32. Encargos para el futuro

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Elías

Las estaciones cambian con el pasar del tiempo, las verdes hojas que brillan en verano ahora se han manchado de bellos tonos dorados por la llegada del otoño. Muchas plantas se marchitan sólo para después florecer nuevamente con la llegada de la primavera. Ojalá los humanos tuviéramos esa habilidad, la oportunidad de resurgir, de ser eternos. Pero como un recordatorio de que somos finitos, de nuevo el tiempo se llevó otros meses consigo, y tal como el doctor lo había previsto, estoy empeorando.

Ahora necesito recibir constantemente oxígeno mediante una mascarilla. Mi cuerpo está cada vez más débil y me la paso casi todo el día recostado. Y aunque el tiempo ha pasado, no hay señales de que un corazón nuevo vaya a aparecer pronto.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Emma con preocupación.

—Voy a estar bien —contesto, tomando su mano, aunque mi agarre ahora es más débil que antes—. Te prometí que lo estaría, así que voy a estarlo, ¿de acuerdo? No tienes que preocuparte por mí.

—Sabes que yo nunca podría dejar de preocuparme por ti.

—Lo sé, pero ahora necesito que te preocupes por ti misma —digo—. ¿Puedes hacer eso?

—Lo voy a intentar.

—Necesitaré algo más que un intento, pero supongo que estará bien por ahora. —Suelto una leve sonrisa, que es rápidamente cambiada por una expresión seria—. Deberías ir a casa, darte un baño, comer algo delicioso y dormir un buen rato.

—Estoy bien.

—Por favor, dijiste que lo intentarías.

—Bien —responde Emma a regañadientes.

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —ofrece Nolan.

—Sería lindo, gracias —contesta Emma—. Volveré mañana a primera hora, ¿está bien? —me pregunta.

—Está bien, tómate tu tiempo —contesto, acercándome con dificultad a ella para despedirla con un beso—. Tessa, ¿puedes acompañarla también?

—Por supuesto —dice mi hermana, poniéndose de pie—. ¿Puedes cuidarlo? —pregunta Tessa, dirigiéndose a Matías.

—Déjamelo a mi.

Los tres se despiden y salen de la habitación, dejándonos solos.

—Matías —lo llamo, y mi voz sale más débil de lo que me gustaría.

—¿Si? —contesta, acercándose a la cama y sentándose en la silla que está a mi lado.

—Necesito pedirte un favor.

Hay un breve silencio, y la expresión dolida de Matías me dice que es consciente de lo que estoy a punto de pedirle.

—Creo que ya sé a dónde va esto.

—Necesito que cuiden de ella —continúo, imaginando el peor de los escenarios posibles—, de Emma. Si yo no lo logro, al menos ella tiene que estar bien.

—Vas a lograrlo.

—Ya me canse de oír eso —digo, arrastrando mis palabras y enfrentándome a la realidad que está frente a mí—. Sé que quieren que mejore, yo también lo quiero, pero no porque quiera algo significa que lo voy a obtener. Así no es como funciona. Si fuera tan fácil, entonces estaría en casa con Emma, acostados en la cama mientras pensamos en la idea de formar una familia.

Matías guarda silencio, mientras sus ojos se humedecen con lágrimas.

—Pero sé que ese es un sueño que no va a cumplirse —digo, admitiendo mi peor miedo—. Al igual que muchas cosas que quiero hacer —explico, fijando la vista en el sofá de al lado, en donde se encuentra mi mochila con mi lista, y aunque logré cumplir muchas cosas, aún me falta la más importante de todas: vivir con Emma y ser feliz a su lado, hasta envejecer juntos—. Pero eso no es importante ahora, porque lo único que importa es que ella esté bien.

—No tienes que pedirlo —dice, hablando por fin—. Sabes que estaremos ahí para Emma, no importa que pase.

—Gracias —digo con sinceridad—. No es mucho, pero tengo unos pequeños ahorros. Con eso y parte del pago inicial de la discografía, podría ayudarlos a mantenerse por un tiempo.

—Eso es lo menos por lo que tendrías que preocuparte. Nosotros nos encargamos, no dejaremos que le falta nada. Lo prometo.

Asiento, expresando una pequeña sonrisa, mientras pienso en la suerte que tengo por haber conseguido tan buenos amigos.

—Creo que voy a tomar una pequeña siesta —digo, sintiendo mis párpados cada vez más pesados.

—Claro, si me necesitas, seguiré aquí.

Mientras me acomodo para tomar una siesta, mi amigo comienza a leer uno de los libros que Galia le recomendó, y yo termino por perderme en los sueños, más precisamente, en uno en donde mi corazón no falla.

Mientras me acomodo para tomar una siesta, mi amigo comienza a leer uno de los libros que Galia le recomendó, y yo termino por perderme en los sueños, más precisamente, en uno en donde mi corazón no falla

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