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Estar sentada frente a un tocador con amplio espejo, usando el vestido rojo idéntico al que llevaba en el bosque y Penny detrás de mi vestida de gala intentando hacerme un peinado...me desagradaba.

Me sentía una muñeca que ella usaba, vestía y movía a su gusto. Además, estaba empezando a tomarle rencor, ya que gracias a su capricho de tenerme con ella había desatado más de un problema en la Guardia y en el Páramo, y ni siquiera lo notaba. También me molestaba el hecho de verme rodeada de lujos, mientras que la comida empezaba a venir en menor proporción cada día que pasaba y en la enfermería Jimin luchaba por que los medicamentos y utensilios alcanzaran para todos.

Aunque claro, Penny no sabe acerca de esas dos últimas cosas, sobre todo porque su comida sigue siendo tan abundante como la primera vez que me llevo a pasar el día con ella.

—Lista. —dijo emocionada viendo como había recogido todo mi cabello castaño en un moño trenzado, después de cortar parte de mi cabello maltratado. Ella me hizo una seña para que me pusiera de pie y me pusiera junto a ella para vernos juntas al espejo. —¿En la Ciudad ya estaríamos listas para ir a alguna fiesta?

Suspiré y asentí.

A ella no le importaría saber que no recordaba lo suficiente para responder aquella pregunta, pero era de conocimiento general que en la Ciudad Amurallada las personas usaban ropa muy elegante y joyas para las fiestas. Y Penny y yo estábamos de esa manera: con vestidos largos y joyas colgando de nuestros cuellos, muñecas, orejas y cabello.

—¡Excelente! —llamo a uno de sus guardaespaldas y este entro a la habitación de inmediato. —¿Podrías decirle al cocinero Jin que traiga nuestra comida? Estamos hambrientas y vamos a simular una fiesta, así que dile que también traiga postre.

—Si, señorita. —respondió el guardaespaldas y salió tan rápido como entró.

Volvió a la hora cuando estaba a punto de gritar por ver como Penny cambiaba por incontable vez de vestido y zapatos por no sentirse tan segura por su vientre abultado. El guardaespaldas fue directo al comedor, que podía ver desde mi posición en una butaca felpuda, y dejo una cantidad de comida estrafalaria.

—Está todo listo, señorita Penny.

Penny sonrió y le hizo una seña para que saliera de la habitación.

—Creo que al final este si es el perfecto... ¿O tal vez no? —dijo volviendo a mirar hacia una parte del vestier que tenía varios vestidos colgados.

—Creo que ese es perfecto. —me apresure a decir sobre su vestido negro. Por lo general, Penny me dejaba irme después de comer, así que quería apresurar las cosas. —Parece que estás a punto de ir a una reunión muy importante de negocios o tendrás una cita. —inventé.

—¿En serio? —asentí y le brillaron los ojos. —Entonces está decidido. Este es el vestido perfecto. Empecemos nuestra fiesta.

Camine detrás de ella hasta el comedor y allí el olor de la comida caliente me hizo recordar lo hambrienta que estaba por no haber desayunado, ya que los guardaespaldas de Penny me habían ido a buscar directamente a mi habitación antes de que si quiera fuera hora de levantarse.

Me regañe internamente por haber hecho un sonido de satisfacción al probar el pollo bañado con jugo de naranja. No era porque debía odiar esa comida por Penny, sino porque no quería darle toda la satisfacción a ella.

Penny soltó una sonrisita que me hizo apretar mis cubiertos y me metí un gran bocado de ensalada para no hablar.

—Lástima que habías estado enferma. Quería hacer esto antes.

Asentí para que entendiera que la estaba escuchando.

—Si, fue por un...accidente de la prueba que me hicieron en la Guardia.

El tiempo rojo (Bilogía El Tiempo #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora