🍃 Capítulo 17 🍃

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● Cruce de líneas y confesiones inesperadas.

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OWEN

¿Podía vivir enamorado de ella? Sí.

¿Podía vivir viéndola de lejos y siendo feliz con otro? Sí, por supuesto.

Ya había pasado un año viendo desde el rincón cómo le dedicaba esa hermosa sonrisa a Amadeo aun cuando éste no tenía ni la menor idea.

Sin embargo, con lo que él no podía vivir, era con el miedo de lastimarla.

Su vida se había visto envuelta en oscuridad, en dramas, luto y dolor.

Y Saskia era lo todo contrario a eso.

Era ese rayo de luz que trae consigo alegría. Fascinante hasta el infinito. Su vida era muy colorida y no veía justo que por él se tiñera a gris.

Saskia era el cielo azul en una bella mañana, donde te daban ganas de tomar un café y disfrutar.

Y él... él era ese cielo nublado que traía consigo una gran tormenta y te obligaba a quedarte en casa.

Creía que, si las personas eran fuego, ella sería llama ardiendo aún bajo la tormenta, que no jugaba, sino que ardía..., mientras que él sería una brasa que está a punto de consumirse por sí sola.

Las cosas que habían pasado en su vida, eran más que suficiente para mantener a las personas alejadas. Guardaba la esperanza de que su madre se aliviara pronto, sin embargo, días atrás había escuchado una conversación entre los señores Parrish, no acostumbraba escuchar detrás de las puertas, pero al escuchar el nombre de la mujer que le dio la vida, no pudo evitarlo. Sintió una enorme decepción cuando Franco dijo que habían descubierto a Regina drogada en su cuarto, aun no sabían cómo o quien había metido drogas a la institución, pero seguían investigando ya que la mujer y otros —que también recayeron— no querían decir nada.

Fue un golpe duro para él. Sus esperanzas de estar con su madre cada día disminuían. Cada vez veía más lejano el momento de estar con ella y hacer una nueva vida lejos de todo el dolor.

Se recluyó en su cuarto.

No quiso ver a nadie. No quería que lo vieran llorar. Que sintieran lástima por él. Ni siquiera permitió que Janeth entrara para tratar de tranquilizarlo. Quería estar solo y que nadie juzgara su manera de llevar el dolor.

Era la segunda vez que Regina recaía dentro de una institución. La primera vez, fue una de las razones para que Owen atentara contra su vida. Tenía muchas cosas sobre él y eso no lo pudo soportar, por eso lo hizo, sin embargo, solo obtuvo un brazo fracturado.

Ya era consiente que su madre jamás mejoraría y a pesar de eso no dejaba de dolerle. Y es que todos los planes que tenían juntos se iban al caño de una o de otra forma.

Decidió faltar a la escuela, los Parrish no le cuestionaron nada y le dieron su espacio. Esos días los ocupó para él. Pasó tres días encerrado, después no salía de la cochera donde por muchas horas tocaba la guitarra al punto casi de hacerla llorar y acompañaba a Janeth a sus terapias, aunque había dejado las suyas... de nuevo.

Y tras esos días de dolor, a su cabeza llegaban un par de ojos grises y una cabellera rizada que hacían que su corazón se acelerara sin evitarlo. Por un impulso regresó al instituto, quería acercarse a ella, no obstante, al tenerla cerca, fue como si algo dentro de él le hiciera reaccionar que debía mantenerse lo más lejos de esa morena. No podía ser capaz de llevar a su vida tristeza, así que decidió poner una línea entre ambos y aunque lo que quería era estar con ella, creía que mantener distancia era mucho mejor.

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