El valor de amar

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Narra Marcus:

—Bueno Cariño, ya llegamos —detengo la marcha del vehículo y volteo para mirar a mi muñequita con su uniforme de falda, camisa y medias largas con zapatillas negras.

Su rostro representa tristeza mientras mira desde la ventana la entrada del colegio privado. La ayudo a bajarse y a ponerse su mochila para finalmente despedirme de ella.

—Ya me tengo que ir pequeña pero nos veremos más tarde, ¿de acuerdo? —acaricio su mejilla y ella sonríe leve.

—Tengo miedo de no ser bienvenida aquí —me confiesa casi llorando formándose un nudo en mi garganta porque no sé que decir pero trato de hacerla creer en ella.

—No tengas miedo, eres una niña extraordinaria y dulce que sé que harás amigos rápido, te lo aseguro.

—Pero no quiero estar lejos de ti... —eso me parte el corazón pero no puedo consentirla tanto, debe seguir sus estudios primarios.

—No te preocupes, sólo iré a trabajar pero nos veremos nuevamente —ella me abraza y se lo correspondo.

—Te quiero papi... —su voz dulce y tierna hace que tengas ganas de arrepentirme de dejarla pero me contengo.

—Yo también te quiero —nos despedimos con la mano y la pierdo de vista por la multitud de niños que entran por la puerta principal.

Llego a la oficina para volver a mi jornada laboral pensando en resolver cosas insignificantes de la empresa y en mi princesita. Su voz quebrantada me debilita de una manera tan profunda que me hace caer rendido a lo que ella me pida. Sonrío al recordar lo amorosa que puede llegar a ser, me imagino que fue gracias a su madre. La puerta de mi oficina se abre de golpe dejando ver a quién menos quería ver...

Mi padre.

—Perdón señor, no quiso esperar —mi padre la mira con desprecio.

—¡Tu no eres nadie para detenerme secretaria de quinta!

—Aquí no vengas a insultar a mis empleados o te trataré igual que como los tratas a ellos... —el se queda callado apretando la mandíbula—¿Qué haces aquí? Sino tengo mala memoria, recuerdo que te dije que no eres bienvenido a mi empresa... —tecleo en mi computadora.

—Júralo que sino fuera por el tema que vengo a discutir contigo, no piso esta porquería de empresa —vocifera enojado con la cara como un tomate y exaltado.

—Te puedes retirar Nelfa —ella me obedece y hago un gesto con mi mano para que prosiga para luego seguir con lo que estaba haciendo rechinando el espaldar de cuero de mi silla al despegar mi espalda.

—Exijo una explicación sobre esa... ¡Mocosa! ¿Acaso te volviste loco? ¿Cuándo te enseñé a rebajarte de tu nivel para mezclarte con la gentuza? —me reclama con ese aura tan pedante que me da ganas de vomitar al tenerlo cerca.

Mi padre es un hombre sin escrúpulos, ambicioso y con un carácter increíblemente horripilante que no lo soporto, es la última persona (si se puede llamar así) que yo vería como un ejemplo a seguir, es más ni siquiera merece que lo llame padre.

Lo miro desafiante al escuchar sus asquerosas palabras retumbar en mis oídos y despertar mi ira.

—En primer lugar, baja la voz que pierdo la concentración de lo que estoy analizando y dos, esa "mocosa" que llamas, tiene su nombre y apellido que por cierto, es tu nieta... —digo calmado apartando unos documentos en el escritorio.

—¡Me importa un comino como se llame! Déjate de ironías que esa pobretona no es mi nieta y me vas diciendo quién demonios te ha dado el permiso para ponerle nuestro apellido cuando ni siquiera eres un hombre casado —respiró lentamente y suelto el aire comprimido para responder.

Paso a paso al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora