Olvidar, no gracias

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Llovía con fuerza en una noche oscura. Un enorme bosque lleno de árboles altos demasiado cercanos entre ellos. La luna con poca intensidad alumbraba mi camino, sin ser suficiente para sentirme a salvo ni poder defenderme de cualquier riesgo. El viento movía las copas oscuras de los árboles de un lado a otro, hojas caían junto con las gotas de agua que tocaban mi cara.

Me sentía perdida, tenía mucho miedo, no sabía por dónde regresar a casa, ni siquiera sabía si tenía un hogar. En mi corazón, el miedo gobernaba, sentía que algo me seguía, no sabía lo que era, pero provocaba que mi respiración se acelerara.

Corría lo más rápido que podía. La lluvia se intensificaba impidiéndome ver con claridad. De pronto, a lo lejos vi borrosa una luz resplandecer con fuerza, los troncos intentaban esconderla, la luz era azul, un azul brillante y hermoso. Cada que me acercaba más a ese brillo me sentía más segura, a salvo, el miedo comenzaba a abandonarme. Atravesaba los árboles sin ver atrás, decidida a alcanzar ese pequeño destello.

Al llegar a la luz, la vi como una pequeña estrella entre los árboles, un pequeño foco azul que flotaba y me atraía hacia él. Caminé directamente para tocarlo.

Cuando por fin lo tenía en mis manos, desapareció, convirtiéndose en alguien a quien conocía, Jack.

—Jack —acaricié su cara—, te extraño, mucho...

—Tienes que ayudarme —él lloraba, gotas corrían por sus mejillas—, tienes que ayudarme.

—Lo hare, lo hare, dime que hacer —decía desesperada.

Pronto, un hoyo se formó en la cabeza de Jack, la sangre bajaba de ese pequeño agujero. Él me miraba con miedo, aterrado y adolorido. La fuerza de sus piernas pareció acabarse y se dejó caer sobre el suelo mojado.

—Perdóname Jack, perdón —gritaba entre lágrimas abrazando su cuerpo.

Había muerto.


Toqué mi cara dándome cuenta de que en serio lloraba, sentí las lágrimas en mis mejillas. Tenía sueños así todos los días, sin embargo, llorar dormida no era algo a lo que me acostumbraba.

Me giré hacia Lily, ella seguía dormida. Lo que aproveché para levantarme de prisa y vestirme. Me puse unos jeans negros con una playera gris de manga larga, me recogí el cabello en una coleta debido al calor que tenía. Desperté a Lily, para que fuera con la que se suponía era su maestra. No quería tomarla como una guardería, pero sin María no quería dejarla sola mientras intentaba solucionar todos los problemas que aparecían en la universidad. En las noches, solía enseñarme bellos dibujos que hacía durante la tarde, se veía muy feliz.

La ayudé a vestirse con ropa qué, con el ingenio de una ancianita muy tierna llamada Karla, convirtieron una camisa de pijama a un lindo y pequeño vestido color rosa que a Lily le encantaba llevar cada día, tenía que lavarlo continuamente para que ella pudiera utilizarlo. Cada que lo traía puesto daba vueltas por el cuarto para ver como la falda giraba junto con ella.

Alguien tocó la puerta, pensé que era Rosa diciendo que ya era hora de ver a los líderes, lo que no me entusiasmaba para nada, ver a esos hombres otra vez me daba un dolor espantoso en la cabeza, siempre me veían con desaprobación, se negaban a todo lo que opinaba y reían a mis espaldas.

Grité que entraran mientras seguía viendo a Lily bailar. Para mi sorpresa, Jimmy cruzó la entrada sonriendo.

—A María le hubiera encantado.

—Seguramente estaría bailando con ella —acepté cuidando a Lily que comenzó a dar grandes saltos—, ¿necesitas algo?

—Rosa me pidió que te avisara que ya era hora, me mandó por ti.

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