Capítulo 19

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Killian

Desde la muerte de mi madre y hermano no he vuelto a sentir miedo en mi vida, pensaba que había logrado deshacerme de ese jodido sentimiento, pero con Skyleen, siento que vuelto a ser ese niño aterrorizado. Pensaba que después de haber sobrevivido al mismo infierno sería invencible, y así me sentí por un largo tiempo. Era poderoso, temido, incorregible, y una persona a quien nadie en su sano juicio se atrevería a contradecir o enfrentar, pero sólo bastó la inesperada llegada de una chica rubia, de estatura baja, belleza inigualable y un maldito carácter de leona para convertirme en un puto chiste. 
Estaba seguro de lo fácil que sería destruirla, la creía ingenua, desubicada y muy inocente, básicamente era un blanco sencillo para mí. Quería vengarme de mi padre por destruir mi vida, y pensé que la mejor manera de hacerlo era pagarle con la misma moneda, por lo que supuse que Skyleen era mi pase para hacerlo.
Todos esos planes se fueron a la mierda. Ni siquiera me di cuenta en que momento los papeles se invirtieron de tal manera que me dejé a mí mismo en la palma de la mano de esta chica.
Tan sólo pensar en lo que ahora ella significa para mí me dan ganas de vomitar y pegarme un tiro.
Jamás pensé que una mujer pudiera hacerme sentir fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Lo peor es que soy consciente de la clase de hijo de puta en el que me convertido y sé que no merezco estas sensaciones tan confusas.
Skyleen no debería estar conmigo, pero sobre todo, yo no debería hacer esta clase de cosas estúpidas, ¿qué sentido tendía? Al final haré algo que termine por cagar todo, después nos pelearemos, ella se dará cuenta de lo terrible que somos el uno para el otro, se irá y yo volveré a ser Kill, el hombre a quien todos temen.
Muy en el fondo no me cabe la menor duda de que Sky es mi única oportunidad para intentar salir del hoyo negro al que me he sumergido todos estos años. Ella es mi salvación. Mi redención. ¿Pero a qué precio? No puedo permitirme tener una debilidad, eso solamente me traería más problemas. Tal vez debería dejar que Skyleen se vaya a Nueva York, así me desharía de esta carga para siempre y volvería a ser invencible, no habría nada que el maldito Alonzo Bagarella tuviera en contra mía. Debo dejar de comportarme como un maldito niño caprichoso al que amenazan con quitarle su juguete favorito. No tengo tiempo para distracciones, mucho menos para convertirme en la niñera de mi hermanastra. Llevo años planeando mi venganza, siendo precavido con cada paso que doy para lograr mis metas, detallando meticulosamente mis movimientos, en fin, he pasado los últimos años siendo el puto amo, convirtiéndome en alguien frío, calculador e insensible, alguien que solamente pensaba en su libertad.
«Pero está insufrible chica te da más que libertad. Te da un propósito.»
Debo aprender a mantener callados mis pensamientos. En lo último que debo pensar es en Skyleen. Si no fuera por ella no tendría dudas, no sería un jodido blandengue que sólo piensa en buscar la manera de protegerla y mantenerla a salvo.
¡¿Pero que diablos me pasa?! ¿Cuándo me ha importado alguien que no fuera yo? ¿Cuándo me ha interesado lo suficiente una chica para convertirme en un pendejo celoso? ¿Cuándo he anhelado la cercanía de alguien? ¿En que momento desee solamente un cuerpo? ¿Una voz? ¿Una risa? ¿Unos labios?
Me siento enfermo de mí mismo. Skyleen no debería significar nada para mí, más que un coño al cual tengo libre acceso para cogérmelo, una treta en contra de mi padre, pero en lugar de eso, fui un completo imbécil al creer mi propia mentira, decir que Skyleen Evans era mía. Ahora, no puedo ni imaginarme continuando con mi vida de mierda, vagando por este maldito infierno en el que mi padre me puso y despertándome todos los días sabiendo que ella ya no está.
Me he obligado a negarlo porque no quiero reconocer que una mujer tuvo el poder de cambiarme, aunque sea un poco. Pero es momento de admitir que Skyleen se ha convertido en la luz que busco desesperadamente cuando estoy a punto de ahogarme en mi propia oscuridad.
Quizás... Ella vale la pena, después de todo.

- ¿En qué piensas?- giró su cuerpo, quedando frente a mí.

- En qué tal vez yo también correría el riesgo.

Amor Inquebrantable (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora