Capítulo 7

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El camino a casa de Elijah fue una tortura, ninguno emitió ni una sola palabra.

No estaba convencida de ir a su casa, su esposa podría estar allí, y la última vez no terminó bien.

El auto se detuvo y Scott salió disparado abrirnos la puerta.

—Scott llévala a su habitación y luego sal y cómprale unos cicatrizantes.—demando y Scott asintió.—Y una hamburguesa.—agregó.

Oculté la sonrisa que eso había causado, no iba a sonreírle así me comprara una hamburguesería.

Lo ví alejarse de nosotros, y Scott me hizo señas para ir a la habitación.

—¿La esposa de Elijah, no está?.—pregunté con vergüenza.

Él negó y yo suspiré aliviada.

—¿Por qué me dijiste que ella era su amiga, si realmente es su esposa?—pregunté y enarqué una ceja.

Él se rascó la nuca, sabía que venía una explicación complicada luego de esa pregunta.

—Ella es su esposa solamente por ese papel, desde hace años que el señor Nguyen a querido separarse.—confesó.—Pero ella se niega a firmarle el divorcio, está tan enamorada que se niega aceptar que él no la ama.

—¿Siempre fue así?.

Asintió.

—Su matrimonio fue arreglado, era lo mejor para sus apellidos.—confesó Scott, subimos las escaleras lentamente mientras conversábamos.—Un Nguyen y una Relis, lo escuchas y tiemblas sin duda uno de los apellidos más poderosos.

Por eso el aire de grandeza de ambos, aunque Elijah se podría decir que era más sencillo.

—¿Elijah siempre trae a prostitutas para fastidiarla?.—pregunté.

Aunque esa pregunta no me importaba, si traía chicas era su problema, ese hombre era relativamente libre de hacer y deshacer cada que deseaba.

—No, realmente es primera vez que trae a una chica acá, apartando a la señora Relis.—confesó.

Pude ver la sinceridad en sus ojos, si no fuera por ello no le habría creído.

Un aire de superioridad creció en mis adentros, pero no lo demostraría ese hombre era cruel y no me interesaba formar parte de ello.

Matar a una persona a sangre fría, y luego ser socio del lugar con más trata de blancas en todo el condado, eso dejaba mucho de que hablar.

Pero, aunque quisiera ignorarlo mi mente se preguntaba, ¿por qué tantas molestias conmigo?.

—Traeré cuanto antes los cicatrizantes, deberías descansar te miras fatal.—admitió.

—Muchas gracias, por tu sinceridad.—dije con sarcasmo, y rodé los ojos.

Scott me había dejado en la puerta de la habitación que ya conocía.

Abrí las puertas y me encontré con esa deliciosa cama, no quería ensuciarla con la sangre seca, así que tendría que bañarme primero sería la mejor opción.

Sabía que eso iba a doler, simplemente pasarme la esponja por las heridas era una tortura.

Me quité la bata e intenté no mirar mi reflejo, no estaba preparada para ver las heridas de mi culo, ni mucho menos verme de nuevo así.

La ducha duró más de lo necesario, no quería lastimarme y mucho menos quedar sucia así que, tuve que hacer todo con cuidado.

Al terminar me enrollé en una toalla de baño, y salí en busca de ropa el armario estaba lleno de vestidos de ceda y ropa interior.

Brulet. (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora