𝐩𝐫𝐞𝐨𝐜𝐮𝐩𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧

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─ ¿Qué sucedió con Woongki?

Caminando por la calle en medio de la madrugada, rendidos luego de correr en vano sabiendo que igual ya tenían la regañada de su vida asegurada, Zhanghao y Keita conversaban sin importarles mucho al Hanbin que dormía cómodo en el carrito.

No había ruido alguno por la avenida, solo se escuchaban las rueditas rechinar y sus voces para nada discretas.

─ ¿Por qué te sonrojas?

─ Es que me da vergüenza recordarlo.

─ Que te de vergüenza el día en que se quedes hasta la mierda de tanto tomar. Ahora suelta la sopa.

─ ¿No me vas a juzgar?

─ Nunca lo haría, dímelo ya.

─ Lo he fregado todo. ─tirando su cabeza sobre el hombro del pelirrojo, el japonés simuló llanto. Sus mejillas permanecían rojas al recordar la escena en el baño, desearía que nunca hubiera sucedido.─ Tengo miedo de que lo recuerde y decida alejarse. No quiero que deje de hablarme.

─ Calma. No creo que se moleste.

─ ¡Es que lo besé!

─ Si vi. ─indicó Zhanghao recalcando lo obvio.

─ Estábamos conversando mientras bebíamos, nos acercamos de más, y una cosa llegó a la otra, hasta que vieron como concluyó. Es muy diferente que le coquetee cada que lo vea, a besarlo en medio de un baño.

─ No deberías preocuparte...

─ Podré insinuarme ante él pero nunca pensé en besarlo; mucho menos con alcohol en la sangre.

─ Mañana deberías disculparte. Verás que no perderás su amistad.

─ Dios, ya llévame por favor.

─ Confío en que todo saldrá bien. Ten fe.

Siguieron caminando, pero las luces en una esquina llamaron su atención. Sin pensarlo mucho, entraron a una tienda de veinticuatro horas alertando al vendedor que luchaba por no caer dormido en aquel mostrador de vidrio.

El desconocido quedó sorprendido al ver a dos jóvenes bien vestidos junto a un chico en un carrito de compras a altas horas de la noche buscando algo en su irrelevante tienda, pues no era tan transcurrida y la variedad de alimentos no era la mejor.

Cuando llegaron a la caja, el encargado cobró las dos bolsas de snacks y la botella de coca-cola de tres litros y se fueron caminando como si nada hubiese sucedido.

─ ¿Tú crees que la señora Sung se moleste si le entrego a su hijo con dos bolsas de papas?

─ Ponle un chocolate y lo alivianas todo.

Viendo hacia el frente notaron la ya conocida fachada y tragaron saliva. Jamás sintieron tanto miedo como ahora. Ninguno se atrevía a tocar la puerta ni acercarse siquiera al timbre.

Tomando un poco de valor y cargando el cuerpo de su novio en brazos, Zhanghao tocó la puerta esperando a que la señora abra y le grite en mil idiomas posibles.

En el momento que escuchó las cerraduras de la puerta principal cerró sus ojos y sintió como su corazón dejaba de latir. Podría caer rendido al suelo con solo oír un regaño suyo. Pero cuando la puerta fue abierta no se escuchó absolutamente nada. Solo reinaba el silencio.

Abrió los ojos con cautela y vio la cara extremadamente seria de la señora mirándolo de forma fija. No se movía, mucho menos le gritaba, hasta pensó que se había equivocado de casa.

─ Súbelo a su dormitorio y le cierras la puerta. ─se hizo a un lado y dejó a ambos jóvenes perplejos.

Zhanghao no dudó más y subió las escaleras antes de que cambiara de personalidad. No le dijo nada sobre la hora; tampoco le gritó, y agradecía eso profundamente.

Al llegar a la habitación, dejó con delicadeza a su novio en su cama. Le quitó los zapatos y el celular, lo cubrió con las mantas para evitar el frío, y cerró la ventana para que el viento no lo despertara.

Besó una de sus mejillas y salió corriendo de la casa, no sin antes disculparse y despedirse de la señora Sung, quien no dijo palabra alguna y solo miraba a los chicos con seriedad.

Keita podía jurar que ella tenía la mirada del diablo; no pestañeaba, solo tenía los ojos encima de ellos como si analizara cada uno de sus pasos.

Con fuerza, la señora cerró la puerta apenas ambos estuvieron en la acera. El sonido retumbó por el lugar que permanecía en silencio, cosa obvia al ser las cuatro de la mañana.

Revisando su teléfono, Keita se dio cuenta que no tenía a donde ir ahora. Su mamá lo iba a regañar, pero aún no quería ir a su casa.

Llevar a Zhanghao a su casa era otro caso perdido, ese era el último lugar en el que el pelirrojo quisiera estar ahora, así que lo descartó. Rindiendose, tomó una de las bolsas de papitas y se sentó en el piso a comer como si nada.

─ ¿Qué estás haciendo?

─ Comiendo, ¿qué no ves? ─levantó el paquete indicando lo obvio.

─ No lo hagas... ─dijo quitándole la bolsa y metiendo su mano.─ ...sin mi. ─Keita quiso reír al ver a su amigo atragantadose con la gran porción del snack que se metió a la boca.

─ No seas puerco.

─ Entonces...¿nos vamos a quedar aquí hasta que amanezca e irnos a que nos griten? ─ya más tranquilo después de casi morir ahogado por las papas, Zhanghao preguntó mirando a su vacío alrededor.

─ Exacto.

─ Genial. ─sin pensar mucho se sentó al lado del japonés y abrió la botella de gaseosa contemplando el silencio sepulcral.

Ya cuando amanezca llamaría a Hanbin y hablaría con él. Por ahora pensaría en todas las excusas que le diría a su madre cuando llegue ya que recordó que no había pedido permiso para la fiesta.

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𝐘𝐎𝐔𝐓𝐇 ⩵ 𝐙𝐁𝟏 & 𝐛𝐨𝐲𝐬 𝐩𝐥𝐚𝐧𝐞𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora