13. ¿Qué tan mala tiene que ser noticia para hacerte caer?

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Emma

—¿Ustedes están saliendo? —pregunta Nolan, con su rostro en completo shock—. Siento que me perdí de algo.

A excepción de Tessa, quien ya sabía de lo nuestro, los demás están muy sorprendidos, no solo de que me una a su grupo como un miembro más, sino porque lo hago siendo la pareja de Elías.

—Yo también estoy muy perdido —agrega Matías, con duda—. Tengo entendido que llevan días sin verse, ¿cómo pasó esto, entonces?

—Emma es la misteriosa chica de las notas –explica Tessa, como si fuera algo obvio que sus amigos no son capaces de captar—. Lo demás pueden deducirlo por su cuenta.

—Vaya, eso es muy romántico —exclama Nolan, aún sin poder recomponerse de la sorpresa—. Parece que todos están encontrando el amor. Primero Emma y Elías, después Matías y su cita que aún no nos ha querido presentar. Ahora Tessa y yo somos los únicos solteros.

—¡¿Cómo sabes eso?! —exclama Matías, con el rostro pálido.

—No eres tan discreto como crees —responde—. Notamos cuando te escabulles por ahí, te la pasas en llamadas y a menudo le sonríes tontamente al teléfono. Es bastante obvio.

—Solo hemos hablado un poco —defiende Matías, claramente avergonzado—. No es nada serio.

—¿Acaso no has visto a estos dos? —pregunta Tessa, señalandonos—. Ellos no pierden el tiempo.

—¿No será que la chica en cuestión no existe? —comenta Elías. Está bromeando, puedo notarlo por la forma en la su hoyuelo se asoma en su mejilla.

—¡¿Disculpa?!

—Es un buen argumento —completa Tessa. Cuando ambos hermanos se juntan para jugar una broma, no hay persona o poder en la tierra que pueda detenerlos.

—Las alucinaciones son una cosa seria, amigo —agrega Nolan, uniéndose a la broma—. Ya que estamos en el hospital, ¿debería decirle a los doctores que te hagan un chequeo?

—¡Ya basta! —grita Matías, subiendo su tono de voz. Está avergonzado, pero no puedo ver ninguna pizca de molestia en él—. Se llama Galia, ¿de acuerdo? Parece una buena chica y si se las llego a presentar, puede que salga corriendo.

La cara de Matías está roja de la vergüenza, lo cual hace estallar risas de cada uno de nosotros. A pesar de que no he participado directamente en su plática, me gusta escucharlos hablar y presenciar cada uno de sus divertidos comentarios.

—Oh, no sabía que seguían aquí —dice una señora, entrando a la habitación. Tiene el cabello negro, con algunos mechones de color blanquecino, su piel es pálida y reconozco el pequeño hoyuelo que se asoma por su mejilla al sonreir.

—Mamá, qué bueno que estás aquí —comenta Elías, levantándose de la cama. Él toma mi mano y entrelaza nuestros dedos con suavidad—. Quiero presentarte a Emma, mi novia. Emma, ella es mi madre, Ivette.

—Es un gusto conocerla, señora Villalba —digo, extendiendo mi mano libre hacia ella.

—Oh, querida, el placer es mío —dice, estrechando mi mano con alegría—. No sabía que Elías tuviera novia, y menos una tan bonita. Es una agradable sorpresa.

—No eres la única sorprendida —interrumpe Tessa—. Resulta que Elías tenía el secreto muy bien guardado.

—Teresa, no seas grosera —comenta, en un tono que solo puede provenir de una madre molesta.

—¿Teresa?

—Oh, no lo sabias, ¿cierto? —dice Elías—. Tessa es un apodo, pero su verdadero nombre es Teresa.

—Sorprendente, ¿no? —comenta Nolan—. Nosotros también nos tardamos un tiempo en enterarnos y eso que somos sus amigos.

—Si los maestros se tomarán la molestia de nombrar la lista de asistencia en clases, lo hubiéramos descubierto antes —agrega Matías.

—Teresa es un nombre lindo —comento.

—¿Verdad que sí? —pregunta Ivette—. No entiendo porque no le gusta.

—Teresa suena a nombre de telenovela, es muy dramático —defiende.

Ciertamente, hay una protagonista de novela que se llama así. Salió hace algunos años, y puedo recordar como era la actitud altanera del personaje. Definitivamente, a Tessa le queda bien el nombre.

—Te gusta mucho molestar, pero no ser molestada, ¿verdad? —replica Matías.

Tessa está a punto de contraatacar nuevamente y sacar el gran repertorio de comentarios que tiene en su almacén, pero es interrumpida cuando un doctor entra a la habitación.

—Oh, lamento interrumpir —se disculpa. Es alto y lleva una bata blanca que quizá sea demasiado chica para él. Su cansancio es visible en el tamaño de sus ojeras y la palidez de su piel. No me sorprendería que se desmayara en cualquier momento—. Necesito hablar con el paciente y sus familiares ¿Podrían permitirnos un momento, por favor?

—Por supuesto, estaremos esperando afuera, doctor Johanson —dice Matías, haciéndome una señal para que lo siga—. Vamos Emma.

—Parece que tienen un nuevo miembro en el grupo — nota el doctor, tratando de mostrar una leve sonrisa.

—Ella es mi novia, Emma —menciona Elías. Siento tanta satisfacción cuando me presenta como su pareja, que no puedo evitar sonreír tanto como él lo hace.

Pero mi expresión desaparece en cuanto veo la del doctor, agobiada y triste. Conozco esa mirada, ese es el rostro de una persona que trae malas noticias.

—Te veré luego —digo a Elías, tratando de mantenerme firme.

—Claro, no tardaré —responde, ofreciéndome una tierna sonrisa. No parece notar que algo anda mal, y temo la expresión que haga cuando se entere de lo que sea que está pasando.

Nolan, Matías y yo salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la sala de espera. Hay más personas ahí como nosotros, con globos deseando una pronta recuperación o canastas llenas de frutas y peluches.

—Bienvenida al equipo excluido, Emma —comenta Nolan.

—No lo digas así —reprende Matías.

—¿Por qué no? Siempre somos los últimos en enterarnos de las cosas importantes.

—No somos familiares directos —aclaro, aunque todos somos conscientes de eso.

—Somos más familia que algunos que solo comparten su sangre —resalta Nolan, y no podría estar más de acuerdo,

—Somos más familia que algunos que solo comparten su sangre —resalta Nolan, y no podría estar más de acuerdo,

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