Tessa
La voz de Rafaela resuena y hace eco dentro de mi mente, siento una presión aplastante en el pecho y todo a mi alrededor se mueve. Es como si hubiera olvidado que el mundo también gira alrededor del sol, pero, ¿qué pasaría si no hubiera sol sobre quién girar? Si esto resulta ser cierto, ¿qué pasará con Elías cuando se entere que su sol ya no está? Si yo siento que todo se derrumba bajo mis pies, ¿cómo se sentirá él? Claro, suponiendo que toda esta locura del trasplante salga bien, porque si perder a uno ya es doloroso, perder a ambos sería una tragedia de la que jamás podría ser capaz de levantarme.
—Chicos...
Una voz me saca del torbellino de pensamientos que es mi mente, y dirijo mi vista hacia ella. Es Victoria, vistiendo un traje quirúrgico en lugar de su habitual uniforme de enfermera. Todas las piezas están encajando. El rompecabezas lleno de misterio que creí que sería mejor no responder, se está resolviendo justo frente a mí. Pero aún así, me niego a aceptar la realidad.
—Dime que está mintiendo —suelto, pidiendo con todas mis fuerzas que ese sea el caso—. Dime que esta chica está loca y que vino aquí solo a hacer bromas de muy mal gusto —indico, señalando a Rafaela, aunque en en el fondo, ya sé la verdad.
—¿O por qué no mejor le dices que estoy en lo cierto, y que estoy más cuerda que nunca? —pregunta Rafaela a Victoria.
Todas las miradas se dirigen hacia ella. Sea cierto o sea falso, Victoria es la única que puede confirmar los hechos. La única que puede evitar que me hunda en un oscuro abismo al decirme que esto no es más que una pesadilla, que podemos volver a casa, con Elías y Emma, y ser una familia que se preocupe porque comerá de postre y no por cuándo morirá un ser querido. Pero su silencio lo dice todo, y después de dudar un poco y tropezar con sus propias palabras, ella lo explica:
—Emma tuvo una hemorragia cerebral, ocasionada por un aneurisma que se reventó. La doctora determinó muerte cerebral. No pudimos hacer nada, lo siento.
—¿Pero qué estás diciendo? —pregunta Nolan, con el desconcierto invadiendo su rostro.
—La señorita Rafaela Dávalos autorizó la cesárea y el trasplante de órganos —continúa Victoria, tratando de explicar todo con rapidez, como si supiera que si se detiene a pensar, no logrará informar todo lo que ha pasado—. El corazón de Emma fue donado a Elías y sus otros órganos...
—¡¿Estás diciendo que Emma está muerta?! —grito. No es mi intención hacerlo, pero las palabras simplemente salen de mí con esa intensidad—. ¿La misma chica que está mañana estaba riendo a carcajadas?
—Tessa, cálmate —interviene Matías con una voz tan apagada, que dudo que todavía quede algo de vida en él—. Estamos en un hospital.
—¡No! —sigo gritando, y está vez, no trato de luchar contra las lágrimas que amenazan con salir de mí—. ¿Estás diciendo que la chica a la que considero una hermana, ha estado sufriendo en silencio todo este tiempo, y que yo no pude hacer nada para ayudarla?
—¿No lo sabían?
—No, no lo sabíamos —suelta Nolan, mientras divaga buscando las señales que pasamos por alto, y la verdad es que hay muchas, solo que estábamos muy ciegos como para darnos cuenta.
—Ella... yo —trato de hablar, sin embargo mis palabras se quedan atoradas en mi garganta.
Victoria nos mira con comprensión y sé que ve en nosotros a tres chicos ingenuos que creían estar listos para la pérdida de un ser querido, pero que se equivocaron. Porque no importa qué tan consciente seas de que la muerte es el final de la historia de todos, es imposible estar preparado para ella.
—Vengan conmigo —dice Victoria, y antes de darnos tiempo para responder, avanza hacia la sala de cirugía.
Los chicos y yo nos miramos por unos breves segundos y la seguimos, dejando atrás a la chica de ojos cafés. Ahora cada vez que la veo, siento que estoy mirando a Emma, pero sé que eso es imposible, porque no hay nadie en este mundo que se pueda comparar con la persona que yo elegí como hermana.
Muchos dicen que no puedes escoger a tu familia, pero sí a las personas que quieres en tu vida, aún si no comparten la misma sangre. Nosotros la elegimos tanto como ella nos eligió a nosotros. Y me sigo negando a pensar que Emma ya no está.
No sé qué tan permitido sea esto, pero Victoria nos lleva justo enfrente de la entrada de un quirófano. En el lugar reina el silencio y solo puedo mirar como doctores y enfermeras dejan de hacer lo que están haciendo, para acercarse al pasillo, parándose junto a la pared y formando dos líneas, dejando un camino libre en el centro.
Todas esas personas, con batas blancas y trajes quirúrgicos, se toman su tiempo y dirigen sus miradas llenas de respeto a la puerta detrás de nosotros.
—Le llamamos el paseo del honor —explica Victoria—. Se hace para honrar la memoria de aquellos que decidieron donar sus órganos para salvar otras vidas. Es nuestra forma de agradecerles. Generalmente se hace antes de realizar los trasplantes, pero debido a las circunstancias se tuvo que llevar a cabo después.
La puerta del quirófano se abre antes de que pueda procesar esas palabras, y una camilla es empujada por la misma doctora que atendió a Emma cuando colapsó. Sus ojeras ahora son más evidentes y tiene los ojos rojos. Su cuerpo duda con cada movimiento que hace y es ahí cuando me doy cuenta que ella tampoco estaba preparada para esto. Al parecer nadie nunca lo está.
Ella se detiene a nuestro lado, dejando la camilla a nuestra vista. Hay una persona ahí, o al menos, lo que queda de ella. Todo su cuerpo está cubierto con una sábana blanca que nos impide ver su rostro o comprobar que es Emma. Pero cuando noto que unos mechones de cabello castaño sobresalen de la sabana, la realidad me golpea con más intensidad de la que puedo soportar.
Veo a la doctora Sara y toda su expresión me dice cuánto lo siente. Y contrario a lo que yo esperaba de mí misma, lo acepto, porque no es su culpa, ni la mía, ni la de nadie. Puedo culpar a la enfermedad que ella escondía, a mí misma por no haberlo notado antes, a la doctora por no haberla salvado, pero a fin de cuentas, esto habría ocurrido. Y me consuelo pensando que si Emma hubiera tenido esperanza de salvarse, nos lo habría dicho, y que la única razón por la que no lo hizo, es porque era consciente de que no había nada que pudiéramos hacer para ayudarla.
Sin decir más, tomo un extremo de la camilla con las manos temblorosas y el dolor ardiente de mi herida, y junto con la doctora, comenzamos a recorrer el pasillo. Los chicos y Victoria nos siguen por detrás, mientras recorremos paso por paso el lugar. Los ojos de las personas que nos miran son cálidos y no demuestran más que agradecimiento y respeto, mientras trato de convencerme de que Emma siempre fue una heroína y que incluso murió como tal.
Cuando llegamos al otro extremo del pasillo, las puertas del ascensor se abren y siento una punzada en el pecho al darme cuenta que esta es la despedida. El próximo destino será la morgue y sé que ese no es un lugar al que nos dejarán pasar. Suelto lentamente la camilla y me separo a regañadientes del cuerpo de Emma.
La doctora entra con la camilla al ascensor y desaparece unos segundos después. Detrás de mí, algunas personas se acercan a darme el pésame y agradecerme por la valentía de Emma, como si yo tuviera algo que ver con eso, cuando en realidad, toda la fuerza siempre fue de ella. Y cuando todos los demás se disipan, quedamos solamente los chicos y yo, justo como en un inicio.
Estoy temblando. No hace falta ver mis manos para saberlo y Nolan parece notarlo mejor que nadie.
—Está bien —dice, tratando de calmarme.
——No, no lo está. Nada está bien.
Él se acerca a mí y me sostiene cuidadosamente entre sus brazos. Trato de soltarme de su agarre del mismo modo que intento negar la realidad. Pero al final, sus brazos firmes me brindan la estabilidad que tanto necesito y no tardo en hundirme en su pecho, mientras las lágrimas caen de mis ojos. Nolan acaricia suavemente mi cabello y siento sus sollozos mientras me abraza.
Y por primera vez en mi vida, me doy la libertad de quebrarme por completo.
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Notas Para Elías #PGP2024
RomanceSi supieras que te queda poco tiempo de vida... ¿Qué es lo que harías? ¿Te aferrarías a la única pizca de esperanza que te queda? ¿Empezarías una lista de cosas por hacer antes de morir y dejarías notas de despedida? ¿Tratarías desesperadamente de d...