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Llevaba una semana sintiendo que los músculos y huesos se me estaban desgarrando con cada día que pasaba.

Quería pedir un día de descanso, pero parecía que nadie podía entender que lo necesitaba por sus burlas cuando me veían caer del cansancio.

Solía llegar a mi habitación arrastrando los pies, con lo último de mis fuerzas me daba un baño y luego caía del sueño en la cama. Ya se había vuelto rutina, pero lo que más me había sorprendido es que Jk me estaba llevando la cena, entraba mientras dormía y dejaba encima del gavetero un envase de comida ya que al parecer se dio cuenta que no estaba cenando gracias al cansancio. Me despertaba sin decir nada, señalaba el envase y se iba. La primera vez Jk dejo una nota:

"Debes alimentarte bien si vamos a cumplir lo que dijimos. Come. Jk."

Me dio gracia como habíamos hecho una especie de camaradería con solo ser más abiertos y entendíamos que teníamos una meta en común.

Aun así, me costaba decirle que sentía que iba a desfallecer en cualquier momento. No quería verme débil o quisquillosa como todos pensaba que era, no quería darles el gusto. Solo por eso me tragaba el dolor y me hacía compresas calientes en mi habitación antes de dormir (mojaba una camisa y la ponía cerca del calentador por un rato) y eso ayudaba a calmar los músculos, pero no significaba que despertaba sin dolor alguno.

A pesar de todo debía admitir que al menos estaba empezando a tener un poco más de resistencia. Por lo que a pesar del dolor me desperté aún más temprano y me dirigí a la habitación de Jimin.

—¿Danger? ¿Estas bien? —pregunto preocupado a pesar de su aspecto somnoliento y se ajustaba una bata de dormir. Lo había despertado.

Había tenido muchos pensamientos últimamente, pensamientos que no sabía cómo drenar y sabía que Jimin podría ayudarme.

—Lamento tener que despertarte, pero... ¿Puedo pedirte dos favores?

Asintió y me hizo pasar.

Preparo café y me hizo sentarme en la pequeña mesa que estaba en la cocina mientras él preparaba el desayuno.

—¿Jk sabe que estas aquí?

—No, pero le diré después.

Jimin no pareció preocupado por eso.

—¿Qué necesitas?

—Es sobre la Ciudad Amurallada. Tú y yo somos superdotados y por eso vivíamos en la ciudad, pero leí en uno de tus libros y quiero saber: ¿Existen diferentes tipos de personas superdotadas?

Asintió.

—Lo somos, somos superdotados. No sé de cuanto pudo ser tu cociente, el mío es de 145, pero eso no es lo que nos divide. Lo hace en lo que somos destacables, en nuestras profesiones y como obtuvimos la superdotación.

—¿Cómo la obtuvimos? —pregunte sin entender.

Asintió.

—Ningún niño nace con superdotación, o al menos eso es lo que dicen. Lo único que hace a las personas superdotadas es la forma en la que es criado y aprende. Por eso hacen las pruebas a los dieciocho años, es la edad perfecta para determinar cómo te desarrollaste. Aunque para mí, eso solo es uno de los determinantes. Yo sí creo que nacemos con algo que nos diferencia de los demás a nivel cerebral, pero aún no está probado científicamente.

Jimin se dio la vuelta para poner en la mesa dos tazas de café. Bebí un poco, pero no me agrado mucho el sabor.

—¿Te digo la verdad? No le prestes atención a eso. —siguió. — Aprende sobre alguna otra cosa. Tengo demasiados libros para que te enfoques en un lugar que no volverás a pisar más nunca en tu vida.

El tiempo rojo (Bilogía El Tiempo #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora