35. El último latido de un corazón

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Nolan

Las chicas se han ido, y ahora solo quedamos nosotros tres en la habitación. Empezamos a charlar, y Matías suelta uno de esos chistes que son tan malos que causan risa. Reímos como si solo fuéramos amigos en un día cualquiera, pero nos detenemos cuando no escuchamos la voz de Elías. En su situación, a menos que esté durmiendo, que se quede callado no es una buena señal.

—¿Elías? —pregunto, acercándome a él.

Hasta hace unos momentos estaba hablando tranquilamente con nosotros, pero de un momento a otro cerró los ojos. Eso es algo que ha estado haciendo últimamente, pero sin importar que, trataba de seguir la conversación o por lo menos reírse o emitir algún sonido, un aviso de que sigue con vida.

—Elías, ¿estás bien? —vuelvo a repetir, sin conseguir ninguna respuesta a cambio.

A primera vista parece que él se ha quedado dormido. Sus ojos están cerrados, pero su respiración se vuelve entrecortada y su rostro parece perder color con cada segundo que pasa.

—Elías, di algo —digo, sacudiendolo levemente.

No hay respuesta.

—Matías, ve a llamar al doctor.

—¿Qué? ¿Por qué?

Los monitores que están al lado de Elías, encargados de vigilar su ritmo cardíaco, empiezan a parpadear estrepitosamente, confirmando mi peor presentimiento.

—¡Llámalo ahora! —grito, y eso basta para que Matías reaccione y salga corriendo de la habitación.

—¡Elías vas a estar bien, resiste! —le pido, tratando de apoyar a mi amigo mientras la ayuda llega—. Necesito que te quedes conmigo. No te atrevas a irte.

Parece que el tiempo pasa de manera terriblemente lenta. Los sonidos de alarma de los monitores hacen eco dentro de mi cabeza, mientras observo como los latidos de su corazón se detienen lentamente.

Al ver una sola línea en la pantalla, reacciono y sin pensarlo, ya estoy dando compresiones constantes en el pecho de mi amigo.

—¡Elías! —grito, sin parar la reanimación, un concepto básico de primeros auxilios que me dedique a aprender en caso de una situación como esta—. Tienes que resistir, amigo. Piensa en Emma. Ella te necesitan. ¡No te puedes ir ahora, ¿me oíste?!

Estos momentos me parecen horas, aunque sé que solo han pasado unos cuantos minutos. Y unos instantes después, justo antes de que la desesperación me consuma por completo, la habitación se llena de enfermeras y doctores.

—¡Traigan el carro rojo! —grita el doctor Johanson—. ¡Está entrando en paro!

Antes de poder hacer más por él, las enfermeras me retiran de Elías para poder acercarse. Johanson lo prepara rápidamente y saca el desfibrilador, listo para ser usado.

—¡Despejen! —grita, mientras el primer choque de energía se impacta en su pecho—. ¡Otra vez!

Son momentos tormentosos, en los que Matías y yo solo podemos ver como la vida de nuestro amigo se desvanece. Pero no dura mucho, ya que unos breves latidos suenan de nuevo en los monitores.

—Lo tenemos —murmura Matías con voz temblorosa.

El monitor vuelve a mostrar algunos latidos, son lentos pero constantes. Sin embargo, el rostro de Johanson no muestra alivio, lo que significa que esto no ha terminado.

—Hay que llevarlo al quirófano —indica Johanson con urgencia en su voz—. Comuníquense con el centro de donación de órganos, necesitamos un corazón compatible ahora.

Las enfermas preparan la camilla y sacan a Elías de la habitación.

—Doctor, ¿qué esta pasando? —pregunta Matías.

—Se nos acabó el tiempo, necesitamos hacer el trasplante. No hay otra opción, lo llevaré al quirófano para tratar de ganar un poco más de tiempo.

—¿Cuánto? —pregunto, sintiendo un nudo en la garganta por el temor de la respuesta—. ¿Cuánto tiempo nos queda?

—Si no conseguimos un corazón ahora, difícilmente sobrevivirá esta noche —contesta Johanson, dirigiéndose a la salida—. Los mantendré informados, tengo que irme ahora.

Johanson sale apresuradamente para llevar a Elías al quirófano y en la habitación solo quedamos Matías y yo, tratando de procesar la severidad de esas palabras. Si durante todo este tiempo Elías no pudo conseguir un corazón nuevo, ¿cómo es que lo conseguirá ahora, en solo unas horas?

—Emma —murmura Matías después de unos momentos.

Es cierto, ella y Tessa necesitan saberlo. Necesitan estar aquí en caso de que un corazón aparezca y aunque no haya nada que hacer, tienen que tener al menos, la oportunidad de despedirse.

—Yo iré a buscarlas —digo, buscando algo en lo que enfocarme, que no sea en la posible muerte de mi amigo—. Tal vez aún siguen en el hospital, tú ve a buscar a la madre de Elías y a Galia, nos vemos en la sala de espera del quirófano.

Matías asiente y ambos salimos de la habitación en direcciones opuestas. Tenemos que reunirnos todos, tenemos que estar juntos. Esa es la única manera en la que podemos mantener la poca esperanza que nos queda. 

 

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