[Libro 2] Nuevos dilemas pondrán a prueba su amor. El misterio, la tragedia y el desconcierto se apoderarán de sus vidas en este trascendental momento, donde solo deberían estar disfrutando de su primer embarazo. Solo que...la felicidad se esfuma co...
Al abrir los ojos me encontré con la cegadora luminaria blanquecina, que me obligó a volver a cerrar mis párpados mientras soltaba un quejoso gruñido.
—¡Emily, al fin despertaste! ¿Cómo te sientes?—cuando viré a verla, la mirada de Ashley lucia inundada de preocupación, entonces le brindé una pausada sonrisa.
—Tengo mucha sed —remojé mis labios con mi lengua—. Y mi cuerpo se siente muy ligero, como si fuese capaz de volar. También siento que recuperé todas las horas de sueño que perdí esta última semana. Pero…¿Mis bebés, están bien, no?—en ese momento sonreí en grande, ellos respondieron al instante moviéndose un poco—Eso es, están felices de que mamá despertó, ¿verdad?—acaricié mi barriga:
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Y el silencio de Ashley me sorprendió, tanto que volteé a verla, sin poder creer lo que veía, sus ojos parecían un par de perlas y su nariz estaba rosada.
—¿Sucedió algo malo, por qué parece que estás a punto de llorar?—con languidez tomé su mano, era muy raro verla en ese mohíno estado, además de que odia que la vean llorar.
—No lo sé —ella se mordió el lateral de su labio inferior, intentando contener sus vagas lágrimas, que parecían tener otros planes, pues estaban a punto de desbordarse de sus orbes caramelo—. Supongo que me emociona verlos bien —ella rompió en llanto, apoyando su frente sobre mi mano, que yacía a un costado de la camilla, despertando mi inquietud. Quizá le había sucedido algo malo a Jungkook o, tal vez había discutido con Mark, las posibilidades eran infinitas.
—Ashley, si algo malo ocurrió, debes decirme. Tú no eres el tipo de chica que derrama un par de lágrimas solo porque es gratis hacerlo —mi amiga levantó la mirada, sorbió su nariz y esbozó una sonrisa mientras se desasía de las lágrimas que humedecían sus mejillas sonrosadas.
—No ocurrió nada, es solo que fue tan abrumador para mí verte tendida en el suelo con una maldita jeringa clavada en tu pancita, que verte ahora tan bien y sonriendo es…Algo digno de emocionarse —ella se puso de pie y me abrazó, haciendo que sonría nuevamente. Sin embargo, el bello momento fue arruinado por el molesto tono de llamada que ella tenía en su teléfono celular—. Creo que deberías calmar a tu madre —hizo una sonrisa ladeada sin una pizca de alegría—. Enloqueció cuando no respondías sus llamadas, ¿qué rayos le pasó a tu teléfono?—su entrecejo se frunció y su entonación pareció más una reprimenda que una pregunta.
—Después te cuento —susurré guiñándole el ojo, mientras me dignaba a responder la llamada de mi insistente madre.
—Decimé ya mismo ¿qué mierda pasa con mi hija?—siempre tan amorosa, fue lo que pensé, pero no lo dije.
—Mamá, soy yo. Estoy bien, y los gemelos también. No te preocupes.
—¡¿Que no me preocupe?! ¿Sos estúpida o te golpeaste la cabeza, Emily?
—Estás exagerando, y no tengo ganas de escucharte gritarme. Ya no tengo diez años, ¿okey? Tengo veintitrés, y en cuatro meses voy a dar a luz, ¿sabes?
