es mi dolor, mi fantasía y mi perdición. Ella es el ángel perfecto para un demonio como yo.
Es por eso que, aprovechando su ausencia de ayer, decidí comprar algunas cosas para ella, las cuales dejé en su habitación cuando entró a la ducha. Justo ahora estoy esperándola a fuera de casa, apoyado sobre la puerta del copiloto mientas abrocho los gemelos de mis mangas. Para esta noche elegí un traje negro, una camisa del mismo color con unos cuantos botones desabrochados. Por suerte no hacía un frío de mierda, sólo una ventisca fresca, el clima perfecto para lo que tengo planeado.
De pronto, escucho la gran puerta abrirse y el sonido hueco de unos tacones, lo cual me hizo levantar la cabeza y quedarme completamente idiotizado. El vestido que compré se ajustaba maravillosamente a las curvas de Skyleen, haciéndola lucir como una diosa. Los tacones cubrían su delicado pie, como si hubiesen sido creados solo para ella. He de admitir que el color negro hacía de su piel más brillosa que las mismas putas estrellas, sin mencionar que el maquillaje de tonos oscuros hacían resaltar aún más el azul grisáceo de sus ojos, o que su cabello recogido en una coleta baja era como ver una cascada de oro descender sobre su espalda.
Era jodidamente preciosa, pero no contribuiré en aumentarle el maldito ego.

Amor Inquebrantable (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora