Mundo cambiante

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—Clan Reyes, como siempre, un montón de idiotas —gritaba la llorona mientras se reía—. Secuestrar a mi hijo es un acto de guerra que van a pagar con sus vidas —caminó y se dejó caer con dramatismo frente a su hijo—. Mi Jimmy, ¿estás bien?, ¿Te hicieron daño? —la llorona acariciaba la cara de Jim con suavidad y una aterradora sonrisa en su cara.

—No soy tu hijo, me abandonaste desde que era pequeño, ahora mi padre está muerto y tú, ¿dónde estabas? —Jimmy golpeó las manos de la llorona y retrocedió.

—María y tu padre, ellos son los culpables de que creas que te abandoné —la llorona forzaba a Jimmy para acariciar su cara, mientras lo sostenía uno de sus hombres, como a todos los demás—. Yo te amo hasta la muerte.

—Aléjate de mí —le gritó.

—Tranquilo mi niño —la llorona se levantó—. Mataré a los líderes de este clan y luego nos iremos. Te cuidaré, no dejaré que nadie ni nada en este mundo te haga daño. No nos alejarán de nuevo, mi niño hermoso.

Pasé mis ojos por todos lados buscando a Lily, María o alguien. No los vi.

Comenzaba a desesperarme, antes de posar mis ojos en Jimmy, confundida. Nunca esperé que su madre fuera una desquiciada.

Intentaba soltarme de la mujer que me mantenía arrodillada. Era tan fuerte que no pude hacer nada.

—Traigan a los ancianos, empezaremos por ellos, a los niños déjenlos en las celdas —indicó la llorona a sus hombres. Pensé que Lily seguramente estaba ahí, tenía que llegar como fuese—. Ojalá y tu abuela no esté aquí, si está... —comenzó a reír con sus ojos en Jim.

******

Luego de un rato en el que seguía moviéndome para liberarme, sin suerte, hombres entraron sosteniendo a personas mayores, los empujaban y les gritaban con fuerza. Los tiraron obligándolos a arrodillarse frente a la llorona, eran unos cuantos. A nosotros nos hicieron a un lado. Aun así, podía seguir viendo desde un costado lo que hacían.

La cara de las personas que estábamos ahí era de horror, todos estábamos muy asustados. No sabíamos lo que pasaría, contemplábamos a la llorona que reía sin parar paseándose frente a nosotros, a algunos los golpeaba y a otros les escupía en la cara.

Me quedé unos segundos observando la hacienda, el lugar que consideré más tranquilo, estaba invadido. Mi corazón se rompió, el mundo ya no es seguro, ningún lugar lo es.

Personas gritaban a lo lejos, alcancé a ver como comenzaban a meter a los jóvenes a las celdas.

Entre los ancianos noté a María que lloraba, un hombre la levantó jalándola, la llevó frente a la llorona y luego la empujó contra el suelo, cayó sobre sus rodillas, aun así, se ponía en pie con dolor.

—Miren quien es, María —la llorona se movió hasta donde estaba ella, casi luciendo complacida—, ¿Sigues siendo tan estúpida como siempre?, parece que sí —rio casi pareciendo irritada—. Debo admitir que enserio anhelaba verte aquí, tengo grandes planes.

—La única estúpida eres tú por maltratar a mi niño —reprochó María molesta—. Ni siquiera te atrevas a tocarlo.

—¿Tu niño? Él es mi hijo —gritó la llorona cambiando su expresión de felicidad a enojo con rapidez—. Pónganlo lejos de aquí, no quiero que vea esto.

Los hombres obedecieron, se llevaron a Jimmy lejos. Él gritaba que lo soltaran, me percataba en su cara el miedo o quizá desesperación hasta que se alejó tanto que ya no podía percibirlo. Me mataba el pensar en lo que no quería que viera.

—Traigan a esa perra frente a mí —ordenó la llorona, sus hombres lo hicieron.

—No la llames así —grité por pánico, pero por sorpresa, la llorona me escuchó, exigiéndole a la mujer que me sostenía, que me acercara.

RendirnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora