20. La graduación

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Emma

Casi no puedo reconocer mi reflejo en el espejo de los camerinos del auditorio. Las ondas de mi cabello castaño caen suavemente sobre mis hombros, mientras mi brillante vestido color rosa anaranjado cae en una falda larga hasta llegar a mis tacones dorados. También acompaño mi vestido de gala con un par de aretes que eran de mi mamá. A ella le gustaban mucho las joyas, y ahora solo conservo apenas un par de todas las que tenía. Son las únicas cosas que pude esconder antes de que mi tía entrara a mi casa y se llevara todo lo de valor.

Trato de alejar esos dolorosos recuerdos para concentrarme en mi aspecto.

Como recuerdo de mis padres también llevo sobre mi cuello una delgada cadena plateada, de donde cuelgan un par de anillos, las joyas con las que ellos se juraron amor eterno. No es mucho, pero es suficiente para poder sentirlos cerca de mí, a pesar de que ya no están. Siempre los llevo conmigo, pero en esta ocasión, son claramente visibles debido al escote del vestido.

—Estoy lista —digo para mi misma, tratando de sacudirme los nervios que empiezan a crecer como las flores en primavera.

Este concierto significa que mi graduación ha llegado, el momento en el que puedo demostrar que soy una música, y en el que voy expresar todo lo que siento mediante el sonido de las teclas.

—Hoy te ves muy hermosa —dice Elías, acercándose a mí por la espalda y abrazándome cálidamente.

No puedo evitar sonreír alegremente mientras correspondo su abrazo, disipando con él cualquier rastro de nerviosismo que haya cruzado por mí antes.

—Tu también te ves muy guapo hoy —digo, dándome la vuelta para quedar frente a él y alisar su traje.

Elías, contrario a su desarreglado estilo de vestir habitual, ahora luce un fino traje negro, zapatos perfectamente lustrados y una corbata rosa anranjado, que se asemeja al color de mi vestido.

—¿Solo hoy? —bromea

—Un poco más hoy que otros días, si —respondo, acercando mis labios a los de él para besarlo.

—Tengo algo para ti —susurra Elías—. Date la vuelta y cierra los ojos.

Hago lo que dice, y me estremezco cuando siento su tacto en mi cabello. Mueve algunos mechones con cuidado y casi puedo adivinar que lo está trenzado con delicadeza.

—Listo, puedes abrirlos.

Cuando lo hago, veo en el espejo que en mi cabello hay un pequeño adorno de flores, que combina perfectamente con el color de mi vestido.

—Son hermosas —contesto con una sonrisa—. Gracias.

—¡Ya va empezar! —grita Tessa, asomándose por la puerta del camerino. La ropa que lleva puesta también es muy diferente de lo habitual. Ella luce un vestido corto de lentejuelas rojas y un chongo alto, sujetado por horquillas con adornos de rosas, pero siendo fiel a ella misma, conserva las botas negras que tanto le gusta usar.

—¡Un momento! —exclama Elías, mientras extiende su brazo hacia mí—. ¿Vamos?

Entrelazo mi brazo en el de él y ambos comenzamos a avanzar fuera del camerino.

Todos los estudiantes de esta generación están sentados en las primeras butacas del auditorio. Afortunadamente, es lo suficientemente grande como para albergar al gran número de personas que vienen a vernos, no solo los familiares y amigos de los estudiantes, sino también cazatalentos, reclutadores y otras personalidades de la música que vienen aquí en busca de nuevos jóvenes habilidosos para sus proyectos o disqueras, lo cual solo hace que aumente el nerviosismo de todos.

Con la emoción corriendo por nuestras venas, nos sentamos en las butacas que nos corresponden y esperamos a que dé inicio la presentación final.

El evento comienza con un discurso expresado por una de las maestras elegida por los alumnos, y que obviamente, es Abigail. Ella vestida elegantemente con un largo vestido negro de seda, se sube al escenario y se acerca al micrófono.

—Queridos alumnos y público que nos acompaña está noche, este es el día en el que los chicos que entraron a esta institución para desarrollar todo su potencial y llegar a ser la mejor versión de ellos mismos, nos mostrarán su brillo, su toque, y su música. Yo personalmente, fui testigo de cómo fueron evolucionando, y ahora sé que en el futuro van a poder salir al mundo para enseñarle a los demás la belleza de expresarse con la música. Así que espero que todos disfruten del evento, porque está noche solo será el principio de su grandiosa vida como músicos.

Una gran ronda de aplausos resuena en el auditorio, y después de explicar el cronograma, cada uno de los alumnos va subiendo al escenario para realizar sus presentaciones. El grupo de Elías es el penúltimo en presentarse y a mí se me ha confiado realizar el cierre del evento.

Todos los alumnos presentan su música y muestran todo lo que han aprendido durante su estancia en esta institución. Melodías originales, sentimientos demostrados y aplausos emocionantes llenan la sala. Todo el ambiente se siente radiante.

A mis ojos, todo es como un sueño vívido que desaparecerá en cuanto lo toque. Mis emociones se desbordan mientras empiezo a juguetear con mis dedos, como si lo que tocara fuera el piano que usaré en apenas unos minutos. Otra fuerte ronda de aplausos me saca de mis pensamientos.

—Es hora —dice Elías, apretando mi mano—. Volveremos pronto.

La banda se levanta de sus asientos y se dirige al escenario, justo como la vez que los ví en aquella clase de práctica. Tessa se coloca frente al micrófono, con Matías y Nolan a sus lados, Elías se sienta detrás de la batería, está vez sin tirar nada a su alrededor. Los cuatro se ven elegantes y listos para dar lo mejor de ellos mismos.

Sonrío orgullosa mientras los veo prepararse, ahora es su momento de brillar y estoy segura de que lo harán como ninguna estrella jamás lo ha hecho.

Sonrío orgullosa mientras los veo prepararse, ahora es su momento de brillar y estoy segura de que lo harán como ninguna estrella jamás lo ha hecho

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