Capítulo 18

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Ya habían pasado dos días en los cuales sólo estuve acostada y con él maldito suero en el brazo.

Aunque me sentía con mucha mas energía que en toda mi vida.

—Buenos días, mi niña.—saludó mi abuela, con el desayuno en sus manos.—Hoy te enviaron frutas.—comentó alegremente mientras me tendía la bandeja.

La ví acercarse y depositar un beso en mi frente.

Extrañaba tanto pasar tiempo con ella, no había otra persona en el mundo que pudiera amar más que a ella.

—¿Cómo supiste que estaba en el Brulet?.—pregunté.

—Hay secretos que me llevaré a la tumba, mi pequeña, sólo confórmate con saber que el amor de una abuela mueve montañas.

¿Secretos?

—¿Ya conocías a Karl?.—pregunté.

Ella asintió, y cómo si él ángel de su guarda se tratase entró la doctora con una silla de ruedas.

—Buenos días, vamos hacerte el primer eco, tu abuela me informó que deseaba hacerlo.

La miré rápidamente y ella se veía apenada.

Asentí no muy convencida.

—Te informaré antes de hacerlo que por ahora solo verás algo muy chico, de hecho será del tamaño de una semilla.—mencionó.—Será tan diminuto que solo podrás ver su movimiento por los latidos de su corazón.

Asentí, no entendía muy bien que sucedía, ni mucho menos que pasaría después de ello.

Con cuidado me senté en la silla de ruedas que había traído hace unos segundos la doctora y mi abuela comenzó a guiarme por los pasillos del hospital.

Pasamos por un montón de habitación, pensé que nunca llegaríamos.

Hasta que la doctora le dijo que la habitación estaba a mano izquierda, y justo cuando abrimos había una especie de camilla y una máquina enorme con una pantalla gigantesca.

—Te vas a sentar aquí, y vas dejarme el estómago y vientre descubierto.—demandó la doctora.

Asentí y comencé a subirme la bata que traía puesta.

Miré a mi abuela y la cara de ilusión y felicidad era innegable, sabía que le encantaría ver a ese bebé.

Estiré mi mano para alcanzar la suya y al tomarla la acaricié.

Ella me susurró que todo estaría bien.

—¿Qué es ese aparato?.—pregunté al ver a la doctora, colgó se gel en una máquina que parecía un control.

—Ese aparato nos hará ver a tu pequeño.

Asentí.

—¿Y ese gel, por qué estás colocándoselo?.—pregunté.

No sabía que estaba sucediendo, preguntar era mi única opción para controlar mi ansiedad.

—El uso del gel se realiza por dos razones.—informó.—Eliminar la pérdida de energía en entre el equipo y la piel. Lo que sucede, es que la impedancia acústica del aire es extremadamente baja. Por tanto, cuando un haz de ultrasonidos alcanza este espacio entre el equipo y la
piel, se refleja casi en su totalidad y la cantidad de energía que queda tras la reflexión es insuficiente, impidiendo que se generen imágenes.

Brulet. (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora