29; Esperado reencuentro.

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Los ojos de Jungkook parecían un par de cristales lustrosos. Él se acercó hasta mí dando largas zancadas, luego me abrazó.

—Gracias por contarme esa historia, preciosa —su frente se pegó a la mía—. Ahora me sentiré muy aliviado cada vez que vea un colibrí —sus delgados labios besaron mi nariz, mientras su boca se dirigió a mi oído, donde susurró—. Y, por fin entendí que sería un grandísimo idiota si no disfrutara de ti —su mano se deslizó en una suave caricia por mi cuello—… , y de los bebés…—cuando su mano estuvo a punto de acariciar mi vientre, se lo recordé:

—Ellos ya no están aquí —acaricié su mejilla con delicadeza y abrí mis párpados, encontrándome con sus profundos orbes avellana, a los que les obsequié una cálida sonrisa.

—Tienes razón —sorbió su nariz a la vez que una bella sonrisa se formaba en sus labios—. Iré a buscarlos, ellos deben extrañarte mucho.

—Y yo a ellos, siento que mis pechos explotarán si no los alimento pronto, es muy doloroso —él enarcó una ceja a modo seductor, sabía lo que pensaba, era tan predecible.

—Yo podría aliviarte, sabes que soy muy bueno en esa labor —llevó un mechón detrás de mi oreja, y desde allí, deslizó su dedo índice hasta mis clavículas, lugar donde mi mano lo interceptó, frustrando su procaz recorrido.

—Lamento decirte esto, pero ya no podrás hacerlo. Ahora ellos necesitan alimentarse y es lo único que beberán en varios meses —un mohín afligido afloró en sus labios de comisuras caídas, haciendo ojitos de cachorro abandonado.

—Eres muy cruel, solo sería una probadita rápida en cada uno —señaló ambos senos con su dedo acusador para, acto seguido, inclinarse hasta mi oído—. ¿Acaso no te gustaría sentir mi lengua acariciando tus pezones, recorriendo sin prisa la areola?—mis mejillas enrojecieron, y di un respingo al sentir unos golpes en la puerta, fue entonces que él se alejó de mí con una sonrisa socarrona, y le indicó a la persona del otro lado que podía entrar:

—¡Adelante!

—Buenos días. ¿Cómo te sientes, Emily?—saludó la hilarante doctora—¿Acaso tienes fiebre, tus mejillas están muy rosadas?—investigó, poniéndome el termómetro debajo de la axila, mientras la palma de su mano iba a mi frente.

—No, no, es que aquí hace bastante calor, ¿no lo sienten?—me excusé diciendo lo primero que se me pasó por la cabeza, abanicándome con la mano, viendo como Jungkook se moría de risa detrás de la doctora, y esta me observaba confundida y algo preocupada.

—Okey, ahora más me haces creer que tienes temperatura, pues estaba a punto de decir que esta habitación estaba muy fría, y debían encender la calefacción antes de traer a los bebés. ¿Tú qué opinas?—cuando ella se volteo a verlo, él se cruzó de brazos y ocultó su mueca traviesa, aparentando seriedad.

—Creo que usted tiene razón, doctora Na, habría que calentar la habitación antes de traer a los pequeños —justo cuando terminó de hablar, el termómetro chilló, indicando que era hora de retirarlo de mi axila y descubrir mi verdadera temperatura corporal. A lo que él no perdió tiempo, y enseguida me guiñó el ojo, cuando la profesional ya no lo veía, confirmando que sus palabras eran una candente indirecta.

—Vaya, no tienes fiebre por poco, tu temperatura es 36,9°. ¿Pero te sientes bien, no?—su mirada recorrió mi rostro, como si en éste se hallara impresa la respuesta.

—Estoy más que bien. Puede pedir que hagan la habitación más templada y traerme a mis bebés, tengo muchas ganas de verlos, mi cuerpo se siente vacío sin sus pataditas —acaricié con nostalgia mi estómago, extrañando sentirlos allí, bajo mi total protección.

› Emily Love Story 🌺 2 ‹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora