Guárdate las lágrimas

14 1 0
                                    

Desperté con el corazón acelerado al escuchar los gritos muy agudos de alguien, quizá un niño. Lily temblaba aferrándose a mi brazo con fuerza, enterraba sus manos en mi piel. Me puse alerta en seguida para intentar averiguar lo que estaba pasando, observé con atención la sala, los sillones, buscando entre la oscuridad lo que hacía estremecer a Lily.

Mis ojos se llenaron de horror al ver el espacio frente a la cocina, mi padre convertido en un monstruo le arrancaba la piel a una niña con sus dientes, su pequeño brazo estaba completamente cubierto de sangre que bajaba llenando el suelo y su ropa. La boca de mi padre ahora estaba pintada de un rojo que me hacía temblar.

La niña gritaba pidiendo ayuda, sus ojos tomaron la apariencia de un cristal por el dolor que le recorría todo el cuerpo. Su mirada parecía penetrar en mí, aplastar mi corazón, mientras quería correr hacia ella, salvarla. La niña volteaba para ver a papá, lo veía con miedo, sobre todo, trataba de alejarse de él, empujándolo hacia atrás con fuerza, pero él se aferraba a ella con sus dientes y manos, no podría soltarse.

No tenía idea sobre quien era, pero verla de esa forma solo me hizo pensar en Lily, en que desearía que, si ella estuviera en peligro, alguien intentara salvarla. Me hacía sentir horrible, me costaba el levantarme, por alguna razón, no podía hacer nada.

Debía correr, salvarme y también a Lily.

Intenté que mi hermana no viera, giré su cabeza hacia mí, sin embargo, ya era demasiado tarde. Ella había visto a mi padre, vio la sangre avanzar sin detenerse, el dolor en la fuerza, en la valentía que representaba para ella papá. Lily estaba a punto de gritar, al darme cuenta le tapé la boca, si mi padre nos escuchaba nos atacaría y no tenía como defenderme, no contra él. No sabía lo que haría si tenía que pelear, el solo imaginarlo me hacía temblar aún más.

Traté de levantarme con trabajo, apoyándome de la pared que estaba tras de mí, corrí con sigilo hacia donde estaban en la cocina los cuchillos, los tomé intentando no hacer ruido. Intentaba pensar en que haría ahora, tomaría el carro, pero ¿y luego qué? Apenas y sabía conducir. Buscar una solución estaba haciéndose bastante complicado, no podía pensar en otra cosa que no fuese la escena que tenía ante mí. Mi corazón latía tan rápido, con cada latido más aterrada estaba, más destrozada. Quería concentrarme, no había tiempo para seguir pensando en eso, tenía que enfocar mi mente en ponerme a mí y sobre todo a Lily a salvo, luego resolvería que hacer con el carro.

Tomé a Lily por la cintura junto con uno de los cuchillos, llevando a mi hermana con dificultad hasta la puerta principal. Caminé con tanto sigilo como pude, pero algo se cayó en el camino, ¡estúpida!, el sonido de algo metálico al chocar con el suelo pareció haber sido una trompeta anunciando que estábamos ahí, duró solo unos segundos, pero fueron los peores de toda mi vida. Papá volteo su cabeza hacia nosotras, su imagen atravesaba la habitación, sus ojos nos miraban atentamente como un cazador con una presa, con un vidrio roto que los cubría.

Una parte de mí lo quería ver sintiendo algo de tristeza, enojo, cualquier emoción, lo que sea que me hiciese sentir que mi padre aún era humano. Su cuerpo, su corazón habían olvidado el amor que tenía por nosotras, por sus hijas y su esposa. Ese cariño desapareció. El rojo coloreaba las ropas de mi padre, al igual que su boca. Ese monstruo, al que llamé papá, en cualquier momento podía matarnos.

La niña no tardó en convertirse también, ahora sus ojos eran de color negro y lloraban el líquido plateado. Su rostro, aún parecía llevar demasiada tristeza en él.

Al escuchar el ruido, mi padre y la niña corrieron hacia nosotras, su caminar era forzado como el de todos los monstruos que había visto antes, no era rápido, nos dio el tiempo exacto para acercarnos a la puerta.

RendirnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora