18- Velada

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Hoy recibí dos cosas muy extrañas en mi puerta.

Una de ellas fue Dustin, pero eso sucedió más tarde, así que hablemos de la primera cosa: Cartas de admisión.

Tan pronto las ví el corazón se me aceleró. Estaba tan nervioso que solo me puse sentar en una silla frente a la mesa y las puse todas formadas de menor a mayor interés. Al inicio pensé que sería mejor leer primero la de Columbia, si no me quedo podría tener las otras cartas como una especie de consolación, pero decidí dejarla hasta el final.

En orden quedaron así:

•Alabama.
•Millersville.
•Carolina del norte.
•Northeastern.
•Columbia.

Jonathan iba entrando al comedor y se sentó conmigo, preocupado.

«Tranquilo, todo saldrá bien» me dijo, pero yo no estaba para su positivismo.

Lo miré fijamente hasta que entendiera que no quería a nadie que me acompañara mientras lo hacía. Era un proceso muy personal. Si las cosas salen bien dudo que se den cuenta porque no soy de los que suele gritar cuando se emociona, y si salen mal también dudo que se den cuenta (o tal vez sí lo harán) porque solo me verían entrando a mi cuarto y lloraría junto a mi pila de ropa sin acomodar.

Soy discreto con lo que siento, o eso suelo creer.

Las abrí una por una, fijandome detalladamente en cada uno de los datos como el nombre, domicilio, y esas cosas que podrían hacer que mi resultado fuera errado. Leí parte por parte todas y cada una de las cartas, hacía pequeñas pausas para suspirar así las cosas salieran bien o mal.

«Quiere leerlas él solo, déjalo» escuché desde el pasillo, sabía que en cuanto mamá se despertara y se diera cuenta de que las cartas ya estaban aquí querría tener ese momento conmigo que tuvo con Jonathan: verlas juntos.

Al terminar solo me dirigí a mi cuarto y me encontré con mi mamá y mi hermano esperándome en la puerta.

Mamá se encogió de hombros en signo de pregunta.

Me mordí el labio inferior y les conté todo.

[...]

Regresemos a la segunda cosa rara que pasó. Después de todo el rollo de las admisiones, de las cuales en este momento no me gustaría hablar, desayunamos naturalmente, para entonces escuchar un golpe en la puerta.

Mamá ya había terminado, pero es de las que a menos que sea una emergencia considera de mala educación levantarse de la mesa antes de que todos terminen de comer.

—Debe ser Hopper— dijo, tomó su bolso y nos dio un beso a Jonathan y a mí —. Salgan a pasear, hagan algo, inviten a sus amigos al cine o... No sé, disfruten sus vacaciones.

Pero al abrir la puerta notamos que era alguien totalmente diferente a quien esperábamos.

—¡Dustin!, Que gusto verte— saludó mamá y lo abrazó —, ¿Qué necesitas?

—Vine a recoger a Will, bueno, no habíamos planeado nada, pero si llegamos de imprevisto no se puede negar.

Lo invitó a pasar, y justo en ese momento Hopper llegó.

«¿Y Jane?» preguntó mamá.

«Con la pelirroja, ya sabes, ya no falta mucho y quería estar con ella» escuchamos que contestó.

¿Ya no falta mucho para qué?, ¿qué está pasando que no nos quieren decir?

—En fin, hoy iremos de nuevo al Club, y como eres parte de él te necesitamos allá— me dijo.

Trazando Constelaciones (Byler)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora