¿Compasión?

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Narra Marcus:
Son las 8:00 de la noche en el centro de la ciudad, vengo de mi oficina luego de un ajetreado día laboral entre firmas de contratos, reuniones, charlas y demás. Los inútiles de mi empresa se vuelven cada vez más ineptos, tendré que cambiar el personal a uno más eficiente. Juntos con mis quejas comienza a llover de repente de camino a mi hogar y no puede ser peor la noche aparte del tráfico por lo que decido desviarme por los suburbios para llegar más rápido a mi destino que es mi cama. Mientras conduzco escucho la pantalla de mi vehículo sonar y desde el volante contesto la llamada.

—¿Quién? —digo molesto.

—Soy yo Chelsie —no puede ser, menudo día. No quiero hablar con esta mujer.

—Chelsie no tengo tiempo para hablar de lo mismo, no soporto una incomodidad más.

—Pero...—la interrumpo.

—Voy a colgar, adiós— le doy a colgar y siento una paz interior increíble.

Chelsie es la prometida que me han puesto mis padres desde que cumplí los 23 años, actualmente tengo 24 y no quiero casarme con nadie y menos con ella. Sus familia está en modo quiebre y quieren que yo los sustente con mi empresa que tanto me costó levantarla, son unos interesados. Aunque a ella le gusto, no siento nada por ella y punto. De imprevisto un cartel llama mi atención y puedo ver por las luces una niña empapada de agua con una ropa rota y descuidada pero sigo mi camino hasta que el semáforo en rojo me detiene de golpe.

Me quedo pensando en lo que leí en el letrero: ¡Por favor, alluda! Aparte de que está mal escrito, no dejo de pensar en su rostro de auxilio, no debe pasar de los 9 años aproximadamente pero ¿Por qué le estoy dando importancia? Debería seguir mi camino pero algo en mi pecho me molesta haciéndome parquear seguido de poner las intermitentes. Lo pienso detenidamente mirando por el retrovisor la niña a la vez que escucho los limpia cristales hacer su función en el parabrisas.

Camino hacia la niña con un paraguas grande y mientras me acerco escucho que está tosiendo mucho y debe tener frío, desde que salí sentí la temperatura muy helada.

¿Cómo puede soportarlo?

—Oye Mocosa... ¿Por qué te mojas? —pregunto sin saber cómo dirigirme.

Siendo honesto sólo soy bueno en los negocios pero en ser sociable fuera de ahí, me va pésimo.

—Por favor Señor, ayude a mi madre, está muy enferma —se acerca a mi soltando el cartón, me abraza las piernas y puedo ver sus lágrimas mezclado con el agua de la lluvia en su rostro.

—¿Dónde está tu madre? —ella agarra mi mano y yo lo tolero, sería inhumano si me voy y no la ayudo; algo me impulsa a ayudarla y no puedo negarme a nada de lo que me dice.

—¡Por aquí! —llegamos a un callejón sin salida con una entrada a la derecha —madre... encontré alguien para que te ayude—yo entro cerrando la sombrilla y me quedo observando el hogar donde viven, está muy deteriorado y mugriento con un olor que me turbe las fosas nasales haciendo que inconscientemente me tape la nariz con la mano.

—Buenas noches Dama —la saludo mirando que la mujer está en cama pálida y no puede moverse mucho.

—¡Ámbar te he dicho que no te salgas de noche para que no te enfermes, mira... estás toda mojada! —la mujer la regaña pero con un hilo de voz, se nota que está muy enferma.

—Pero mami si no hubiera salido, no lo hubiera encontrado a él —me señala y yo me sorprendo de momento y ella me mira sintiéndome incómodo.

—Perdone caballero por la insistencia de mi hija, se nota que no le agrada este lugar... —me dice un poco alterada aunque esté su voz débil.

Paso a paso al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora