Malas noticias

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—¡Marcus! —alguien grita mi nombre y volteo a mirarlo y es Edward —¿Qué haces aquí? — se acerca con su bata blanca y arreglando sus anteojos color azul.

Me levanto de la silla para saludarnos con un abrazo dándonos palmadas en la espalda del otro.

—Eso mismo me pregunto yo —digo modo ironía y miro a la niña —Estoy cuidando a la chiquilla esta mientras atienden a su madre —le señalo con la mirada y él lo ve.

—¡Wow! ¿Desde cuándo eres tan solidario? —está estupefacto por mis acciones, hasta yo lo estoy.

—Desde hace...— alzo mi muñeca para mirar el reloj — 4 horas y media más o menos —digo cansado y el se ríe, bueno se burla de mí y yo lo fulmino con la mirada poniéndose serio.

Edward es mi mejor amigo desde que tengo 14 años. Estudiamos en el mismo colegio, en la misma universidad pero carreras diferentes. El es profesional en pediatría y yo en administración de empresas.

—Ayúdame Edward, me quiero ir... —le ruego y el se asombra.

—¿Marcus realmente eres tú? —Es la segunda vez que me ve rogando y se burla de mi situación haciéndome enojar.

—¿Quién más idiota? Ayúdame a saber del estado de su madre para yo poder... —observo a la niña mirándome y me acerco para hablarle en voz baja —para poder largarme de aquí —le pongo la mano en el hombro y creo que puede ver mi clamor.

—De acuerdo, te ayudaré —junto mis manos dándole las gracias —¿Cómo se llama la madre?

—Alba Rodriguez —le digo y comenzamos a caminar saliendo de la cafetería olvidándome de la mocosa pero me devuelvo a buscarla y llevarla de agarrada de mi mano, no tengo opción.

Una tos proveniente de ella se hace eco y ambos la miramos.

—¿Está enferma la niña? —pregunta Edward poniéndose de rodillas frente a ella y le coloca su mano en su frente.

—Cuando la encontré, estaba empapada bajo la lluvia —el me mira y se enoja asombrándome.

—¡Y no me dijiste nada Marcus! Eres bien cruel, es sólo un niña —me quedo en shock repasando en mi mente qué hice  —Ven cariño, te daré un antigripal —se la lleva de la mano y yo lo sigo preguntándome qué le ocurre a este.

Pasan unos minutos en la área de pediatría y me quedo casi dormido en la sala de espera pero los niños gritando me hacen despertar provocando mi disgusto y mis ganas de salir disparado de este lugar. Edward viene con Ámbar y yo lo agradezco infinitamente.

—Ya le di un jarabe pero debes seguir dándoselo para que pueda mejorar los próximos días y no la ataque la gripe —me golpea con una receta en el pecho y  también el jarabe, esta vez en la mano y me quedo en el aire.

No entiendo qué le pasa. Lo guardo en el bolsillo exterior de mi traje para después dárselo a la madre.

—¿Por que te pusiste tan a la defensiva conmigo? —le pregunto serio e intrigado por su reacción.

—Porque no me habías dicho que la niña se había mojado, podría haber desarrollado fiebre o peor, que resultara con asma —¿No sabía que no decirlo fuera tan grave? —y tú eres el responsable, aunque seas un egoísta, no puedes ser inhumano —siento que me  está dando una lección de vida sin necesidad, no he hecho nada malo a mi entender, ademas se me olvidó decirle.

—Bueno, bueno, no soy su padre para estar pendiente de todo lo que le pase —menciono importándome poco lo que opine.

—No voy a responderte — agarra de la mano a Ámbar y me deja atrás.

Paso a paso al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora