Recuerdos

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Mi madre había dicho que este primer día de clases en preparatoria seria increíble, que es la etapa en la que se forman las amistades que durarán para toda la vida, yo solo pensaba en cuanta flojera me daba.

Llegué a la escuela, Peggy y Jimmy me saludaban desde la puerta de un salón, me alegré mucho al verlos, corrí a abrazarlos en seguida.

Alguien pasó frente a mí sin que yo me diera cuenta. Al chocar con él, caí hacia atrás pegándome en la cabeza.

—Lo siento mucho —exclamó el chico. Levanté la cabeza para observarlo, sus ojos eran de un tono verde o gris tan único—, perdóname.

¡Sí!, he visto esto en un montón de películas, es así como inicia la relación amorosa más increíble.

—No te preocupes, solo me di un enorme golpe —le sonreí.

—Mi nombre es James —me extendió su mano.

—Yo soy Maylen —me presenté sobando mi cabeza.

—¿A qué salón vas?, quizá podamos ir juntos

—Me encantaría, solo que aún no estoy muy segura a que salón debería ir —reí suavemente.

—Espera —me habló de repente, sonando casi asustado—, ¿y si sigo aquí?

—¿Qué?, perdón, no sé de qué me estás hablando —no entendía a qué se refería.

—Te espero, encuéntrame —dijo James sonriendo.

—No, no te entiendo.

—Búscame, encuéntrame, sálvame.


Me desperté un tanto sorprendida, lo que me hizo sentarme para pensar en las torturas de mi cabeza. Recordar a James debía ser más un sueño, la primera vez que vi al chico que me gustó en toda la preparatoria. El conocerlo no fue tan mágico como yo hubiera deseado, porque ¡vamos!, me ofreció acompañarme a mi salón y yo ni siquiera tenía idea de qué hacía en esa escuela, debería de haber hecho más que actuar como una tonta.

Tal vez mi mente trata de hacerme sentir mal por nunca intentar saber más sobre lo que pasó con él, después de todo lo que hizo por mí.

Había pasado un mes y medio, quizá más, desde que llegamos aquí, al pueblo. Los días pasaban tan rápido y a veces parecían hacerse eternos, el tiempo era un problema en mi cabeza, no sabía en qué mes estábamos y me costaba recordar el día.

Aún sentía algo de dolor en la cabeza, seguramente era gracias a todo ese entrenamiento que llevábamos desde que nos unimos a los "caballeros", teníamos que practicar todo el día con armas, tanto que comenzaba a desesperarme.

Toqué mi oreja, la noche en la que me marcaron sería un recuerdo que jamás podría sacar de mi mente, aun podía ver en mi cabeza la imagen del monarca diciéndome, "ya no hay vuelta atrás".

Me levanté de mi cama para poder hablar con Jack. Toqué la pequeña puerta.

—Jack ¿estas despierto? —rogué que lo estuviera.

—Olvidas que despierto horas antes que tú —contestó animado.

Entré sin necesidad de agacharme, Jack siempre tenía que hacerlo porque de otra manera se golpeaba. La puerta era de ese tamaño porque estaba planeado que fuera usada por Celeste, lo que a veces Jack recordaba tratando de esbozar una sonrisa.

Como siempre, él ya estaba listo para un nuevo día, su cuarto estaba acomodado.

Me senté en su cama mientras él se ponía una sudadera.

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