Elías
Todos parecen felices en nuestro camino de regreso, hablan y ríen como si aún les quedara energía después de todo un día conviviendo con niños. Me alegra ver incluso una sonrisa sincera en el rostro de Emma, más allá de las expresiones por compromiso que siempre suele mostrar en clase.
No conozco mucho sobre ella, pero suelo verla a menudo en la escuela. Casi siempre está sola, y no he podido dejar de preguntarme como nadie ha notado el dulce sonido de su voz cuando habla, o como todo parece ir bien cuando ella ríe.
—Nolan, ¿podrías desviarte un poco del camino? —pregunto—. Hay alguien a quien quiero visitar.
—¿Por qué ahora? —pregunta Tessa. Solo hay una persona a la que podría querer visitar por estos rumbos y ella lo sabe muy bien.
—Siento que invadimos la privacidad de Emma al llevarla a la Casa Hogar sin su permiso —explico. Aunque no haya demostrado su enojo abiertamente, sé que esa visita le afectó, aún si ella no es capaz de admitirlo—. Creo que es justo que estemos a mano —digo, dirigiendo mi mirada hacia ella—. Por supuesto, solo si estás de acuerdo.
No hay forma de que ella sepa a lo que me refiero con esa visita, y lo mucho que significa no solo para Tessa, sino para mí. Es un intercambio justo, una parte de su alma y pasado, por una parte de la mía. Emma asiente, y de inmediato Nolan se desvía del camino y toma otro carril. Llegar nos toma apenas unos minutos más de viaje.
—Nosotros los esperamos aquí —dice Matías, señalando a Nolan.
Ellos conocen el peso de esta visita y agradezco que nos den nuestro espacio. Así que solo Tessa, Emma y yo salimos del auto y nos dirigimos a la entrada del lugar. El sitio está rodeado por unas protecciones de metal, un poco oxidadas por el tiempo, pero que permiten observar un poco del interior, en donde el césped cubre casi toda la zona.
Compramos unos pequeños ramos de flores en un puesto ambulante al lado de la entrada, y cruzamos la gran puerta, también de metal, que tiene grabadas en el centro letras del mismo material, formando una única palabra: Cementerio.
Las tumbas ocupan prácticamente todo el lugar, dejando apenas un pequeño camino para cruzar entre las criptas y estatuas en honor a cada fallecido. Algunas son tan viejas, que ya empezaron a desmoronarse por el paso del tiempo, y otras son tan recientes, que la tierra encima de ellas aún sigue fresca.
Emma nos sigue a lo largo de ese silencioso camino. Ninguno de los tres dice nada hasta que nos detenemos cerca de una de las orillas del cementerio, no muy lejos de la entrada, en donde una lápida de color gris claro se presenta frente a nosotros.
Elliot Villalba
1966 - 2012
Querido padre y esposo—Este es nuestro papá —digo, rompiendo un silencio demasiado pesado.
Emma hace un ligero asentimiento, y después se agacha para recoger las flores secas que están en el jarrón a un lado de la tumba, e intercambiarlas por las que hemos comprado.
No hemos dicho nada más, pero los ojos de Tessa empiezan a humedecerse con tan solo ver la fría pieza de piedra frente a nosotros.
—Lo siento, no puedo —suelta, retrocediendo un par de pasos—. Los espero en el auto —dice, alejándose antes de que pueda detenerla.
—¿Ella va a estar bien? —pregunta Emma con preocupación.
—Si, es solo que esto aún le afecta mucho —digo, devolviendo mi mirada a la chica frente a mí, que ahora tiene sus manos llenas de tierra, aunque no parece importarle—. No quiero que te sientas presionada. Solo te traje aquí para mostrarte que sabemos lo que se siente perder a alguien a quien amas y decirte que no estás sola.
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Notas Para Elías #PGP2024
RomanceSi supieras que te queda poco tiempo de vida... ¿Qué es lo que harías? ¿Te aferrarías a la única pizca de esperanza que te queda? ¿Empezarías una lista de cosas por hacer antes de morir y dejarías notas de despedida? ¿Tratarías desesperadamente de d...