Velázquez

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Habían pasado unas horas desde que vi a Jack ser condenado. Tan solo quería que esta pesadilla terminara y poder ver sus ojos, necesitaba escucharlo otra vez. Ninguna parte de mi cuerpo estaba lista para dejarlo ir, no de esta manera.

—Déjenos solas —pidió la mujer.

Después de la celda, la mujer me llevó a un cuarto. Era pequeño, igual a los lugares en los que en las películas interrogaban a los criminales: una mesa de metal con dos sillas, una frente a la otra, una enorme lámpara redonda sobre la mesa que alumbraba directamente la superficie.

Me obligaron a sentarme en una de las sillas, la mujer se sentó en la otra directamente, para quedar cara a cara. Su cabello era café como el de Jimmy, solo que ella tenía algunas canas, era más alta que yo, con los brazos largos y anchos, tenía su quijada muy marcada y sus ojeras la mostraban abatida. Me hacía doler la cabeza no saber ni siquiera su nombre.

Se apoyó sobre la mesa dejando ver en su muñeca un tatuaje de una rosa, sobre la que estaba una frase: "contigo hasta el final".

—Si matan a tu líder tienes que obedecer a quien lo hizo —explicó la mujer—, al menos que quieras que te maten.

—No obedeceré a lo que sea que pida la llorona —peleé sin dudar—, no importa lo que haga.

—No tienen mucha opción, es cuestión de supervivencia, ella conquistó este lugar, ahora le pertenece —la mujer no se veía feliz por eso, lo que me hizo dudar—. Se aseguró de acabar con todos los Reyes.

—Gracias por recordármelo, casi se me olvida —me recargué en el respaldo de la silla, fingiendo... confianza—. Además, no pretendo obedecer a la persona que mató a... No, no importa lo que hagas, no voy a seguir a tu líder.

—No, no quiero que la obedezcas —añadió la mujer señalándome como si hubiera acertado—. Mi nombre es Rosa, vas a necesitar saberlo ya que seremos aliadas.

—¿Aliadas? Por supuesto, tan conveniente para mí.

—Matarás a la llorona, te harás la nueva jefa del clan Berryhill y Reyes —decía Rosa muy convencida.

No sabía cómo reaccionar, quizá estaba probando mi confianza, si daba una mala respuesta podría matarme o... no lo sé, pero si era verdad ¿Estaría dispuesta a hacerlo? La verdad, aunque todo apuntara a que esto era una enorme mentira, una gran parte de mí estaba dispuesta a creer en cualquier juego estúpido, antes de aceptar que yo sola no podía hacer nada contra la llorona.

—Por supuesto, ¿por qué querrías que lo hiciera? —le cuestioné dudosa. Tenía que asegurarme de que lo que me estaba diciendo era cierto, no podía haber dudas—, eres parte de su clan, es estúpido pensar que tú la querrías muerta.

—Ella mató a mi madre —susurró.

—Sí claro, mis padres están muertos desde hace un tiempo, todos aquí hemos perdido a alguien —la miré con incredulidad—. No tengo el humor para tus juegos, solo déjame ir.

—Te digo la verdad, mi madre era ya vieja cuando la llorona encontró a mi grupo y dijo que ella no serviría para nada, así que la mató, como a tu amiga —Rosa titubeaba, una voz llena de enojo era la que provenía de ella—, solo quiero vengarme, lo juro por Dios.

No sabía si podría creer su historia, si era mentira debía admitir que era muy convincente, porque en sus ojos se reflejaba el sufrimiento de una pérdida y las ganas desesperadas de que la persona que te causó dolor, también lo sienta. Ese mismo dolor que yo sentía en el instante, no quería que la muerte de María pasara como si nada, no soportaría saber que la llorona se sintiera victoriosa por acabar con su vida.

RendirnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora