Capítulo 55

143 5 4
                                    

Killian

No hay palabras que puedan expresar lo que siento en este momento. Mi mundo se estaba cayendo a pedazos, la vida empezó a tornarse gris y mi corazón dejó de latir.
Quiero creer que nada de esto es real, imaginar que sigo dormido en el avión y que esto no es más que una jodida pesadilla, o peor, una broma cruel de mi padre para darme una lección después de lo sucedido en la cena.
Sus palabras no dejaban de repetirse en mi cabeza: Está en el hospital. Le han disparado y está muy grave.Todo esto es mi maldita culpa. Fui yo quien la dejó tirada en la mitad de la calle para irse a un puto bar, sin siquiera considerar los peligros a los cuales la estaba exponiendo. Yo soy el único responsable de que esto pasara, pero Skyleen no merece pagar por mis errores, quien debió recibir esos disparos soy yo y no... Mi ángel.

-     ¿En cuál hospital está?- exijo saber.

-     Killian, primero debemos responderle unas preguntas a los oficiales...

-     ¡A la mierda con eso! ¡Me importa un carajo lo que estos estúpidos quieran!- exclamo.

-     Señor, no voy a permitir...

-     ¡¿Dónde putas estaban cuando ese hijo de perra atacó a Skyleen?! ¡¿Por qué no hicieron su maldito trabajo bien al patrullar la ciudad?!

-     ¡Hijo, cálmate!

-     ¡¿En dónde está Skyleen?!

-     ¡En el hospital central!- contesta finalmente mi padre.

Doy media vuelta, dando pasos grandes y firmes hasta la salida.

-     Espera, iremos contigo- logra articular Sonia entre balbuceos.

-     Será mejor si vamos por separado- digo sin apartar la vista del frente. -Nos vemos allá.

Me sentía desesperado, los segundos que pasaba sin saber el estado de salud de Skyleen eran una maldita tortura.
De inmediato vuelvo a montarme en el auto, tratando de encenderlo lo más pronto posible para arrancar a máxima velocidad hasta llegar al jodido hospital. Para mí eran eternos los minutos en las calles, el silencio era abrumador, y la razón por la que decidí conducir solo es porque no iba a soportar estar rodeado de personas pesimistas que han estado llorando el estado crítico de la persona más importante en mi vida. Escuchar sus sollozos sólo me llenarían la cabeza de horribles pensamientos de mierda, como si ya fuera un hecho que ella está muerta.
Tan sólo imaginar algo así hace que se me revuelva el estómago y me entren unas incontrolables ganas de suicidarme. Skyleen no puede morir. No así, ella merece tener una vida, cumplir los sueños que su padre por poco le arrebata y demostrarle a su madre que ella ha logrado convertirse en una mujer fuerte y valiente, a pesar del infierno del que provino.
No imagino una vida sin su risa, sin sus sonrisas, sin besar sus labios, sin tocar su piel, sin escuchar su voz pronunciar mi nombre, sin discusiones, sin dormir con ella, pero sobre todo, sin volver a decirme que la amo y oír como ella me corresponde.
No puedo vivir en un mundo donde no esté porque Skyleen significa todo para mí, aunque ya sea un poco tarde para darme cuenta de todo lo que estoy a punto de perder por mi arrogancia y estupidez.
Jamás he creído en nada ni en nadie más que en mí, pero si de verdad hay un Dios en el cielo estoy dispuesto a hincarme y suplicar por misericordia. Rogaría una y mil veces con toda mi fe posible para no perder a la mujer que amo.

Después de diez minutos, finalmente logré llegar al hospital.
Le entregué mis llaves a un chico de valet parking y corrí hacia la entrada, empujando y haciendo a un lado a todo aquel que se me cruzara en el camino.

-     Una chica llamada Skyleen Evans ingresó a este hospital muy grave por heridas de bala- digo al pararme delante del escritorio de la recepcionista. -¿Dónde está?

La mujer de edad avanzada, con peso voluminoso y cabello cano sujeto en un moño bajo, que vestía una filipina azul marino, subió sus lentes al puente de su nariz y comenzó a teclear en la computadora la información que prácticamente acababa de gritarle.

Joder, estaba a punto de rodear el escritorio, hacerla a un lado y buscar la información yo mismo. La paciencia no es mi fuerte, nunca lo ha sido, y la espera está siendo algo insoportable.

-     Hay una chica con ese nombre en terapia intensiva- comunica. -Entró a cirugía de urgencia.

-     ¿En dónde está?

-     Al fondo a la derecha, pero el doctor vendrá a notificarte cualquier...

Me importaron un carajo sus explicaciones. Giré sobre mi propio eje y empecé a caminar.

-     Oye, ¡Oye! ¡No puedes pasar, es un área restringida!- la escucho decir detrás de mi espalda. -¡Seguridad!

No me da miedo enfrentarme a los malditos guardias, pero he de admitir que mis pasos se aceleraron de manera inconsciente porque no pienso salir de este jodido hospital sin ver a Skyleen primero.

-     ¡Eh! ¡Detente!- exclamó una voz áspera.

Miro hacia atrás y veo a dos guardas persiguiéndome, lo que me incitó a ir más deprisa, al punto de correr por el pasillo hasta que logré encontrar la puerta de terapia intensiva.

-     ¡Rápido! ¡Ha entrado en paro!- escucho a alguien gritar.

El miedo se apoderó de mí y sin siquiera considerar lo que estaba haciendo, abro las puertas blancas y me quedó paralizado ante lo que estaba pasando. Doctores y enfermeras estaban vueltos locos, gritaban cosas que por el momento no entendía, sus trajes quirúrgicos están manchados de sangre, pero mis ojos solamente buscaron a una persona, Skyleen. En cuanto mi mirada se posó en ella sentí que alguien había arrancado mi maldita alma y la hubieran hecho pedazos. La chica fuerte, llena de vida que poco a poco se fue convirtiendo en la mujer indestructible, apasionada, que solía retarme sin dar un paso atrás, ahora está luchando por su vida, y debo decir que me está siendo difícil verla tan frágil y en agonía. Tenía un tubo en la boca, su rostro se veía pálido, sus ojos cerrados tenían unas sutiles marcas moradas alrededor, su mano izquierda había caído de la cama, pero lo que en verdad hizo que mi corazón se detuviera fue escuchar el monitor de pulso reproducir un sonido prolongado.
Los guardias aparecieron de pronto cada uno sosteniéndome de un brazo diferente antes de sacarme a rastras del quirófano, pero el tiempo transcurrió en cámara lenta, dejándome ver como última imagen antes de que las puertas se cerraran, como las enfermeras corrían de un lado al otro hasta entregarle al doctor el desfibrilador.
La máquina que medía el pulso de Skyleen seguía en una delgada línea verde, sin mencionar que el maldito sonido del bip estaba acabando con los pocos latidos que aún quedaban en mi corazón. El doctor colocó las palas en el pecho de Skyleen y dio la señal para soltar la primera descarga en su cuerpo inerte, pero no tuvo ningún efecto. Lo vi colocar nuevamente las palas, exigiendo un aumento de intensidad y después de dar su orden volvió a presionar los botones para soltar la descarga, pero ella seguía con los ojos cerrados y su pulso en una línea.
Presenciar semejante imagen arrebató algo un mi interior, como si la poca humanidad que me quedaba hubiese colapsado.
Jamás olvidaré este momento, el mundo ya no tendrá sentido después de esta noche, cuando vi morir al amor de mi vida.

Amor Inquebrantable (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora