Capítulo 14 | Tenemos una propuesta de matrimonio que fingir.

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—3 reglas

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—3 reglas. 1 y la más importante, no soltar mi mano por nada del mundo. 2, Siempre permanecer a mi lado. No distracciones, no alejarse a ver cosas bonitas, no compras impulsivas, NO prestarle atención a hombres que se te acerquen en busca de "conversación" —realizó comillas con los dedos irónicamente—. Y si te preguntan si tienes novio, le dices que estás fielmente comprometida conmigo, mejor si dices mi nombre completo. Ellos sabrán que no deben siquiera mirarte. Y 3, seguirme el juego en todo lo que te diga.

Solté los cubiertos ocasionando un ruido chirrante en la mesa del comedor y luego miré a Drystan con la boca abierta prácticamente.

—¿Deseas algo más? —le pregunté sonriendo con ironía—. No sé, ¿tal vez qué bese tus manos y le sonría a la pared de la cocina?

—No es necesario. Solo… compórtate como una novia enamorada mientras estemos allá.

Bufé y tomé un vaso de jugo de la mesa.

—Si lo hubieras dicho así desde un principio hubiera sido diferente —llevé el vaso de jugo a mis labios y al instante lo escupí dentro del vaso con una mueca en el rostro.

—¿Qué sucede? —preguntó Drystan al ver mi reacción.

—Tiene un sabor amargo —respondí viendo al vaso en mis manos.

—¿El jugo? —asenti—. Te equivocas, todo lo que yo consumo siempre tiene que tener buen sabor. Además, Carmensa ha cocinado muy bien para mí desde que la conozco.

Suspiré y coloqué el vaso en su lugar rendida.

—Entonces, está vez se equivocó y compró el jugo equivocado —dije con cierta burla y Drystan que se ha mantenido comiendo su desayuno relajado dejó caer los cubiertos en el plato perdiendo la paciencia.

—No compró el jugo equivocado, nunca lo hacen. Ella y mis demás empleadas se encargan de producir el jugo a mano. Casi todo lo que has comido y ves en la mesa es producido a mano para mí y por mí, porque así yo lo quiero.

Alze los brazos al aire y reí suavemente.

—Está bien, ya me quedó claro. No es para que me quieras matar. Me equivoqué, lo admito y me disculpó por ello.

Drystan me ignoró y le hizo una señal al mayordomo que se encuentra a unos metros de nosotros.

—¿Desea algo, señor? —el mayordomo se inclinó y esperó la respuesta de Drystan.

—Si, retirá ese jugo de la mesa y pide otro. No lo quiero volver a ver en mi mesa, a mi prometida no le gusta.

Drystan señaló el jarrón de jugo en la mesa sin dirigirme la mirada y luego tomó una taza de café en la mesa para llevársela a los labios. El mayordomo abrió los ojos de manera fugaz y luego asintió llevándose el jarrón lleno jugo en una bandeja hacia la cocina.

Entre Líneas © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora