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Tenía frío y al mismo tiempo me sentía inquieta. Una parte de mi quería salir corriendo o hacer algo que me tuviera en movimiento, como si estuviera en peligro y necesitara huir de aquello que amenazaba mi vida. Pero lo único que sentía era que miles de agujas se me clavaban en la piel, mientras que risas y gruñidos de animales se burlaban de mi estado de vulnerabilidad al no poder moverme o pedir ayuda.

Abrí los ojos y los volví a cerrar cuando una luz demasiado brillante me encandiló. Después de parpadear varias veces logré abrir los ojos por completo y vi que estaba acostada en una de las camillas de la enfermería. Todas las cortinas a mi alrededor me rodeaban, así que no podía ver más allá del pequeño cubículo que me habían creado, pero sí que podía escuchar como había personas del otro lado caminando y charlando.

Intenté sentarme y gemí bajito cuando sentí que me molesto la aguja que tenía en el dorso de la mano por donde veía que me entraba un suero común y corriente, no era Liv.

—Despertaste.

Me sobresalte cuando Jk se asomó por la punta de la camilla. Se puso de pie y se acercó.

—¿Qué haces allí? —pregunté sorprendida todavía y sentí mi voz salir algo ronca.

—Sentado, vigilando. —respondió como si fuera lo más obvio. Parecía estar en su estado natural de indiferencia, pero podía notar sus ojos brillar de satisfacción.

Mire a mi alrededor un segundo. Estaba algo desorientada todavía.

—¿Vigilar que? —pregunté, pero luego reaccione y seguí hablando antes de que él tuviera oportunidad de responder. —¡La prueba! ¡¿Qué paso?! ¡¿Llegue a tiempo?!

Me hizo una seña con las manos para que me calmará.

—No debes exaltarte, tomate las cosas con calma ¿De acuerdo? —asentí y me recosté de nuevo contra las almohadas que él acomodo para que siguiera estando sentada contra el cabezal de la camilla. —Aún no decidimos los resultados de la prueba, pero esta algo difícil: llegaste casi a último minuto y sin ninguna presa.

Negué con la cabeza.

—Eso no es cierto. Deje una presa en el bolso. Está colgado en uno de los árboles cerca del hueco del Páramo. —Jk frunció el ceño y yo me encogí de hombros. —Si saltaba con eso podía abrirse el bolso por la velocidad y fuerza del agua, así que podría contaminarla y eso traería miles de problemas.

Jk guardo silencio y luego se echó a reír.

—Estaba tan cegado que no pensé esa posibilidad. Lo siento. Eso cambia las cosas. Mucho. —dijo emocionado y supe que eso significaba algo bueno. —Hablaré con Hoseok para que lo encuentre. Es muy probable que ahora si pueda aceptarte sin ningún tipo de problema con los demás.

Asentí.

—Por otro lado, estuviste inconsciente por más de casi diez horas. —abrí los ojos y él asintió. —Si, demasiado tiempo. Pero según Jimin, es normal. Estuviste a punto de morir por el fuerte impacto que recibiste en la columna, el poco líquido Liv que te lograron suministrar te salvo prácticamente en contra de todo pronóstico de que te fueras a recuperar.

Saber que pude haber muerto me erizo la piel. Eso podía explicar mis sueños llenos de agitación y de alerta. Definitivamente no volvería a cometer una locura de ese calibre, al menos que sea netamente necesaria.

Aun así, me llamo mucho más la atención un hecho: —¿Te quedaste allí sentado todo este tiempo? —le pregunté señalando la punta de la camilla.

Jk apretó los labios y negó con la cabeza.

—En realidad, salí una vez por unos minutos y dejé a Jimin a cargo. Debía hacer unas cosas obligatorias en la Guardia.

El tiempo rojo (Bilogía El Tiempo #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora