Día de Guerra

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—May —gritó Jimmy saludándome—, ¿cómo estás?

—Bien Jim —corrí en su dirección para abrazarlo—, ¿Y tú?

—Excelente —contestó sonriendo—, ¿estás ocupada?

—Sabes que siempre estoy ocupada —acepté. Aunque este era un día bastante relajado, había otros en los que parecía que las personas se ponían de acuerdo para tener problemas difíciles, a los cuales yo debía encontrarles una solución y no me he vuelto especialista en el tema—. Por suerte, hoy los planetas se alinearon e increíblemente, tengo tiempo libre.

Como dije, este era un día tranquilo, no había tenido que resolver muchos problemas ese día con la comunidad. Tuve tiempo para pasarlo con Lily, jugando en el jardín, hasta que llegó esta hora, tenía que ir a resolver unos asuntos sobre la comida. También hablaría de nuevo con el consejo de líderes para negociar sobre nuestros recursos. Ahora, verlos no estaba del todo mal, podría volver a ver al oficial y a Pablo. Quien en realidad me preocupada, era Quetzalcóatl, ese hombre en serio me hacía tener ganas de dejar de dirigir el clan, odiaba que tuviera ese poder conmigo, sus críticas siempre me hacían doler la cabeza.

Había pasado una semana desde que Pablo y el oficial se fueron. Extrañaba ver cada tarde al oficial jugando con Lily, pero tenía que entender que eso es lo que el oficial quería y tengo que respetarlo, por más que lo echara de menos.

—Sé que no has comido —Jimmy me miró con severidad—, no puedes dejar de comer.

—Mi gente se está muriendo de hambre, no puedo disfrutar de comida que ellos no tienen.

—Hablarás con los líderes para conseguir alimento, no te preocupes —reprochó Jimmy, sin embargo, en serio dudaba que lograra conseguir algo, aunque Pablo estaría ahí, sabía que no podía regalarme nada—. No está bien que dejes de comer.

Jimmy me alegraba el corazón, últimamente nos habíamos unido ya que hablábamos todo el día, me ayudaba a resolver muchos problemas, era muy bueno salvando a la gente, era muy bueno salvándome a mí. Apreciaba que estuviera conmigo, por fin recuperar esa amistad que se había perdido poco a poco hace tiempo, tantos problemas de amor, que a estas alturas se me hacen muy tontos y, sobre todo, me dan algo de vergüenza.

—Lo sé, es solo que...

—Ven, come conmigo —pidió Jimmy—, si no vas a comer, harás que yo tampoco lo haga.

—Lo que tú digas —acepté a regañadientes—. Comamos juntos.

El lugar donde nos alimentábamos en la universidad era el comedor de esta, bastante amplio e iluminado, el piso era de ajedrez blanco y negro, con mesas esparcidas por todos lados. En el fondo, estaban las cocinas y una mesa larga de plástico donde las personas encargadas de la comida, la repartían. Cuando nosotros llegamos, ya no había nadie comiendo. Las mujeres que ayudaban en la cocina sí seguían ahí, platicaban entre ellas. Al vernos se pusieron firmes, asustándose.

—Chicas, ¿cómo están? —les pregunté poniendo mi mejor gesto amable, que no mostrara mi cansancio.

—Lo sentimos, no queríamos platicar mientras trabajamos —dijo una de prisa—, por favor no nos vaya a echar, solo fue una vez —suplicó—, no lo volveremos a hacer.

—Tranquilas, no las voy a echar —les sonreí con ternura—, mientras hagan su trabajo no me importa que lo hagan cantando.

—Gracias Catrina —exclamaron todas en coro.

—¿Por qué pensarían que las voy a echar? —cuestioné al ver sus caras, en serio estaban asustadas—. No soy tan cruel.

—La llorona... no tenía el mejor trato si nos encontraba haciendo cualquier otra cosa que no fueran nuestros deberes —explicó una de las mujeres—, supusimos que usted sería igual o... peor. No lo tome a mal, las cosas han sido complicadas para todos aquí, ya estamos medio traumadas —susurró.

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