El fin de la paz

4 0 0
                                    

Habían pasado las mejores tres semanas de todo este apocalipsis. Vi a Jack por lo menos unas cuantas veces y me hacía tan feliz saber que contaba con él cuando lo necesitara. Lily se pasaba los días sonriendo y no preguntaba por mamá o papá, eso aliviaba mi tensión. El secreto seguía guardado con Jimmy, aunque todavía él dudaba mucho que ver a Jack fuera una buena idea, mientras que yo ya estaba muy convencida.

Esa mañana tan nublada era mi cumpleaños, todos me cantaron en el desayuno y, aunque no hubo pastel, eso no impidió que me sintiera tan feliz. Claro que me hubiera encantado no haber escuchado a los errantes gruñir al mismo tiempo que escuchaba las mañanitas, además de que anhelaba que mis papás estuvieran aquí.

Agradecí mucho lo que hicieron por mí, que todos me felicitaran me hizo sentir demasiado encantada.

Terminando de desayunar, me fui a mi cuarto para hablar con Jack. Me hizo prometer que me comunicaría con él, al menos solo para que, según él, se disculpara por no poder verme, aun cuando insistí en que no había nada por lo cual pedir perdón. Me senté en mi cama y aseguré la puerta, tomé el walkie talkie y él respondió en seguida.

—Hola May, feliz cumpleaños.

Ese día no lo vería, dijo que tenía que hacer algo con su gente.

—Gracias Jack —sonreí—. Aunque... ¿Estás seguro de que no podemos vernos?

—Sí, sabes que lo siento, mucho. Pero tengo un regalo para ti, te lo daré en cuanto nos veamos, esa es mi promesa.

—No te preocupes, te extrañaré Jack.

Yo a ti May. Una cosa.

—Lo que necesites.

—Cuídate May y... te quiero.

Esas simples dos palabras, separadas de la otra frase por un suspiro de vergüenza o miedo, hicieron a mi corazón detenerse por segundos. Sencillas y nada fuertes, válidas para un amigo, para cualquier persona a la que no puedes decirle otra cosa, cuando no puedes remplazar el "quiero".

—También te quiero —respondí por instinto, sin embargo sonreí.

El oficial tocó la puerta de mi cuarto unas tres veces, me preguntó si ya estaba lista. A pesar de ser mi cumpleaños, tendríamos que salir, una expedición más, otro pueblo fantasma, este estaba a dos horas de la casa, iríamos todos juntos otra vez.

El número de errantes había aumentado mucho este último mes, cada que nos asomábamos entre las tablas que cubrían las ventanas, solíamos ver muchos de ellos, nadie se arriesgaría a ir solo, es por eso por lo que hace unos cuantos días no podía ver a Jack, aunque realmente quería verlo de nuevo.

La comida aguantaba todavía, pero el señor Carlos protestaba que necesitábamos registrar ese pueblo antes de que alguien más lo encuentre. El lugar, lucía algo sospechoso, empezando con que el señor Carlos encontró el sitio gracias a un mapa arrugado que tenía en el garaje, ni siquiera él recordaba que existía. Como era costumbre el señor Carlos no estaba nada preocupado, él no saldría.

—Despídanse ahora, sé que regresarán y estaremos aquí, esperándolos —el padre de Peggy se había hecho muy bueno dando discursos de despedida, o más bien repetía los mismos cada vez que salíamos "sé que regresarán", "esperándolos".

Caminé hacia Lily que, como siempre, estaba con María. Podría decir que ahora que sé que María sabe usar un arma me sentía más segura de que Lily se quedara con ella, sabía que estaría protegida. No me costaba menos el despedirme, aun me dolía decirles adiós a todos, nunca he podido despedirme de la inseguridad de regresar, ni mucho menos de dejar a mi hermana sola.

RendirnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora