Epílogo

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Vivir entre las páginas de un libro resulta mucho mejor que hacerlo en el mundo, pero cuando no estoy en ellas, parece triste.

Anonimus-

Elijah.

El miedo a la muerte realmente no es miedo a la muerte, es miedo a permanccer insatisfecho.

Te vas a morir y no has podido experimentar nada de la vida, nada en absoluto ni madurez ni crecimiento.

Aurora había entrado a mi vida siendo un maldito soplo de esperanza.

Ella era esa luz que me enseñaba a ver más allá de mi oscuridad.

Pero, cómo todo lo bueno en mi vida tiene un maldito final devastador.

—¡PEQUEÑA!.—grité.

—¡MAMI!.—escuché el grito de Elika.

Aurora había caído a bruces en el pasto verdoso del bosque, debido al disparo que Ronnie le había propinado.

Mi arma la vacié en el cuerpo de Ronnie, al ver que subía su arma de nuevo para dispararle.

Corrí hacia Aurora, sus ojos estaban entre abiertos busqué sus manos, necesitaba encontrar pulso, necesitaba saber que ella estaría bien.

—¡LLAMA UNA MALDITA AMBULANCIA!.—le ordené a Lucas.

Elika corrió hacía nosotros.

—Mami, es de día, de día no podemos domi.—pidió el pequeño a su madre para que despertara.—Mami, tengo miedo déjame ve tus ojos.

El pequeño comenzó a sollozar yo no sabía cómo podría calmarlo, mi corazón y mente estaban igual de confundidos que las de ese pequeño.

No podía parar de sostener su brazo, necesitaba sentir su pulsaciones, si disminuían o se incrementaban, lo cual era jodido porque solo disminuían cada segundo.

—Mi pequeña, lo lograste.—susurré.—Acabaste con todo, por favor permítete disfrutarlo, no me dejes, no lo hagas Aurora.

Una lágrima resbaló por mis mejillas.

Elika no podía dejar de llorar, con mi otro brazo allí atraje hacía mí y lo abracé, no sabía realmente si eso quería ese pequeño, pero yo lo anhelaba.

—Aurora, tú me salvaste de todas las formas en las que alguien puede ser salvado.—aseguré en un susurro.

Necesitaba encontrar en los brazos de Elika, los de mi pequeña.

Aurora era una princesa sin corona, una princesa que siempre estuvo en apuros, pero nunca necesitó de nadie para salir de ello.

Un ángel sin alas, una cenicienta sin zapato, una heroína sin capa. Pero también era, la caperucita que se comió al lobo. Ella no había nacido para ser etiquetada, o para ser rescatada por alguien, si no para ser libre, ella sola tendría que liberarse.

A lo lejos escuché cómo ramas crujían, le hice señas a Lucas para que tomara mi arma, si teníamos suerte eran los refuerzos y los paramédicos.

Lucas fue tras ellos apuntando con mi arma, caminaba a paso apresurado, lo vi perderse entre la maleza del bosque, y a los segundos volvió.

Brulet. (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora