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Salir de aquella oficina fue algo que casi me hizo suspirar de alivio, pero tener a Jk y Jimin a cada lado de mí como guardaespaldas me seguía teniendo en tensión.

La puerta de aquella oficina era el final de un pasillo abovedado, el cual tenía dos puertas más, una de cada lado de la pared antes de llegar al final y encontrarse con una bifurcación: hacía la derecha era otro pasillo y la izquierda era un corto pasillo que daba a un lugar más amplio e iluminado, un lugar ruidoso. Fuimos en esa última dirección.

Allí abrí la boca sin dudarlo y me acerqué al pequeño barandal que había al final.

Aquello era un pozo profundo donde al mirar hacia abajo era solo oscuridad y hacía arriba se podía ver el cielo estrellado y una corriente de agua bajando por una de las paredes. Además, había un pasadizo en espiral siguiendo la forma natural del pozo con agujeros en las paredes que se veían como pasillos parecidos del que había salido y por donde se veía a otras personas caminar. Se me asemejó a un hormiguero.

Me gire a ver a Jimin, ignorando por completo a Jk que seguía sin despegar la mirada de mí.

— ¿Qué es este lugar?

—El Páramo. Se le dio el nombre por error, unas personas pensaron que una montaña donde hacía frío era un páramo y por eso lo bautizaron de esa manera a pesar de que fui uno de los que dijo que era un término errado. —respondió. —Y digamos que es una especie de...refugio.

Levante la ceja.

No me parecía un refugio para mí, definitivamente no. Miré a Jk y entendí que él pensaba igual que yo, quizás por eso quería irse. Se le notaba demasiado que no le agradaba ese lugar.

— ¿Refugio para quién?

—Para los que no pueden vivir bajo la seguridad de la Ciudad Amurallada.

La duda volvió a aparecer, pero Jimin miro su reloj, muy parecido al de Jk, e hizo un gesto de sorpresa.

—Lo siento, debo hacer algo antes de la cena y ya se me está haciendo tarde. —Miro a Jk. —Después de que ambos se den un buen baño y se cambien, tráela a mi consultorio. Necesita curarse las heridas.

No espero la respuesta de Jk y se fue por un lado de aquel pasadizo con barandal que seguía la forma del pozo.

— ¿Sus órdenes, jefe?

Me gire del susto al escuchar a Hoseok detrás de nosotros. Había olvidado que él e Ian nos seguían. Hoseok parecía muy feliz y tranquilo a pesar de su intento por parecer serio, pero Ian no ocultaba de ninguna manera su enojo.

—Vayan a la Guardia, digan que estoy de vuelta y aumenten la seguridad esta noche. Mañana estaré con ustedes a primera hora.

Hoseok asintió, pero Ian dio un paso al frente.

—Por ahora ganaste, pero espera cuando los demás sepan que volviste por una mujercita perdida y no porque nos tengas lealtad. Ya verás cómo van a preferirme a mí.

Ian pasó por el lado de Jk, chocando su hombro y fruncí el ceño. Me parecía un gesto muy infantil, pero aun así no se podía pasar desapercibido el odio que estos dos se tenían.

—Lo siento, jefe. —hablo Hoseok cuando Ian se fue. —Ya sabe que él siempre ha sido así.

Jk se encogió de hombros.

—Lo sé. Sus amenazas siempre son como las de un niño malcriado, por eso no le prestó atención. —le hizo un gesto con la cabeza hacía la dirección que había tomado Ian. —Ve y asegúrate que no haga una de sus estupideces.

El tiempo rojo (Bilogía El Tiempo #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora