Capítulo 12 | Una escapadita casi me cuesta la vida.

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Mientras la voz de Drystan se encarga de detallar los lugares por dónde vamos avanzando a pie por la acera, yo observo entretenida las llamativas mansiones renacentistas de diversos colores y casi igual altura. Y debo admitir que su estructura y sus decoraciones por fuera son asombrosas, le dan el toque de ser un lugar diferente, muy diferente a los que he conocido. Para aclarar, a pesar de haber vivido toda mi vida aquí en Francia, nunca había visto lugares tan preciosos al igual que con sus calles. También cabe destacar que los ciudadanos que habitan está ciudad son muy cordiales y alegres; ya que, con una simple sonrisa de mí parte me regalaron una rosa blanca y sobre todo, muchos saludos de bienvenida y sonrisas amplias acompañadas de felicidad. Digo que son alegres porque todos sonríen, conversan, se saludan sin importar a la distancia que estén, hay mucho ambiente entre si, demasiadas risas contagiosas.

Es un ambiente tan armónico que te contagian de esa hermosa vibra llena de felicidad y alegría, cosa que dan ganas de quedarme aquí por un largo tiempo.

Seré sincera, está ciudad me está cautivando por completo.

Me sorprendió que Drystan se haya ofrecido a darme el recorrido y además, contarme un poco de la historia de esta ciudad. Que por cierto, antes pertenecía a los alemanes, ya que se encuentra e

El sentimiento de odio en mi pecho sigue latente hacia Drystan, pero el día de ayer no pude contener el impulso de salir del auto y ver con mis propios ojos un increíble atardecer después de mucho tiempo que no lo hacía. Me sentí tan bien, tan llena de tranquilidad en cuanto vi como el sol se ocultaba llevándose esos hermosos colores, que me olvidé de absolutamente todo por esos minutos en silencio. Tanto fue mi emoción que, las botas que mis pies portaban fueron una molestia para mi tranquilidad. Salté, chillé, reí, y solo porque volví a ver un atardecer.

Amo los atardeceres, al igual que cuando la luna le da paso al sol al amanecer.

Los sentimientos del momento me llevaron a invitar a Drystan a sentarse a mi lado para ver al sol esconderse. Nunca antes he invitado a una persona a hacer eso conmigo, a excepción de mis hermanos. No fui consciente de la broma que le hice a él fingiendo que me había doblado el tobillo, hasta que terminé riendo sin parar dentro de su auto por más de 1 minuto. Más divertido se volvió cuando él demostraba su impaciencia hacia mí gruñendo cómo perro rabioso.

En esos instantes sentí una pequeña chispa en mi pecho, por primera vez había observado un atardecer después de mucho tiempo con una persona diferente a mis hermanos, y por primera vez me permití reír frente a él libremente.

Cosa que no volverá a suceder.

Pasados esos momentos, para cuando el sol le dió paso a la luna, nosotros nos encontrábamos en el auto rumbo a esta ciudad.

—Eso sería un poco de Colmar, la capital de Alsacia —gire el rostro para observar a Drystan.

—¿Eso es todo lo que me vas a decir? —le pregunté impaciente—. Estoy segura que hay más datos importantes y lugares que visitar y contar.

De su parte solo se resignó a suspirar desinteresado y a asentir a mi pregunta.

—Llevo más de 20 minutos contándote sobre esta ciudad al igual que también continuamos caminando —fijó sus ojos en mi—. Y tengo hambre.

Sin dejarme responder, giró sus pies y comenzó a caminar hacia un local que al parecer parecía una cafetería.

—Desayunaste antes de salir —lo seguí desinteresada.

—¿Y?

—¿Cómo que "y"? Vamos a continuar con el recorrido —me planteé frente a él deteniendo sus pasos.

Entre Líneas © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora