Tan pronto como nuestros labios se tocan, mi cuerpo se derrite. Aunque sigo nerviosa, me presiono contra él y espero lo mejor.
No sé cómo besar. Son muchas emociones y poca experiencia. Nula experiencia y demasiadas ganas. Él se separa un segundo después.
—Está bien —susurra entre pequeños besos. Yo tengo que recordar respirar, no puedo sentir mis piernas—. Solo cierra los ojos.
—No quiero hacerlo mal. —Estoy aterrada de hacerlo mal.
—Tranquila.
Cierro los ojos y pienso en la naturalidad de sus movimientos y la calidez en mi estómago. Podría desmayarme aquí mismo. Él parece ansioso, pero logra contenerse. No me pide nada a cambio; besa mis labios con delicadeza y me aferro a su camisa. Son tiernos roces que cosquillean en mis mejillas. Y cuando aprieta su agarre consigue adormecer mis pensamientos. Es suficiente para hacer que desee más.
No sé cómo sucede, pero de pronto tengo mis brazos alrededor de su cuello y lo necesito más cerca. Él me besa más fuerte. No puedo pensar, no puedo...
—¡Sara!
Nos separamos al instante por la voz de mi hermana. Yo respiro agitadamente y noto que María está enojada. Observo a Aaron, quien tiene esta mirada divertida hacia ella. Claro.
—¡¿Estás loca?! —grita mi hermana. Oh, no.
Toma mi brazo y me jala hacia ella con fuerza.
—No hagas un escándalo, María —intento, pero es inútil, está echando humo. Me suelto de su agarre.
—Oh, pitufina. Vamos —juega Aaron. Trata de acercarse a ella. María lo empuja, sin embargo. Él tiene el ceño fruncido ahora.
—No me hables así. —Se pone delante mío y lo amenaza—. No vuelvas a tocar a mi hermana.
Él levanta las manos en señal de rendimiento. —Tranquila. —Suena confundido, pero no baja la guardia—. ¿Qué tienes, niña?
—Le diré a mamá. —Se dirige a mí, y... oh, está llorando.
—María, es solo un beso —dice Aaron.
—¡Cállate! —exclama entre sollozos—. ¡Te odio!
—María, suficiente. —Me agacho y limpio las lágrimas que caen por sus mejillas. Trato de suavizar mi voz—. Estoy bien, ¿ves? Ha sido solo un beso.
Pero ella no me mira, sigue llena de cólera. Nunca la había visto así.
—¿Qué está pasando? —Siento a Carla acercándose.
—María, estoy aquí. —Acaricio sus cabellos—. No pasó nada, cálmate.
De reojo logro notar a Carla interrogando a Aaron con la mirada, pero él solo niega y restriega su rostro.
—Sara, no lo vuelvas a besar —me pide María con ojos suplicantes. Bien, se está tranquilizando.
—Sé que estás preocupada, pero no puedes decirme qué hacer —murmuro. Ni siquiera sé si Aaron quiera volver a besarme después de esto.
Parece que presioné el botón equivocado, porque de repente vuelve a alterarse:
—Entonces le voy a decir a mamá. —Golpea mis manos.
Harta, comienzo a retroceder.
—¿Qué le vas a decir? ¿Que di un beso? ¡Por favor, María!
—¡Que eres una regalada!
No me da tiempo a decirle nada más, porque se da la vuelta y regresa a la fiesta.
—¡¿Qué mierda?! —Carla me mira con preocupación. Oigo maldecir a Aaron—. ¡¿Qué le pasa a tu hermana?!
Pero no puedo contestar. Quiero perseguir a María, hacer que se disculpe. Quiero soltar la impotencia. Quiero dejar de lastimar las palmas de mis manos con mis uñas clavadas en ellas. Yo no soy eso. Eso que dijo María. No existe. Yo no soy algo que no existe. Yo no tengo una hermana tan cruel que sea capaz de llamarme así. No lo soy.
Reacciono cuando noto un sollozo seco salir de mi boca, aunque no estoy llorando. Solo siento que el sonido de mis oídos comienza a desvanecerse y luego regresa de nuevo, una y otra vez.
—Esto no se va a quedar así, Sara. María me va a escuchar. —Carla se adentra también. No me importa. No consigo controlar nada en mi cuerpo; estoy desesperada.
Cubro mi rostro con mis palmas marcadas a carne viva. Aaron me abraza.
—Carajo —Alguien lo aleja de mí con brutalidad. Su madre está tomándolo de la camisa—. ¡Te pedí una maldita cosa, Aaron!
—Jag har inte gjort någonting, fan! —Sacude su brazo para que ella lo suelte—. Lämna mig ifred!
Comienzan a gritarse entre sí hasta que Aaron dice algo y veo la furia en sus ojos. Entonces ella lo abofetea y todo se termina.
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Fantasía en Delirio
RomanceEs el verano de 1993 y Sara pasa sus días en casa, donde nunca sucede nada. Porque en la vida de sara no suele pasar mucho. Aunque antes no era así; antes ella estaba enamorada. Aaron, hijo de los Larsson, fue su primer flechazo. Él nunca le prestó...