3. ¿Por qué hacer una lista de cosas por hacer antes de morir?

142 75 105
                                    

Emma

Al día siguiente me encuentro en uno de los jardines de la escuela, en donde acordamos reunirnos para la siguiente sesión, unas horas antes de las clases vespertinas. Los minutos pasan unos tras otros y los chicos no muestran señales de aparecer por ningún lado. Empiezo a arrepentirme de pensar que no son tan irresponsables como todo el mundo dicen que son, justo cuando veo a Elías acercarse a mí con paso lento. A pesar de que trae su ropa habitual, que parece consistir únicamente de jeans y camisetas, se ve demasiado cansado, a tal punto que puedo notar como respira con dificultad. incluso desde la distancia.

—Lamento la tardanza —dice en cuanto llega a mi lado. Su rostro se ve aún más pálido de cerca, y no puedo evitar preocuparme por la manera en la que trata de recuperar el aliento—. Los demás llegarán pronto, se les hizo un poco tarde.

—¿No están siempre juntos? —pregunto—. Creo que jamás los he visto separados.

—Bueno, todos necesitamos un poco de tiempo a solas algunas veces —dice, encogiéndose de hombros—. Aunque a menudo tengo que escabullirme para conseguirlo.

—¿Por qué tendrías que hacerlo? Eres una persona libre.

—Es una larga historia.

Una pequeña sonrisa triste se forma en sus labios. Sean cuales sean las razones por las que sus amigos nunca lo dejan solo, es afortunado por tener personas en el mundo que se preocupan por él. Hace tanto tiempo que no he sentido una sensación así, que ya olvidé lo que siente.

—¿Elías?

El cuerpo del chico se precipita hacia el suelo antes de que tenga oportunidad de reaccionar. Trato de sujetarlo, pero su peso es mayor y termina llevándonos a ambos al frío pasto. Un dolor punzante cruza las palmas de mis manos, mismas que usé para amortiguar la caída, pero lo ignoro en cuanto veo a Elías con los ojos cerrados, mientras todo su cuerpo tiembla.

—Elías, ¿estás bien? ¿Qué pasó?

Él no responde. Elías sigue inmovil mientras continúa quejándose de un dolor del cual no conozco el origen. Instintivamente llevo mi mano a su frente. Está hirviendo.

Observo a mi alrededor, esperando ver a alguien que pueda ayudarme, pero es muy temprano para que las personas que tienen clases vespertinas lleguen, y las que están en el turno matutino seguramente siguen en clase, por lo que no hay nadie cerca, ni siquiera los irresponsables de sus amigos, que se supone que deberían de haber llegado ya.

Elías vuelve a temblar y los escalofríos que tiene son cada vez más constantes. Pienso en pedir ayuda por teléfono, así que busco en los bolsillos de mi abrigo y dentro de mi mochila, tratando de encontrar el artefacto, que parece no estar en ningún lado. Debo haberlo dejado en casa, sin amigos ni familia a la que llamar, llevar conmigo un teléfono todo el tiempo es innecesario.

Sin nadie a quien pedir ayuda, la única opción que encuentro es llevarlo a la enfermería. No está muy lejos de donde estamos, solo tenemos que cruzar el jardín e ir por el pasillo de murales. Debería ser fácil, pero cargar con él es la parte complicada, puedo ir corriendo a pedir ayuda y volver, pero otro escalofrío más interrumpe mis pensamientos.

—Elías, necesito que te levantes.

Sujeto la parte superior de su cuerpo, y usando todas mis fuerzas, logro hacer que se siente. Abre ligeramente los ojos, pero vuelve a cerrarlos un momento después.

—Bien, ahora vamos a pararte, puedes sostenerte de mí.

Me cuelgo la mochila que él llevaba en la espalda y me las arreglo para llevar también la mía. Después, paso el brazo de Elías por mi cuello y usando el suelo como impulso, logro levantarnos. Nos tambaleamos en cuanto ambos estamos de pie.

Notas Para Elías #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora