15. ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por las personas que amas?

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Emma

Mi vista se cruza con la de Tessa cuando sale de la habitación. Por un momento, puedo notar que sus ojos están rojos y que ya no hay ningún rastro de su habitual actitud altanera. Al contrario, su semblante más que sombrío, es triste.

Cuando ella desaparece de nuestra vista, los tres intercambiamos miradas preocupadas y fijamos nuestra atención hacia Elías. Él sigue sentado en la cama, con la mirada perdida en la nada.

—¿Estás bien? —pregunto, acercándome a su lado para tocar ligeramente su mano, pero al notar mi piel en la suya, Elías se retira rápidamente, sorprendiéndome.

Al ver que el ambiente no hace más que empeorar, Nolan interviene para seguir las instrucciones de Tessa. Aunque nadie nos ha informado la situación, todos podemos intuir lo que ha pasado.

—Bueno, yo empezaré a acomodar la ropa —indica—. Matías, tú puedes ir recogiendo los libros.

Me quedo frente a Elías, tratando de encontrar una abertura para llegar a él. Sin embargo, es como si hubiera construido un gran muro de piedra, impidiendo que cualquier persona llegue a su lado.

—Emma —dice Matías, llamando mi atención—. ¿Te importaría ir a ver a Tessa? Me preocupa que se haya perdido, ella puede ser muy distraída a veces.

—Claro.

Me dirijo a la salida de la habitación y mirando una última vez a Elías, salgo al pasillo. Hasta hace unos minutos estábamos hablando y riendo y ahora, solo hay tristeza en el aire. Camino hacia la farmacia, pero cuando llego no hay rastros de Tessa. Sin saber dónde buscarla, retomo el camino de regreso, cuando al pasar frente al baño, escucho unos leves sollozos proviniendo del interior.

No puede ser Tessa. Ella no es el tipo de chica que lloraría desconsoladamente, pero considerando la situación, ¿es posible que sea ella?

Abro lentamente la puerta en busca de respuestas. A primera vista no hay nadie, pero los sollozos se siguen escuchando detrás de unas de las puertas. Me acerco cautelosamente, tratando de no hacer ruido para no alertar a la chica que llora. Cuando me asomo un poco, puedo notar claramente las botas cortas en color negro, tan características de Tessa.

—¿Tessa? ¿Estás ahí? —pregunto, tocando la puerta suavemente.

—No —contesta, tratando de cambiar el tono de su voz, sin éxito.

—Sé que eres tú. ¿Estás bien?

Tessa abre la puerta de golpe. Sus ojos están llorosos y su delineador se ha estropeado al punto de que hay gruesas líneas oscuras bajo sus ojos,

—No, Emma. No estoy bien —admite, mientras pasa a mi lado y se dirige al tocador para lavarse la cara—. ¿Ya te lo contó Elías?

—No.

—¿Sabes lo que está pasando?

—Tengo una idea.

—¿Y entonces por qué no estás con él? ¿O acaso ya estás asustada y quieres salir corriendo? —insinúa—. La verdad es que nadie te culparía si lo hicieras.

—Jamás haría algo así —defiendo—. No estoy asustada y tampoco quiero huir, por más difícil que sea la situación.

—¿Entonces?

—Creo que Elías necesita un tiempo a solas y parece que tú también necesitas apoyo.

—El apoyo lo necesita Elías, no yo —dice Tessa—. Yo soy su hermana mayor. Desde que papá murió, mamá se vino abajo, y más aún cuando le diagnosticaron la enfermedad a Elías —explica, tratando de evitar que sus lágrimas sigan cayendo—. Tengo que estar bien por ellos. No puedo, no debo derrumbarme.

—Tessa —digo, tocando suavemente su hombro—. Cuando un paciente está enfermo, no solo son ellos los que sufren, también su familia y las personas que están junto a él y lo aprecian. —Ella no dice nada, así que me toma la libertad de continuar—. Alguien muy especial me dijo que no hay que obligarse a estar bien. Puedes no estarlo y no será el fin del mundo.

—¿Quién te habrá dicho algo tan bobo? —pregunta entre sollozos.

—Fue tu hermano, de hecho —contesto, soltando una leve risa, que pronto se contagia a Tessa.

—Si, suena a algo que él diría.

Tessa se derrumba y empieza a llorar desconsoladamente. La abrazo, tratando de calmarla. Nunca he sabido cómo reaccionar ante el llanto de los demás, pero espero que al menos esto sea suficiente.

—Bueno —dice Tessa, liberándose del abrazo después de permitirse varios minutos de tristeza—, hay que ir por esos medicamentos —indica, mientras se dirige a la salida del baño.

Los ojos de Tessa siguen rojos e hinchados por las lágrimas y su voz aún se quiebra con facilidad, así que me pide que la acompañe a pedir los medicamentos a la farmacia.

Cuando llegamos a la recepción, es un chico de cabello corto oscuro y tez morena el que nos atiende. Cuando me mira, se sorprende, pero no tarda en recomponerse y me dirige una gentil sonrisa.

—Emma, qué gusto verte. ¿Qué vienes a surtir esta vez? —pregunta.

—Hola, Gabriel —contesto, enseñándole la receta—. Vengo a surtir esto.

—¿Lo conoces? —pregunta Tessa, acercándose con curiosidad para observar mejor los rasgos del chico.

—Si, algo así —contesto, pero no quiero decir nada más al respecto.

Ella quiere indagar más, puedo verlo en su mirada. Pero antes de que pueda interrogarme, su teléfono empieza a sonar, con una ruidosa canción de alguna banda de rock.

—Es Nolan —señala Tessa—. Tal vez piensa que ya nos tardamos demasiado, voy a contestar —dice, alejándose unos pasos del mostrador.

Gabriel aparece de nuevo, con varias cajas de medicamentos en sus manos.

—Aquí están —dice, y me los entrega. Él sabe que esos medicamentos no son para mí, pero no me pregunta para quien los estoy consiguiendo y lo agradezco—. ¿Hay alguna otra cosa en la que te pueda ayudar?

—De hecho, si —respondo y verificando que Tessa no está lo suficientemente cerca como para escucharme, me acerco un poco más a Gabriel y susurro—. ¿Crees que pueda pedirte algunas cajas más de analgésicos?

—Claro —afirma, mientras toma un par de cajas de uno de los estantes.

—Gracias.

Rápidamente guardo las cajas de analgésicos en el bolsillo de mi chaqueta y me acerco a Tessa con el resto de medicamentos. Puedo sentir la mirada de Gabriel en mi espalda mientras camino. Puede que antes fuéramos algo, pero ahora solo somos dos extraños que se encuentran casualmente.

Regreso todos mis pensamientos hacia Elías, esperando que pueda abrirme su corazón y me cuente él mismo que es lo que está pasando y en qué puedo ayudarlo, porque quiero estar a su lado y apoyarlo, ya que ese es el tipo de cosas que se hacen, por las personas que amas.

Regreso todos mis pensamientos hacia Elías, esperando que pueda abrirme su corazón y me cuente él mismo que es lo que está pasando y en qué puedo ayudarlo, porque quiero estar a su lado y apoyarlo, ya que ese es el tipo de cosas que se hacen, por ...

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