Devastación

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Devastación, es así como inicia, cuando todo se destruye para no quedar nada en pie.

El fin es donde yo comienzo. Donde mi historia surge mientras la tierra retumba bajo mis pies, para dejar a la muerte emerger de entre sus grietas, acercarse y saludarme como una vieja amiga. Claro que la conozco, las dos nos hemos entregado tanto.

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¿Qué es lo que observaba? La verdad, no tengo idea.

Es tan solo piedra, una lápida sin otro sentido más que recordarme que ella se ha ido y no hay forma de traerla de vuelta. Por mucho que le ruegue a un Dios, que sí existiera, no hubiera castigado a mi mamá como lo hizo. Así que no hay razón de las oraciones por las tardes, ni tampoco para mi llanto que solo termina cuando mi padre está cerca y me aterra que vea mi dolor.

Lo sé y cada día me reprochaba por seguir yendo. A pesar de todo, cada día volvía a salir. La rutina era sencilla: despierto, bajo a la cocina (noto que ella no me sonríe), mi padre no se ha levantado (ella no lo despierta con gritos), nadie hay que me detenga, ella ya no está. Salgo de la casa, doy unos cuantos pasos y en ese campo abierto lleno de piedras, fantasmas, cadáveres, fechas de inicio y fin, ella sí está ahí. Me siento para repetir lo mismo, ahora ya corté los rezos. "Vuelve, vuelve por mí". Normalmente me cansaría y me iría, pero ese día mi padre me encontró.

—Dios cuida de ella, lo sabes, ahora es mucho más feliz —dijo en forma de consuelo.

Lo es para él, imaginarse que un hombre vino por ella y se la llevó. Para mí, solo me hace pensar que ella no fue feliz conmigo. Además, de que no tengo la seguridad de que su alma ahora vuele libre en campos llenos de flores y ángeles hermosos. Si tuviera que serle sincera diría: no, no lo sé.

Ahora te lo digo, aunque te darás cuenta después, no soy del todo honesta.

—Lo sé, solo quería venir a pensar en que ramo comprarle —sonreí cuando sabía que no lloraría—. Ella amaba el cempasúchil, aún no es temporada.

—Cuando lo sea, llenaremos su tumba con macetas, ¿tenemos un plan?

—Trato hecho.

De camino a casa, papá tomó de mi mano y la acarició con suavidad, lo que me hizo responderle con gestos felices. Ese hombre me mantuvo en pie, por eso espero que cada una de las sonrisas que se posan en mi cara, sean señal suficiente del agradecimiento que siento, por no hartarse de mí cuando lloro sin parar en mi habitación o que nunca me obligó a cenar con ellos, ni siquiera las veces en las que estaba toda la familia.

—¿Quieres que te lleve a la escuela? Puedo decirle a Lily que...

—No, estoy bien. Lily no va a querer despertarse tan temprano.

Le di un beso en la mejilla antes de tomar mi mochila y salir corriendo para el metro, en el que tendría que viajar sola sino me apresuraba para alcanzar a Jimmy.

—Te amo, nos vemos por la tarde —traté de escaparme sin ver su rostro.

—Espera, ¿hay algo más que quieras decirme?

Sabía a lo que se refería, sin embargo, como te dije antes, no soy honesta cuando debería serlo. Negué con la cabeza, como si estuviera segura de que no pasará nada esta tarde en la que la escuela pide que los padres asistan.

—Jimmy se irá si llegó tarde y sabes lo peligroso que es viajar sola.

—Hoy es ese día, "el día de la familia". Me hablaron de la escuela para confirmar que no iríamos y presentar sus condolencias... otra vez.

—Siento no haberte dicho nada, pero a mamá le encantaban esas cosas y no quiero llegar ahí. No hay sentido para ir, no es obligatorio.

—Lo entiendo —había algo de tristeza o quizá decepción en sus ojos—. Habla conmigo, de lo que sea... Sé que no soy tu madre y no tienes esa confianza conmigo como lo tenías con ella, aun así yo puedo escucharte.

RendirnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora