—Cuide de mi hija... Por favor... —me dice entrecortada.
—Espere yo...— me interrumpe.
—Se lo suplico señor —me ruega mientras llora —Usted fue el único que nos ayudó, se lo ruego, ayude a mi hija, tengo que saber que está en buenas manos antes de partir...
—Pero yo no puedo hacerlo, nunca he criado a un niño... Jamás he sabido lo que es la paternidad, cuidar a alguien, yo no podría...
—Yo sé que usted es buena perso...—No...No...No... me altero poniendo mis intereses delante.
—¡No, se equivoca! Yo no soy lo que usted cree, no soy para nada una buena persona y mucho menos estoy calificado para adoptar a su hija, busque a alguien más —digo enojado y sin una pizca de empatía.
—Pero...—no la dejo hablar.
—Lo siento, no puedo hacerle ese favor, espero que encuentre alguien que acepte su petición... Buenas noches y le deseo suerte —me retiro de la habitación ignorando su llamado y cuando salgo veo a la niña mirándome pero me volteo y camino hacia el ascensor.
Entro a el deprisa sin mirar atrás y le doy al botón de bajar al primer nivel, salgo sin detenerme saliendo del hospital llegando al parqueo, presiono en mi llave la alarma y entro a mi vehículo para cerrar la puerta. Introduzco la llave para encender el motor y lo hago y cuando me voy a poner el cinturón me llega a la mente el rostro de la mujer y de la niña cuando salí. Suelto de golpe el cinturón chocando con la puerta y apago el motor del vehículo poniendo mi frente en el volante pensando qué hacer. ¿Debería hacerlo? No es mi responsabilidad pero... ¿Qué pasará con la niña? Estos sentimientos innecesarios me quieren dominar y no puedo permitirlo, necesito pensar egoísta, necesito serlo, necesito...
Me llegan a la mente cuando tenía mi perro Ducky a mis 10 años, lo cuidaba con mucho amor, era mi sentimiento más puro en ese entonces hasta que mis padres lo sacrificaron porque dijeron que me hacia débil e inútil para el futuro que ellos me forjarían y no pude hacer nada para detenerlo, era tan joven y no tenía la fuerza para ser escuchado. Ahora me cruzan imágenes de los momentos con la niña y su risa infantil contagios. Miro el frente y siento algo pesado en mi bolsillo derecho, entro la mano y es el jarabe junto con la receta médica, la miro unos segundos recordando los ojos de Ámbar cuando me sonríe, me molesta el pecho tanto que siento que voy a colapsar. Pongo mi mano en mi pecho sintiendo mi corazón acelerado y me quedo pensativo... Agarro mi teléfono del saco y hago una llamada a mi abogado, a Rick, mi otro mejor amigo.
—Hola Rick, necesito un favor para mañana...
Luego de hacer la llamada, me pongo frente a la puerta de la habitación 305 pensando cómo disculparme con la mujer y estoy arrepentido por mi reacción de antes, no lo esperaba aunque si me lo sospechaba. Me decido finalmente abrir la puerta y me encuentro con ellas despiertas, me miran fijamente y yo estoy avergonzado.
—¡Príncipe! —grita la niña y me abraza las piernas como cuando nos conocimos, dándome una sensación rara en el pecho, que no sentía desde hace mucho tiempo.
—Hola chiquilla —le suavizo el pelo y miro ahora su madre.
—Gracias por volver... —es lo que me dice y yo trato de sonreír.
—He decidido adoptar a Ámbar —digo tomando la responsabilidad y creo que mi decisión es cuestionable aún dentro de mí pero ya está dicho —Pero necesito unos documentos para hacerlo.
—Mis documentos los tiene información ya que me lo quitaron cuando entré a emergencia.
—Entiendo, iré a buscarlos.
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Paso a paso al amor
FantasySólo bastó una mirada a los ojos de una niña para que el giro de un empresario joven multimillonario frío y egoísta cambiara su vida para siempre. Nunca pensó en ser padre, jamás tuvo planes de casarse o tener hijos pero cuando el destino dispone al...