Capítulo 6 (+21)

11.3K 292 41
                                    



Estando en el Brulet entendí lo jodido que podían estar las personas, y lo mucho que pueden joderte aún sin tener culpabilidad de ello.

—¡Cuéntalos!.—gritó Caín.

Me había lanzado a un muro en medio de esa habitación.

Estaba atada de pies y manos, aún con todas mis súplicas él no se detuvo, él quería hacerme sufrir.

Tal vez ahora entienda las tantas veces que Caín decía, que quería domarme.

Caín tenía en sus manos una vara de metal la usaría para azotarme está vez, se veía furioso.

El primero impactó contra mi piel, y de mí salió un grito que desgarró mi garganta.

—¡Cuéntalos!—exigió.—No querrás empezar de nuevo, zorra de mierda.

Otro latigazo impactó con mi piel.

—¡Uno!—grité con todas mis fuerzas.

Los demás iban seguidos uno tras otro, sin parar.

Mis súplicas habían quedado atrapadas entre esas paredes, desde el quinto azote de mi comenzó a brotar unas gotas, sabía que estaba sangrando.

Pueden pensar que eso lo detuvo, que algo se removió en él, algo que le hiciera tener piedad pero, no fue así, nunca se detuvo.

Eso le dio más placer para seguir, le dieron más ganas de seguir golpeándome hasta desangrarme.

—Por favor.—le rogué, mientras forcejeaba con las pocas fuerzas que quedaban dentro de mí.—Caín, por favor.

Lanzó la barra de metal y vino hacia mí en zancadas para atestarme un buen cachetón, se pudo escuchar el sonido de su mano impactando con mi rostro.

Joder.

Quería liberarme, pero era una pérdida de tiempo mi cuerpo estaba muy débil.

Una risa que erizo toda mi piel trepó por su garganta.

Él lo había logrado, y su satisfacción por ello era notoria. 

Esto le gustaba a Caín, provocar dolor, que las personas le temieran eso le excitaba.

Sin poder voltearme sentí cómo me asestaba una larga golpiza, de nuevo.

La bestia en su interior estaba rugiendo eufórica.

Él quería más, los azotes, y los puñetazos que estaba propinándole ahora y que había hecho antes no eran suficientes, él deseaba más.

Porqué así funciona esto, los sádicos sienten el dolor de otras personas más de lo normal.

Y lo disfrutan, les encanta saber que la otra persona está sufriendo, les encanta ver la agonía en los ojos.

Así era Caín, le excitaba ver a las personas sufrir, era su pasatiempo favorito y uno de sus peores pecados.

Escuché cómo bajaba la cremallera de su pantalón, esto pasaría y estaba preparada aunque mi cuerpo estaba destruido.

Abrió mis labios vaginales y metió su polla de un solo movimiento.

Grité por el dolor, sabía que eso lo iba hacer acabar rápido.

Resopló con pesadez y comenzó a embestirme. Sentí las manos de él que habían agarrado mi culo, que aun seguía sangrando, los apretó con fuerza y no pude evitar gemir de dolor.

¿Cuando esto acabaría?

Caín había logrado su cometido, me había domado.

Obedecer, te llevará al éxito.

Brulet. (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora